Afganistán se está hundiendo en el horror del gobierno islamista, a raíz de la toma del poder de los talibanes y la abrupta salida de las tropas estadounidense, que, durante la Guerra Fría, entrenaron a esta agrupación extremista. 

La perspectiva es todavía más estremecedora para las mujeres, y ya antes de la llegada del este régimen del terror era poco halagüeña: en la sociedad afgana, una sociedad gobernada casi en exclusiva por hombres, el nacimiento de un hijo es motivo de celebración, mientras que el nacimiento de una hija a menudo se considera un fracaso. Así, muchas familias afganas optan por un tercer tipo de retoño: una niña que se cría temporalmente como niño, y se presenta al mundo como un hijo.

La periodista Jenny Nordberg publicó un reportaje contándolo en The New York Times, en 2010. Posteriormente viajó a Afganistán para ampliar la investigación y publicó un libro que en España ha editado la editorial Capitán Swing: Las chicas subterráneas de Kabul: en busca de una resistencia oculta en Afganistán.

El primer contacto que tuvo Nordberg con esta realidad fue cuando conoció a las gemelas Benafsha y Beheshta, de 10 años, en su casa en Kabul. Las niñas le dijeron que su hermano menor, Mehran, es en realidad una niña, y la periodista, entones residente en Nueva York, pensó que había entendido mal el inglés de las chicas. Sin embargo, poco a poco descubrió que, en efecto, en Afganistán hay niñas que se visten como niños hasta la pubertad, cuando deben renunciar a su relativa libertad por las aplastantes limitaciones de la feminidad que existe en el país.

La investigación de Nordberg sobre el fenómeno tira de los hilos de la historia, la religión, la cultura y la economía que llevan a las familias a redefinir a sus hijas como hijos, y sus hallazgos subrayan la espantosamente baja consideración que tienen las mujeres en Afganistán. Mujer y extranjera, Nordberg se halla a menudo en un terreno inestable, pero logra transmitir, en estas páginas, la textura de la vida doméstica de Kabul, con la misma delicadeza que usa para desenredar las políticas de género de un país profundamente dañado.