Aunque es evidente que hay grandes diferencias entre un robot de forma humanoide como los que anticiparon las películas y novelas y las aplicaciones de Inteligencia Artificial que realizan tareas de forma autónoma y más o menos inteligente, incluso con capacidad de aprendizaje, los robots conviven contigo desde que te levantas hasta que te acuestas. En la cocina, en la piscina, o mientras duermes.

Quienes se dedican a desarrollarlos y venderlos están muy interesados en conseguir que los humanos tengamos plena confianza en esos robots. Entre otras cosas porque si no nos fiamos de un robot, difícilmente vamos a dejar que nos opere, como ya ocurre con los robots cirujanos.

Robots por todas partes

Como decía al inicio, un robot que no vemos, como es una aplicación de un smartphone o el sensor que controla la iluminación y temperatura de un edificio genera menos desconfianza, salvo quizá la privacidad en casos como los asistentes de voz, que una máquina que se mueve hacia nosotros y nos habla. Recientemente hemos visto como Amazon compró los robots que solo barren las casas y despertó suspicacias sobre si era una forma, otra más, de espiar nuestros hogares por dentro.

Si un robot nos habla nos fiamos más de él

Por mucho que lo fabriquen con aspecto de muñeco de juguete y le pinten una sonrisa, ver dirigirse a ti a un robot puede imponer cierto respeto. Llámalo recelo y hasta miedo.

Si hasta una muñeca de porcelana o un disfraz de payaso pueden ser tétricos, no hace falta haber visto muchas películas para que te resulte amenazante.

 

Pues bien, un estudio publicado en Arxiv.org por Cornell University llega a la conclusión de que la clave está en que nos hable. El documento que se titula Using Speech to Reduce Loss of Trust in Humanoid Social Robots presenta datos de dos experimentos de interacción humano-robot en línea en los que 227 participantes vieron videos de un robot humanoide que mostraba comportamientos defectuosos o no defectuosos mientras permanecían mudos o hablaban. Se pidió a los participantes que evaluaran su percepción de la fiabilidad del robot, así como su simpatía, animación e inteligencia percibida. Los resultados muestran que, mientras que un robot no defectuoso logra la mayor confianza, un robot aparentemente defectuoso que puede hablar logra mitigar casi por completo la pérdida de confianza que de otro modo se ve con un comportamiento defectuoso. A partir de ahí, los investigadores Amandus Krantz, Christian Balkenius, Birger Johansson teorizan que esta mitigación está correlacionada con el aumento de la inteligencia percibida que también se ve cuando el habla está presente.

La confianza en los robots tiene un sesgo

Otro estudio de la universidad de Tokio, citado por el blog tecnológico The New Now, llega a la conclusión de que confiamos más o menos en función del tipo de aplicación para la que se use la Inteligencia Artificial. Para ello utilizaron una métrica con un sistema de calificación sobre la actitud de las personas frente a cuestiones como la ética de los robots. Aunque explican que “La ética realmente no se puede cuantificar”, se emplearon ocho temas comunes  como son privacidad, responsabilidad, seguridad y protección, transparencia y explicabilidad, equidad y no discriminación, derechos humanos, control de la tecnología, responsabilidad profesional y promoción de los valores humanos. Los detalles de la investigación se pueden leer en el documento Octagon Measurement: Public Attitudes toward AI Ethics y arrojan como conclusión principal que existe un sesgo y principalmente de género y la edad. es decir, hombre o mujeres, jóvenes o adultos no tienen los mismos criterios a la hora de confiar en lo que hace un robot.

Los niños confían más en los robots, y a veces más que en los adultos

Siguiendo con los estudios que analizan la confianza en los robots, uno reciente presentado en la  31.ª Conferencia internacional IEEE sobre comunicación interactiva humana y robótica (RO-MAN)  llegó a la conclusión de que los niños llegaron a confiar más sus secretos y emociones a un robot que a sus tutores o al psicólogo. Se trataba de averiguar la eficacia del uso de robots como asistentes en el trabajo de los psicólogos sobre salud mental infantil y comprobaron que “Dado que el robot que usamos es del tamaño de un niño y no amenaza en absoluto, los niños pueden ver el robot como un confidente; sienten que no se meterán en problemas si comparten secretos con él”. Cierto es que en este caso, el robot era del tipo juguete, pero la cuestión de fondo es que gracias a él, los niños que podrían estar experimentando preocupaciones relacionadas con el bienestar mental,  pudo permitirles divulgar sus verdaderos sentimientos y experiencias.  El estudio completo está en línea y se titula Can Robots Help in the Evaluation of Mental Wellbeing in Children? An Empirical Study.’ 

Hasta un robot con sentido del humor genera confianza

El último de los estudios publicado hasta el momento sobre cómo mejorar la confianza en nuestra relación con los robots, explica cómo los investigadores tratan de enseñarles a reír de forma natural, es decir, a mostrar sentido del humor. La risa es una forma amigable de relación que demuestra empatía, pero que depende de factores culturales. No todas las personas, ni todos los pueblos, ríen por lo mismo. Por eso, en un futuro ya presente en el que nos relacionaremos constantemente con robots y otro tipo de inteligencias artificiales, los investigadores de la Universidad de Kyoto han logrado que uno de sus robots aprenda cuándo una risa debe ser respondida con otra risa, dentro del contexto adecuado. Y el secreto está en la forma en que la risa es compartida. Según el artículo un humano inicialmente se ríe y el sistema de IA responde con una risa como una respuesta empática. Este enfoque requirió diseñar tres subsistemas: uno para detectar la risa, un segundo para decidir si reír y un tercero para elegir el tipo de risa apropiado.” El estudio también está en línea y puedes leerlo en Can a robot laugh with you?: Shared laughter generation for empathetic spoken dialogue,

Un futuro en el que los humanos necesitaremos ser asistidos por robots y que sean amables

Más allá de que nos barran la casa o nos enciendan las luces al pasar, en un futuro no muy lejano es más que probable que los humanos necesitemos estar asistidos por robots que nos acompañen en la vejez y la previsible soledad. Por ello, los expertos se afanan en hacerlos cada vez más amigables y empáticos. Existen ejemplo ya de cómo alos robots de asistencia social son capces de saber cuándo alguien necesita ayuda solo mirándole a los ojos y entendiendo las señales de lenguaje no verbal.  Y si el robot que tenemos en casa es un “sencillo” asistente de voz, se ha desarrollado una app capaz de automatizar el tratamiento de enfermedades mentales para lo cual ha sido necesario trabajar la personalidad de la Inteligencia Artificial.