Lo normal es pensar que un individuo que actúa como huésped de un parásito tiene sus días contados. O al menos su calidad de vida se ve tan afectada que puede afectar a su salud de manera grave. Pero hay parásitos que tienen justo el efecto contrario. Como el caso de las larvas de ostras. 

Ya es curioso que las larvas de las ostras perlíferas actúen como parásitos. En ese estado se agarran a las branquias de los salmones. Ahí se fijan y pasan a alimentarse de los nutrientes que pasan por este filtro. Pero no es en lo único en lo que afecta al pez. 

El ciclo de vida del salmón es para los escolares tan conocido como la actividad de los parásitos. Después de madurar en el mar, los salmones se adentran en los ríos para aparearse, desovar y morir. Es lo que se denomina científicamente senescencia programada. 

Lo que acaban de descubrir los científicos es que esas larvas de ostra instaladas en las branquias del pez, desactivan esa senescencia. Los peces que están infestados por larvas viven hasta cinco o seis veces más que los no parasitados. 

'Hackeo' del metabolismo

Aunque no tienen muy claro todavía cómo lo hace, lo real es que la larva consigue no solo que el salmón cambie sus hábitos. También consigue que el cuerpo del salmón se deteriore más lentamente. En ejemplares infestados la piel y las mucosas se conservan en mejor estado que en aquellos “sanos”. 

Los primeros estudios apuntan a que las larvas de ostra consigue desactivar la cascada de regulación fisiológica que se produce entre el hipotálamo, la pituitaria y el sistema endocrino del pez. Este hackeo del metabolismo del animal hace que, literalmente, envejezca más despacio. 

Las intenciones de la larva están claras. Mantenerse bien alimentada e instalada en las agallas del salmón el mayor tiempo posible. Al menos el necesario para soltarse y convertirse en el molusco que todos conocemos. Y para eso, necesita tiempo.