Cuando se habla de nuestra Sanidad, aunque sea en una serie televisiva de ficción, es mejor tentarse la ropa antes de decir nada inconveniente. Después de ver los 8 capítulos de RESPIRA (Netflix/España 2024) he preguntado a varios amigos médicos y todos me han confesado que tienen en sus móviles airadas críticas de compañeros que la han visto, pues la consideran insustancial e incapaz de ofrecer una imagen realista de su profesión y, por lo tanto, recomiendan que no pierdan el tiempo y disfruten con otra cosa. Yo lo puedo entender, porque ninguna serie tiene como objetivo reflejar una realidad; más bien doblegarla a su interés. A mí me pasó con PERIODISTAS (Telecinco 1998), pero no dejé de ver sus 9 temporadas. Claro, que eran otros tiempos.

RESPIRA ha recibido duras críticas de sesudos escribientes españoles, pero también halagos. Estoy muy de acuerdo con lo que dice el diario “La Nación” de Buenos Aires: una serie de médicos “a la española” hecha a imagen y semejanza de Grey’s Anatomy. La ficción es arbitraria y superficial en sus decisiones narrativas, pero son redimidas por la profundidad de las actuaciones de su excelente elenco, en el que brillan Aitana Sánchez Gijón, Najwa Nimri y Blanca Suárez.

Yo les animo a verla para que saquen sus propias conclusiones. Como paciente crónico y usuario frecuente de grandes hospitales, lamento que precisamente los pacientes, como elemento central sobre el que se basa toda la Sanidad, se hayan convertido para los guionistas en sujetos anónimos, con apariciones para lucimiento de las batas blancas, remachando así esa idea de que somos los sujetos pasivos, que estamos a lo que nos quieran dar. La vida misma. La única paciente estrella es la presidenta de la Comunidad de Valencia y, por tanto, la gran jefa de todos, cuyo discurso intenta parecerse al de otra presidenta real, más hacia el centro de la Península, con afanes privatizadores, pero a la que se le cruza un cáncer y un médico rojo, pero guapo.

Del conflicto amoroso, judicial, maternal, etc no se libra nadie allí y, además, no se resuelve ninguno. Como les digo, el Hospital de los Líos. Habrá que esperar a la segunda temporada. Eso sí, hay dos acciones médicas que me resultan llamativas. La primera, hacer un TAC para cualquier cosa que le pase al paciente y ver la socorrida imagen de las líneas rojas sobre la cabeza, mientras las entrañas de su cerebro aparecen en un monitor. No se lo tomen ustedes al pie de la letra, por favor. La segunda, los heroicos médicos que saben de todo en Urgencias y resuelven cualquier contingencia, ya sea pulmonar, cardíaca, ginecológica o lo que sea y todo a la vez. Tampoco funciona así, créanme. No piensen en ello cuando lleguen al servicio de Urgencias de cualquier hospital.

De fondo, la posible privatización del centro (la acción se desarrolla en un presunto hospital valenciano llamado Joaquín Sorolla) y una huelga salvaje que comanda precisamente el mismo médico guapo que debe operar a la presidenta. Tensión en bandeja, adornada por un grave incendio con docenas de víctimas y una DANA, con lo que la sala del hospital se llena de iracundos pacientes que protestan, mientras los sanitarios hacen lo que pueden. Esto sí que se parece bastante a la realidad, sobre todo porque ahora, en gran parte de España, las Urgencias, especialmente las de los Centros de Salud, se llenan de enfermos que acuden porque no hay manera de que les atienda su médico de familia, ni de que funcionen con normalidad los sistemas informáticos de reserva de citas. En algunos centros andaluces, por ejemplo, se ha vuelto a las prácticas de hace 40 años: hacer cola antes de las ocho de la mañana para conseguir una cita.

En fin, aunque solo sea por disfrutar de Najwa Nimri y Blanca Suárez y los chicos guapos que las rodean, vean la serie, pero no se hagan ilusiones; las cosas no funcionan así, para bien o para mal.