El PSOE pasó a velocidad supersónica por las fases del duelo. De la negación del miércoles por la noche, a la aceptación encarnada por Pedro Sánchez desde la sala de prensa del cuartel general. La formación del puño y la rosa concentró en menos de 24 horas sus días más duros en prácticamente una década. La publicación del informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil dejaba a Santos Cerdán al borde del precipicio a media mañana del jueves. El ya ex secretario de Organización socialista, hombre de máxima confianza del presidente del Gobierno para controlar el día a día de Ferraz, puso su cargo a disposición de su jefe antes de que éste entonara el mea culpa y de que las lágrimas de María Chivite inundaran las redes sociales.

El informe de la UCO situó a Cerdán como engranaje principal de una maquinaria corrupta que obraba a ocultas del resto de sus compañeros. Así lo transmitió en su comparecencia Pedro Sánchez, que quiso encapsular por completo los hechos entre las paredes de Ferraz; dejando a Moncloa – o intentándolo – fuera de la onda expansiva de la corrupción que le atribuyen los investigadores al ex número tres del PSOE.

Hechos que, como hicieran desde Ferraz el miércoles, negó el interesado. Cerdán aterrizó el jueves en el Congreso de los Diputados sabedor de que era el blanco de todas las miradas. El todavía número tres despachó al enjambre de corresponsales parlamentarios y cámaras insistiendo en que nada tenía que ver con los hechos que apuntaban unos titulares que se sustentaban sobre un informe que todavía no estaba en poder de las partes ni tampoco de los medios de comunicación. De hecho, hasta poco después de esas declaraciones, vivía con las ataduras del secreto de sumario.

Secreto que levantó el magistrado Leopoldo Puente pocos minutos después de la autodefensa de Santos Cerdán en los pasillos del Hemiciclo y que desencadenó en uno de los días más negros de la historia reciente del PSOE. Durante el Pleno, que se reanudó para el debate de totalidad de enmiendas a la Ley de acceso a la carrera judicial y fiscal, el número tres de Sánchez ojeaba cuanto podía las 490 páginas que conformaban el informe de la discordia. Un fotógrafo de Europa Press lo captó in fraganti, aunque el propio Cerdán despachara a los periodistas parlamentarios con un último “engaño”. “No lo he leído”, respondió con un tono propio del que ya sabe lo que le espera en las próximas horas.

Dimisión y perdón a la ciudadanía

La actualidad parlamentaria quedó opacada en un segundo plano por el tsunami de titulares que señalaban a un Cerdán que ya aceptaba públicamente el ofrecimiento del instructor para comparecer ante el tribunal. La cita será el próximo 25 de junio, a las 10:00 horas. Pero ya no lo hará como número tres del PSOE. Ni siquiera como diputado. Pues en esas horas en las que cada alerta informativa soterraba el escándalo anterior, el navarro preparaba su via crucis al Palacio de La Moncloa, donde el presidente del Gobierno le pidió su dimisión con la mirada del amigo que se sabe traicionado.

Así lo exhibió el propio Sánchez poco después. El PSOE citó a los medios de comunicación en Ferraz a las 17:15 horas: el presidente iba a comparecer. Lo hizo, pero en calidad de secretario general, mandando un mensaje a sus socios advirtiendo de que este escándalo nada tiene que ver con el Gobierno ni las alianzas parlamentarias, sino que se trata de una manzana podrida que cayó del árbol socialista. Aunque desde el bloque de la investidura preparaban las antorchas para exigir un “reseteo” de las relaciones o concertar nuevas reuniones tras la caída en desgracia de su enlace.

Lo cierto es que Sánchez dio la cara a la mayor brevedad posible, dando tiempo al propio Cerdán a pasar por el cuartel general para recoger sus bártulos sin cruzarse. El líder del PSOE cogió el toro por los cuernos y arrancó su discurso, con la cara desencajada por la “decepción” y la traición a su confianza, pidiendo “perdón”. No sólo a la militancia socialista. También a la ciudadanía. Asumió la responsabilidad hasta donde le llegaba, que no es sino la elección de Santos como número tres. Designación basada en años de relación que han truncado el peso de los hechos narrados en 490 páginas con el sello del Instituto Armado.

“Quiero pedir perdón porque esta misma mañana yo mismo confiaba en la inocencia del secretario de Organización”, espetaba el secretario general, quien en virtud de los indicios que desprendía el informe de la UCO solicitó el “acta del propio Santos”. De inmediato, tras asumir la imposibilidad de que exista la “corrupción cero”, anunció una auditoría externa y puso encima de la mesa una reestructuración del Comité Ejecutivo Federal. “Para mí es una enorme decepción. Como he dicho antes, no soy perfecto, tengo muchos defectos. Uno de ellos es creer en el poder transformador de la política. La respuesta siempre será contundente”, remataba, antes de rechazar la idea de un adelanto electoral o cualquier otra medida de calado nacional. Todo queda en casa.

Las lágrimas de Chivite

Pocas horas después a la rueda de prensa del líder del Ejecutivo, la presidenta de Navarra dejaba uno de los otros momentos de la tarde, una escena que, como la de Sánchez, resumía a la perfección el sentimiento de desolación que inundaba a la formación que lidera el Gobierno de coalición.

Chivite empezó dejando claro que no estaba siendo “un día fácil” para ella ni su partido y, según avanzaba en su discurso, se le fue quebrando la voz, hasta que no pudo contener las lágrima. “No se corresponde con la persona con la que yo he compartido mi carrera política, que es mi compañero de partido y amigo”, dictó.

"Por eso, desde el respeto a la presunción de inocencia, que creo que eso es lo que debemos hacer todos y todas mientras no haya un juicio que así lo determine, espero que Santos sea capaz de demostrar su inocencia. Está siendo un día complicado", añadió.

Más allá de las palabras, la presidenta navarra explicó que había trasladado a los grupos parlamentarios que sostienen al Ejecutivo un paquete compuesto de tres iniciativas: encargar a la Oficina de Buenas Prácticas y Anticorrupción analizar todas las adjudicaciones que ha tenido la administración foral con las empresas que aparecen en el informe, una auditoría externa y solicitar que la Cámara de Comptos analice dichas adjudicaciones.

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