Comer un helado es un placer dulce pero también puede provocar una desagradable sensación: sentir una intensa punzada recorriendo la frente, un latigazo que a veces pasa por los ojos camino al cerebro.

Es breve, eso sí. Ni suele durar más de cinco minutos. Se denomina cefalea del helado o cefalea por estímulos fríos, y a algunas personas se las provocan incluso inhalar bebidas frías, que no llegan a estar heladas. Hay dudas sobre la causa de esta sensación, pero una teoría extendida es que, al contacto del frío con el paladar o la parte trasera de la garganta, se provoca una especie de alarma: advierten de la incomodidad al cerebro a través del nervio trigémino, también conocido como quinto par craneal, que tiene una porción sensitiva y una porción motora.

También se ha planteado la tesis de que los vasos sanguíneos se encojan y dilaten rápidamente para prevenir la pérdida de calor corporal.