El ‘señor mercado’, en efecto, con sus inmensas calculadoras en lugar de vísceras, está demostrando que no hay nada que se le ponga por delante: ni interés nacional, ni general, ni solidaridad, ni Justicia, ni Dios que lo fundó. Lo único que representa la crisis para los especuladores es una enorme oportunidad de engordar sus estómagos y para liquidar todo aquello que se interpone ante sus intereses. Se lleva comprobando esto en los últimos cuatro años.

Ante el 20-N
Pues bien, señores, al final el presidente Rodríguez Zapatero dobló el espinazo en su pretensión inicial de agotar el tiempo constitucional de su mandato. Lo hace en medio de un vendaval inaguantable, en el corazón mismo de la tormenta perfecta contra la propia soberanía financiera de la nación y con una masa insoportable de desempleados.

Dentro de cuatro meses el pueblo, por fin, tendrá la última palabra. Y decidirá quién y quiénes conducen su destino rumbo a lo desconocido.

Rubalcaba ante la desmovilización
Alfredo Pérez Rubalcaba, es de largo el mejor candidato que el PSOE podía presentar en estos momentos. Es un dirigente experimentado, sumamente inteligente, cuajado de aconteceres y repleto de ideas. Pero, como decía el clásico, está en el mejor sitio pero en el peor momento. Su gran reto, en cualquier caso, es movilizar a sus partidarios que, según el diario El País, ve como "inevitable" la derrota de la izquierda.

Ese es el gran reto del cántabro. Porque sabido es que en España en situación de normalidad democrática la izquierda suma al final más que la derecha. Pero no estamos en una situación de normalidad.

Rubalcaba, en sí mismo, representa para esa derecha en ocasiones descontrolada, un riesgo en grado sumo. Un riesgo para la seguridad en su aplastante victoria.

Rajoy, ante su tercera y última etapa
Las encuestas, en efecto, se empeñan en confirmar a Mariano Rajoy como próximo inquilino del palacio de la Moncloa. Incluso, contra los que consideran que no ha hecho mérito alguno para merecer ese destino.

El hecho cierto es que el 20N representa desde el pasado viernes un camino sin posibilidad de retorno porque está ante su tercera y última bala. Él lo sabe mejor que nadie. No es menos cierto que las condiciones objetivas le son netamente favorables (desempleo, crisis, incertidumbres económicas, etc...) pero no sería la primera vez que pierde unos comicios ganados de antemano como ocurrió el 14-M, donde el auténtico perdedor fue José María Aznar.

Desde esa perspectiva se puede comprender ese cierto complejo que le adorna. Quizá le asuste un tanto el envite que tendría ante, sí los españoles le concedieran su oportunidad de dirigir sus destinos y sus intereses generales.

Un futuro de concertación
Sea cual fuere el resultado del 20-N, el hecho objetivable será que los ganadores necesitarán de los perdedores. En cualquier caso. Porque la situación es tan difícil-y lo puede ser aún más. Y los perdedores también de los ganadores para que el barco democrático no se vaya definitivamente a pique.

Este quizá sea el punto en el que menos fino ha estado Rodríguez Zapatero cuando la crisis enseñó su fiero bigote. Solo no podía afeitarlo.

Ese futuro será común y concertado -aunque se obtengan mayorías absolutas-o sencillamente, no será.

Graciano Palomo es periodista y escritor, director de FUNDALIA y editor de IBERCAMPUS