Isabel Pantoja no fue honesta ni con él ni contigo cuando abandonó la cárcel de mujeres de Alcala de Guadaira (Sevilla).  Los dos años en los que la tonadillera estuvo recluida estuvieron llenos de polémica por los privilegios que tuvo. La relación de Pantoja con la directora del centro, Isabel Cabello, facilitó a la tonadillera su estancia en prisión.

Meses antes del ingreso de la tonadillera en prisión, se reformó totalmente su celda. Se rehabilitó el baño que iba a usar la cantante, se pintaron las paredes y hasta se compró una cama nueva, con su colchón y edredón de plumas incluido para que la artista durmiera bien.

Pese al trato habitual que tiene cualquier delincuente, la directora enseñó toda la prisión a Pantoja el día de su ingreso y la acompañó a su celda asegurando que tendría un trato preferente.

El buen trato a la presa era tal que hasta los funcionarios de la prisión presentaron una denuncia a Instituciones Penitenciarias señalando estos hechos. Tal fue su impunidad que aseguraban que se permitía a la tonadillera “cuestionar a la autoridad” ante otras internas.

Isabel se llevó las sábanas con el estampado de la prisión

Tal era la buena relación entre ambas, que hasta cuando salía de permiso la cantante mandaba besos a Cabello a modo de despedida. Durante su último día en prisión pudo estar sola en la celda donde, según asegura La Razón, se llevó las sábanas con el logotipo de la prisión de Alcalá de Guadaira, algo que según asegura el citado medio "está prohibido y que causó gran extrañeza entre los funcionarios que lo advirtieron después".

La noticia sobre la desaparición de las sábanas que evocaban al "que se duerma la noche en mis sabanas blancas" corrió como la pólvora por el centro penitenciario provocando las mofas de los trabajadores del centro y del resto de internas.

El día que firmó la libertad condicional y se despidió de los mandos de la prisión haciéndose fotos con la directora y otros funcionarios, a los que prometió entradas VIP para su primer concierto. Pese a estar prohibido en el protocolo que rige el sistema penitenciario español, excarcelación de la presa condenada a dos años por blanqueo de capitales fue todo un espectáculo.