Ha llegado para la izquierda francesa, de nuevo, su “día de gloria”. Vendrán muchos más. Entre 1997 y 2002, ejerció de primer ministro el socialista Lionel Jospin. Durante 14 años, el presidente de la República fue François Miterrant, otro socialista. El vencedor de hoy, François Hollande, está llamado a una misión que algunos derechistas etiquetarán de imposible.

Neoliberalismo salvaje, no
Pero no sólo los ciudadanos franceses progresistas, socialistas, de la izquierda radical y también centristas, desean que Hollande sea capaz, y lo será, de demostrar que otra Europa es posible. Se trata ni más ni menos que de desdibujar al máximo el neoliberalismo salvaje –culpable de promover la crisis que seguimos sufriendo, desde hace cuatro años- y rescatar nuestra admirable joya de la corona que, sin duda, es el Estado del Bienestar.

Socialdemocracia sin edulcorantes
Es decir, al nuevo presidente de la República francesa le toca ahora expandir la ideología de la cohesión social, más conocida como socialdemócrata o keynesiana sin edulcorantes. Los franceses, que hicieron la revolución de 1789 en el momento oportuno, difundieron -con evidente éxito y por doquier- los primeros pasos de las democracias, las libertades y los derechos humanos.

Merkel, en el alero
Ahora, Hollande debe acabar con la asfixiante hegemonía alemana, abriendo juego al resto de los países de la UE. Se terminaron los paseítos casi cotidianos de Nicolás Sarkozy y Ángela Merkel, una pareja hoy quebrada de forma irreversible y, ojo, que la cancillera alemana se encuentra peligrosamente ubicada en el alero.

La cultura de los recortes
Parecían ambos, cual tórtolos, los amos y señores del porvenir de los pobrecitos griegos, españoles, franceses, italianos y el sursum corda. Debiera disminuirse, cuanto antes y a toda velocidad, la cultura de los recortes para los más débiles y las clases medias; salvo para multimillonarios y compañía.

Adiós al pensamiento único
Creían los pregoneros del neoliberalismo que la izquierda en sus diversas facetas estaba enterrada para siempre. Pues bien, la victoria de Hollande –como la reciente de Andalucía en España- es la prueba del nueve de que el pensamiento único no es más que el pensamiento de los dictadores, de los mercados y, por supuesto, de prácticamente todos los poderosos. ¿Por qué hemos de soportar que griten, aunque lo nieguen, ¡viva la ley del embudo o la ley de la selva!

La lección de un centrista
Sarkozy ha caído. Su arrogancia y su ausencia de principios democráticos arraigados le ha conducido a mezclarse con la extrema derecha francesa, intentando sacar votos incluso del estercolero. El líder centrista francés, Bayrou, ha dado toda una lección de democracia. Atacado de nervios, aterrado ante la previsible derrota, Sarkozy -este minúsculo Napoleón-, quiso quedar bien con la extrema derecha lepenista.

El títere de Vichy
Y para ello citó al mariscal Peten, el títere del régimen de Vichy, y evocó esta frase suya: “Es un honor `para mi que un comunista me llame fascista”. Pero el centrista Bayrou sabe distinguir bien entre la derecha demócratica o civilizada y el fascismo y pidió el voto para el candidato socialista. ¡Querido Hollande, desde ELPLURAL.COM, diario digital progresista, enhorabuena. Tus triunfos serán también nuestros triunfos. Y ahora vamos a decirle a Sam: “Tócala otra vez”. “¡Allons infants de la Patrie, le jour de gloire est arrivé!”.

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM