Quiero pedir humildemente perdón al ladrón o ladrona que hace unos días, con gran destreza, me abrió la mochila en plena calle intentando llevarse algo de valor; pero sólo encontró libros y decidió no llevarse ninguno. Fue en la zona tan sevillana de La Macarena, cuando iba, a buen ritmo de zancada, camino de la Isla de la Cartuja, con los auriculares puestos, escuchando mis podcast de cabecera, con el morral a la espalda y claro, ni me enteré. Me di cuenta cuando llegué a destino. 

La verdad es que la perversión de ver al amigo de lo ajeno sentado en su chabola, leyendo, absorto, cultivando su intelecto, me volvió tolerante y casi lamenté que no se hubiera llevado alguno de los libros. Tal vez hubiera contribuido a una reflexión profunda del cleptómano, que se hubiera rebelado entonces contra su fatal destino y decidido abandonar su condición maligna. No se me ocurre mejor misión para ese montón de papeles grapados y encolados que tanto han hecho por la humanidad.

La verdad es que le hubiera costado elegir. El más grande era un magnífico cómic titulado “El Abismo del Olvido”, que firman Paco Roca y Rodrigo Terrasa; una gran reflexión sobre las fosas de los fusilados tras la Guerra Civil, recordando a un heroico sepulturero. Magnífico libro que nos pone frente a nuestro reciente pasado, que algunos quieren olvidar como si no hubiera sucedido.

Aunque, a lo mejor, el amigo de lo ajeno habría tirado por la singular escritura de Sergio del Molino, el creador del concepto de la “España Vacía”. Llevaba un ejemplar de “Los Alemanes”, su reciente premio Alfaguara, que precisamente presentó este martes pasado en Sevilla, invitado por el Centro Andaluz de las Letras. El recorrido de la familia Schuster --el apellido que tanto nos recuerda al mítico futbolero que militó en los tres grandes de la Liga Española-- desde Camerún a Zaragoza resulta muy adictivo y conveniente para los tiempos en que vivimos. Aunque para remover conciencias, el otro libro del mismo autor, “La Hora Violeta”, que describe el desgarrador sentimiento autobiográfico de un hombre que ve morir a su hijo apenas unos meses después de su nacimiento.

Quién sabe, los gustos literarios de cada cual. Si al ladrón no le hubiera atraído ninguno de los títulos ya expuestos, tenía otro pequeño ejemplar titulado “El Sentido común en Ajedrez”, una serie de conferencias que dio Enmanuel Lasker en Londres. Editado en España hace 40 años, nos muestra el genio de un ajedrecista, matemático y filósofo alemán, que retuvo el título mundial durante 27 años, hasta que se lo arrebató otro gigante, Capablanca. Es uno de mis pequeños tesoros de juventud, que llevaba para prestarlo a un buen amigo. Es el que, sin duda, más me hubiera dolido perder en el asalto fallido a mis territorios literarios.

Ya ven ustedes, mi cara de terror al descubrir que llevaba abierta la mochila me duró pocos segundos, al comprobar que tenía todos mis libros tal y como los había guardado en casa, sin pérdida alguna. Me imagino a la mamá del ratero preguntándole cómo le había ido el día.

--Puf, le abrí la mochila a un tipo con buena pinta y resulta que solo llevaba libros. Ni una mísera cámara de fotos. ¿Te lo puedes creer?

--Hijo, no todos los días se encuentra uno una perita en dulce para levantarle cosas de valor. Lo siento por ese pobre que solo llevaba libros; debe ser un infeliz.

--Pues no dejaba de reírse, a carcajada limpia, con los auriculares puestos.