Da igual cuál sea el sistema. En biología, en física, en química y en la sociedad, la sencillez siempre triunfa. Aquello que precisa de menos condiciones y esfuerzo para producirse. Es quizá el secreto por el que el sistema económico occidental funciona tan bien. 

Su capacidad de retroalimentarse, de reforzarse con causas y efectos interrelacionados para generar situaciones nuevas que inmediatamente son aprovechadas. En general para hacer negocios. Ahora YouTube se enfrenta a una nueva denuncia con ganas de encogerse de hombros y decir “es el mercado, amigos”. 

El caso es que la revista Bloomberg acaba de acusar a los responsables de la plataforma de vídeos propiedad de Google de beneficiarse del discurso del odio. Al parecer, estos mismos responsables han sido advertidos una y otra vez de que su medio estaba siendo utilizado por organizaciones de lo que allí llaman “alt-right” y por aquí conocemos como extrema derecha. 


Es el "engagement, amigo"

La base de todo es lo que en estos medios se llama “engagement”. Es decir, la repercusión que alcanza el contenido y que se mide en likes, comentarios y veces que se comparte. Y todo sumado, da una cantidad de dólares que a YouTube y a Google les viene muy bien. 

Ahora, frente a estos ingresos económicos, está el papel de la plataforma como propagadora de discursos del odio y fake news


Pero nadie es inocente aquí. Porque más allá de la actitud de los responsables de YouTube está la actitud de las personas que acceder a la red de vídeos. Por el motivo que sea, estos contenidos están siempre entre los más vistos y más comentados.

Sea por filiación o para reírse un rato de argumentos absurdos, el caso es que hacemos clic una y otra vez. Y son estos clics los que, en la actualidad, ponen en marcha la máquina de hacer dinero.