Estos días hemos sido testigos de algo que, por desgracia, pasa de vez en cuando. Y pasa, desde luego, más de lo que debería pasar, que en realidad debería ser nunca. Ni más ni menos.

Lo que ocurría era que una política, joven y teóricamente prometedora, se veía obligada a dimitir de sus cargos por no estar en posesión de los títulos que había declarado poseer. Esto es, por mentir. Porque, por el contrario de lo que algunos todólogos han querido transmitir, el escándalo no venía servido porque la ínclita no fuera licenciada ni graduada en Derecho, Ciencias jurídicas, Ciencias Políticas o Filología, sino porque dijo serlo y no lo era. Nada. Ni un solo título universitario.

Tal vez lo peor del caso es que ninguno de esos títulos asegura que ella ni nadie vaya a ejercer un cargo con probidad y eficacia, solo acreditan que se ha estudiado en una o varias universidades y obtenido el título correspondiente. De hecho, hay profesiones que no exigen un título para ejercerlas, como la política, por el contrario de lo que ocurre con otras como la Abogacía o la Medicina. Por eso, no se trata de un supuesto de intrusismo, como ocurriría con esas otras profesiones, sino de una mentira. Y de una mentira, además, inútil. Pero una mentira que denota una falta de honradez que dice mucho, y nada bueno, de esa persona.

Como decía al principio, no es el primer caso, por desgracia. Los currículums hinchados son relativamente frecuentes y han dado más de un disgusto a nuestros políticos. Incluso han costado el cargo a más de uno y de una, de todos los lados del espectro político. No hace falta decir ejemplos porque la hemeroteca y San Google están alcance de cualquiera con solo pulsar una tecla.

Lo que hay que preguntarse es por qué suceden estas cosas. Por qué hay gente que miente cuando hace este tipo de declaraciones cuando hoy en día es tan fácil demostrar la falsedad. Ya decía el refranero que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, y hoy es más cierto que nunca. ¿Por qué alguien decide afirmar que posee una determinada titulación cuando no la necesita? Pues tal vez porque sufrimos una suerte de titulitis que ha pasado de aguda a crónica, y parece que sin, al menos, un par de títulos universitarios y otros tantos másteres no se puede ir a ningún sitio.

Hemos pasado de generaciones de padres no universitarios que lo daban todo para que sus hijos tuvieran los estudios a los que ellos no tuvieron acceso, a generaciones donde un solo título universitario parece no asegurar absolutamente nada en la vida laboral. Y quizás eso motiva, que nunca justifica, estas actitudes.

No obstante, como dice siempre una buena amiga, la verdad solo tiene un camino. Y, más tarde o más temprano, acaba abriéndose paso.

SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora (@gisb_sus)