Finalmente, el proyecto elegido por la NASA ha sido Dragonfly. Después de varios meses de deliberaciones, este drone que surcará los cielos de Titán es el ingenio que la agencia espacial norteamericana va a sufragar y desarrollar para ser lanzado en 2026.

Titán es el satélite más grande de Saturno y uno de los entornos que más curiosidad despiertan en los científicos por sus condiciones. Las distintas sondas lanzadas para el estudio de los grandes planetas nos han permitido conocer más sobre la composición de su atmósfera y de su superficie. Y ahora, o mejor dicho, en una década, se espera desentrañar sus secretos plantándonos allí. 

Dragonfly es un nuevo tipo de sonda. Su principal diferencia es que podrá volar de un lugar a otro del satélite. Y en sus vuelo, tomar medidas y datos de la composición del aire titánico. Comprobar, que es a lo que hemos venido, si los compuestos orgánicos de su atmósfera han permitido el desarrollo de vida aunque sea microscópica. 

El proyecto ganador compitió con otras 12 propuestas presentadas en primer término y contra otro finalista. Quizá el factor determinante para ser el elegido es que su peculiar diseño le permitirá posarse en más de 10 localizaciones distintas e ir analizando y enviando información de cada nuevo emplazamiento. Además, de poder hacerlo también en pleno vuelo.

Pero su viaje no será fácil. Dragonfly viajará nada menos que ocho años en una capsula espacial. Y eso será la parte sencilla. Después llegará el momento crítico cuando ingrese en la atmósfera titánica, que aunque más o menos bien conocida, nadie sabe cómo podrá comportarse la protección y los sistemas de aterrizaje. 

Si todo va bien, Dragonfly tendrá que adaptarse a una atmósfera cuatro veces más fina que la de la Tierra y a una atracción gravitacional que es la séptima parte de nuestro planeta. Estos factores harán que sus vuelos sean más sencillos. Aunque no habrá nada sencillo en su misión.