Mucho se ha hablado últimamente de la nueva moda de inhalar vapores de veneno del llamado sapo 'bufo alvarius', una especie de anfibio que almacena en unas glándulas, tras la cabeza, una secreción alucinógena. Parece que ya no hace falta esnifar cocaína para colocarse. Basta con besar a la rana para ver al príncipe, o fumar bufotenina o la 5-MeO-DMT, esas sustancias psicotrópicas que segrega el animal, que se utilizaba en rituales americanos ancestrales y ahora se comercializa, en general, con usos terapéuticos.

Según la Fundación ICEERS (International Center for Ethnobotanical Education, Research & Service), si se fuma o consume vaporizada, “la 5-MeO-DMT presenta unos efectos inmediatos y cortos, habitualmente de menos de 20 minutos de duración, aunque de una intensidad a menudo inesperada”. Cuando se inhalan los vapores de la 5-MeO-DMT, los efectos se instauran a los pocos segundos y su aparición es “súbita”. Los efectos máximos se presentan “en menos de 1 minuto y se prolongan durante unos 5-15 minutos”. La bufotenina causa alucinaciones ópticas como destellos de luz, pero también mareos, presión arterial alta y confusión.

Es un efecto que puede recordar al del LSD: una sobreestimación de uno mismo, visiones coloristas, euforia y verborrea. Aunque también puede ir acompañado de consecuencias secundarias desagradables como dolor de cabeza, mareos y náuseas, así como vómitos y temblores en los ojos. Y puede ser realmente peligroso si hay una reducción drástica en los latidos del corazón o arritmia cardíaca.

La secreción de sapo se consume sobre todo en Estados Unidos, donde el llamado sapo de Colorado, una especie de hasta veinte centímetros, es un auténtico objeto de deseo. Esta secreción que son capaces de producir los anfibios detrás de su cabeza sirve, por un lado, para alejar a los depredadores, y por otro lado, para evitar que los infesten los parásitos y otros microorganismos. Así, el veneno causa irritación en la piel y la membrana mucosa al contacto. En el caso de los depredadores que no son demasiado grandes, como los pequeños mamíferos o lagartijas, el consumo de secreciones de sapo puede incluso provocarles la muerte debido a daños en los músculos del corazón.