La agenda de los presidentes del Gobierno suele ser apretada. Decenas de reuniones, visitas, comparecencias y recepciones que están medidas al segundo para poder abarcar todo. Por ello, son muchos los jefes de gobierno que tienen estrategias para comunicar a sus equipos que acaban las reuniones con códigos. Sin embargo, existen sistemas más sofisticados como botones ocultos que hacen que acabe la reunión de turno. Así ocurre en el Palacio de La Moncloa, en concreto en el salón Tàpies.

En la mesa que se ubica en la estancia hay oculto un botón que se pulsa con el pie para informar de que el presidente está cansado, quiere que acabe la reunión o quiere que entre alguien.

Así lo ha desvelado José Luis Sastre en Hoy por hoy asegurando que ese botón ya se encuentra inactivo. "Cuando tu veas al presidente del Gobierno, sea quien sea, lo tenía Rajoy, lo tenía Zapatero, lo tiene don Pedro", comentaba de broma con Miguel Maldonado.

"Lo tiene en el pie. Entonces, hay un interruptor que está en el pie. Te lo prometo. Cuando el presidente, los presidentes del gobierno de turno, están cansados de la visita o creen que se ha acabado o piden que alguien entre, le dan con el pie discretamente y se lo llevan", aseguraba ante el estupor de su colaborador. "¿Sabes que pasa? Que no va", agregaba.

"¿Está desenchufado?", preguntaba Maldonado. "Está desenchufado. No sé qué presidente mandó instalarlo y no sé qué presidente mandó desinstalarlo", se explicaba el presentador.

Sin embargo, Miguel Maldonado lo tenía claro: "Tuvo que ser Felipe González". "¿El que lo instaló o lo desinstaló? Porque estuvo tantos años Felipe González que pudo hacer las dos cosas", completaba Sastre de broma.

Lo cierto es que a tenor de las imágenes que tenemos de la sala en la que se fusiona el arte y la política de una manera sorprendente, es fácil imaginarse donde se encuentra el interruptor. Nombrada en honor al renombrado artista catalán Antoni Tàpies, esta sala tiene dos zonas: una con una mesa de trabajo y otra con sofás en las que suelen producirse siempre las visitas de Estado y donde presidente e invitado charlan y conversan durante unos minutos.

Como curiosidad, este espacio no solo fue creado como un lugar de encuentro para diplomáticos y líderes, sino también como un espacio que refleja la apreciación del gobierno por la creatividad y la innovación. La Sala Tàpies se convierte así en un recordatorio tangible de la importancia de la cultura y el diálogo en la toma de decisiones que afectan a todo el país y que sirve para que las personas reconocidas extranjeras puedan llevarse ese mensaje a sus respectivos países.

Al estilo de Isabel II 

En las entrañas de las majestuosas residencias reales de Inglaterra, surge un misterio que ha capturado la imaginación del público y ha dado lugar a una serie de conjeturas: el denominado como botón de finalización de visita, una herramienta supuestamente discreta que otorga a los monarcas británicos el poder de poner fin a sus encuentros oficiales con elegancia y eficiencia.

Aunque no existe una confirmación oficial por parte del Palacio de Buckingham sobre la existencia de este botón, los relatos persisten, insinuando una forma única en que la realeza maneja su apretada agenda. De hecho aparece refñejado hasta en la aclamada The Crown. Se dice que, cuando se presiona este botón, comienza una coreografía cuidadosamente orquestada por el personal de palacio: asistentes discretos guían a los invitados hacia el final de la visita real, ajustando gradualmente la atmósfera de la sala y asegurando que los protocolos de despedida se sigan al pie de la letra.

La existencia de este botón no solo alimenta la curiosidad pública, sino que también plantea cuestiones más profundas sobre la naturaleza de las relaciones sociales en el mundo moderno. ¿Es este dispositivo una herramienta pragmática para gestionar la apretada agenda de los monarcas o una representación simbólica de la distancia tradicional entre la realeza y la sociedad? ¿O tal vez es simplemente un mito contemporáneo que se ha arraigado en la cultura popular?

Independientemente de su existencia real, el botón de finalización de visita arroja luz sobre la fascinación duradera que la realeza británica ejerce sobre el público. Encarna debates sobre el protocolo, el poder y la influencia en una época en la que la transparencia y la modernidad chocan con las tradiciones arraigadas. Si bien la presencia exacta de este botón puede seguir siendo un enigma, su mera especulación ilustra la intrincada intersección entre el pasado y el presente en el majestuoso escenario de la realeza inglesa.