Los tiempos del siglo pasado en el que el andalucismo constructivo y solidario prendió en todas las formaciones políticas regionales han pasado. El espíritu del 28F y del 4 de diciembre forma parte de los libros de historia, fagocitado por una clase política compuesta por un Partido Popular que tiene toda su artillería mirando al Palacio de la Moncloa y un localismo extremo de alcaldes todopoderosos que conforman sus propias acciones, alimentando un provincianismo tan barato como inútil. Y siempre allí, omnipresente, el presidente Moreno y sus medios de cabecera; pues él nunca se equivoca y está por encima del bien y del mal. Él es el principio y el fin de todas las cosas. Oficialmente, es el indiscutible de Despeñaperros para abajo.

El problema es que la agenda andaluza no existe. No hay un verdadero debate público sobre los temas que afectan a la región en su conjunto. La vertebración social y económica de Andalucía está congelada en esa suerte del “¿qué hay de lo mío?” en el que Moreno desembarca como un paracaidista en la ciudad que le haya tocado, inaugura, sonríe, critica a Sánchez y se marcha. Y así un día y otro. Los esfuerzos de antaño por crear una Comunidad, con mayúsculas, se han abandonado por la renta fácil del localismo y la crítica al enemigo externo, tan socorrida siempre.

Los debates sobre la Sanidad, por ejemplo, quedan varados en este tiovivo diario, mientras miles de ciudadanos esperan a ser atendidos con cada vez menos medios, en latente llamada a acudir a un centro privado. El nuevo curso escolar ha comenzado con carencias estructurales que encierran un apoyo explícito a la enseñanza concertada, que crece exponencialmente. Otro ejemplo más: una reunión técnica de alcaldes granadinos para reivindicar el mantenimiento de la línea férrea Guadix-Baza-Lorca, que se considera indispensable para el desarrollo sostenible de aquellas comarcas, termina exclusivamente en críticas al presidente Sánchez, sin más conclusiones. En contraposición, el trabajo de la alcaldesa de Granada, exconsejera popular de Fomento, Marifran Carazo, ha permitido un acuerdo con el ministro Óscar Puente para la integración del ferrocarril en la ciudad de la Alhambra. Fue cuestión de presentarse en Madrid en el despacho ministerial y arrancar un compromiso; bastante silenciado, por cierto, fuera de la prensa local.

Junto a esta visión de una Andalucía que, como decimos, se niega a sí misma como región, tenemos también una izquierda que procura componerse de sus heridas y sus rotos, con relativa suerte. El hecho de que el 41 Congreso Federal del PSOE se vaya a celebrar en Sevilla en noviembre muestra el interés socialista de fortalecer a un líder regional. Ahora falta saber quién será ese líder o lideresa.

Mientras tanto, ya van 9 víctimas mortales del Virus del Nilo en la provincia de Sevilla, sin que parezca importar a la Junta de Andalucía, ninguno de cuyos altos representantes se ha desplazado a las zonas más afectadas. El presidente prefiere ir a entregar las llaves de 60 viviendas sociales en Cádiz, cuyos adjudicatarios han esperado, en algunos casos, 30 años. En resumen, flashes locales continuos que ocultan una realidad preocupante, donde la Junta de Andalucía no consigue mantener el Ideal Andaluz que desarrolló Blas Infante, consagrando unos nuevos Reinos de Taifas a mayor gloria de un presidente que mira demasiado a su compañera de Madrid, sin entender que Andalucía son 8 provincias, distintas, distantes y diversas, que no puede compararse con la centralidad absoluta que llega de la capital.

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El andalucismo es una forma de vida, que entiende Andalucía en toda su dimensión y no es precisamente la suma de intereses locales puestos unos detrás de otros. Los símbolos, como la bandera y el escudo, hay que llenarlos siempre de contenido, porque cuando se vacían se abren las puertas a un pozo de consecuencias imprevisibles. Por eso me pregunto si existe Andalucía como región, entendida en su máxima expresión; desde Huelva a Almería, desde Jaén a Cádiz.

Personalmente solo lo noto en la información del Tiempo, donde se exhibe todo el mapa, con las 8 provincias. El resto, ya digo, Taifas.