Como reza el cliché, ha razones que la razón no entiende. Como la decisión de Japón de cazar ballenas indiscriminadamente a partir de junio de este nuevo año. 

Como Islandia y Noruega

El país nipón ha estado mareando la perdiz durante décadas con este tema. Pese a pertenecer a la Comisión Ballenera Internacional, organismo que regula las capturas, los barcos japoneses siempre han matado más cetáceos de los que en principio podía por cuotas. 

Como ya habían hecho otros países con similares mentalidades al respecto, como Islandia o Noruega, Japón ha decido abandonar la Comisión de forma unilateral. Y ha anunciado que cazará todas las ballenas que se les antojen dentro de sus aguas jurisdiccionales. 

Las razones alegadas son una mezcla de tradición y soberanía, que muy bien podrían ocultar razones, cómo no, económicas. Para Japón, la caza de ballenas es, al parecer, una tradición de largo arraigo, así como el consumo de su carne. 

0,1% del total de carne

Lo cierto es que este último aspecto hace tiempo que dejó de ser clave. El consumo de productos derivados de los cetáceos ha descendido significativamente desde que las capturas se restringieron y el precio de esta materia subió. De hecho, según medios japoneses, la carne de ballena supone menos del 0,1% del consumo de carne en el país. 

Pese a que las autoridades han asegura que harán una explotación sostenible de las ballenas que crucen sus aguas, muchas asociaciones ecologistas han lanzado la señal de alarma. Están, lógicamente, preocupados por las especies más comunes en esas aguas, como las ballenas minke.

Esta decisión viene motivada por los continuos fracasos de Japón ante la CBI para que incrementara las cutas de capturas. Su petición de aumentar el número de ballenas que podían ser capturas con fines comerciales fue denegada y los responsables del país asiático han decidido tirar por la calle de en medio.