Pere Aragonés, presidente de la Generalitat y candidato a la reelección por ERC, ha declarado solemnemente que acepta la definición de ballena como animal de compañía. Con el tono de trascendencia histórica utilizado mil veces para asegurar que “el referéndum de autodeterminación de Cataluña tendrá lugar más pronto que tarde”, acaba de comunicar su decisión de abrazar la Constitución para proponer la convocatoria de un referéndum al amparo del artículo 92. Después de una década defendiendo el ejercicio de la autodeterminación como el único método democrático, Aragonés ve ahora como “la vía más factible e idónea” para alcanzar la independencia la celebración de una consulta no vinculante para abrir paso a una “negociación de buena fe” entre los interlocutores para implementar el resultado.

El viraje de Aragonés, asesorado por el Instituto de Estudios del Autogobierno dirigido por el republicano Joan Ridao (uno de los padres del Estatut vigente, aunque su partido votara en contra en el último suspiro), es un precioso regalo electoral para Carles Puigdemont y Junts. El artículo 92 contempla la convocatoria de un referéndum para consultar a todos los ciudadanos (se supone que españoles) sobre aspectos de especial trascendencia. Se trata, inequívocamente, de una consulta no vinculante y nada parece indicar que el concepto “todos los ciudadanos” pueda reducirse tan fácilmente al censo electoral catalán. En todo caso, la fórmula se aleja mucho del concepto del ejercicio de la autodeterminación sustentado en la soberanía de Cataluña que parecía un mandamiento de obligado cumplimiento para todo independentista.

La matraca del Procés ha dado muchas vueltas desde 2013 y en varias de estas ya salió a relucir el artículo 92 como alternativo a otras fórmulas más radicales, especialmente en los días en los que el “derecho a decidir” predominaba como sucedáneo del derecho a la autodeterminación. Luego se impuso el referéndum unilateral con el resultado ya conocido y ahora ERC resucita la vía contemporizadora.

Según los redactores del informe, el referéndum consultivo para preguntar a todos los ciudadanos si “quiere que Cataluña sea un Estado Independiente” es ahora posible porqué en 2014 el Tribunal Constitucional, al sentenciar en contra de la Declaración de Soberanía del Parlament, también dijo que “el derecho a decidir podía ser objeto de una interpretación constitucional”. Esta afirmación desencadenará una nueva batalla teórica para dictaminar si esta hipótesis entierra o no la doctrina redactada con motivo del plan Ibarretxe, cuando se afirmaba que una pregunta de tintes anticonstitucionales como la propuesta por Aragonés convertía automáticamente la consulta en ilegal.

En segunda instancia, en su defensa de la vía del art.92, Aragonés se ha referido al argumento político de mayor consistencia de los que maneja ERC últimamente. “No estamos ante un imposible”, ha dicho, apelando a la experiencia reciente sobre el cambio de opinión del gobierno central sobre la posibilidad de aprobar una amnistía. El gobierno de Pedro Sánchez, para compensar la furibunda reacción del PP, no ha dado tiempo a ningún debate teórico y se ha limitado a negar dos veces tal vía. El PSC también ha criticado la propuesta, matizando que al menos ahora se reconoce la legalidad constitucional.

La pugna electoral entre ERC y Junts por ver quien lidera el bloque independentista hace prever que las críticas más feroces a este retorno a 2014 le llegaran a Aragonés desde su propio ámbito. No es difícil imaginar lo que dirán de la vieja nueva idea de ERC los seguidores de Puigdemont, los de Clara Ponsatí, que estrena partido (Alhora) y ya ha reunido los avales para presentarse el 12 de mayo, o desde la CUP. De claudicación para arriba.

El estudio dirigido por Ridao recopila otras viejas propuestas fallidas por si el art.92 no se abre paso entre el soberanismo: pedir la delegación de la competencia exclusiva para convocar referéndums que el artículo 150,2 de la Constitución reserva al Estado o impulsar la reforma de la ley orgánica de convocatoria de referéndums de 1980. Con la música de fondo de la canción de este invierno “también decían que la amnistía era imposible”, la matraca se ha puesto en marcha, irremediablemente.

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