Tras la entrada del ejército ruso en territorio ucraniano, la famosa marca de alta costura y otros productos relacionados con la belleza y la estética Chanel ha tomado la decisión de prohibir la venta de sus productos a cualquier persona vinculada con Rusia, incluyendo a los propios ciudadanos del país. Para poder comprar un producto de la casa francesa, habrá que demostrar que no se es ruso. 

Esta medida ha despertado una indignación general y ha sido tachada de xenófoba, ya que pone el foco en población civil, que no tiene ninguna asociación con el gobierno ruso ni con los perpetradores de la invasión.

Por su parte, las influencers del país han decidido llamar al boicot a la marca, publicando en sus redes sociales cómo destrozan los bolsos que poseen y sosteniendo: “Ningún bolso vale más que el amor que siento por mi país”.

A golpe de cizalla

Algunos ejemplos de celebridades online rusas que se han sumado a manifestar su enfado son Victoria Bonya, con nueve millones de seguidores, que ha definido el boicot al pueblo ruso como “una vergüenza” y a la casa francesa como “racista y rusófoba”, o Marina Ermoshkina, con 300.000 seguidores, quien ha subido un vídeo a su cuenta de Instagram donde, tras dar un discurso en su idioma natal, ha procedido a sacar una cizalla y a destrozar un bolso de Chanel en señal de protesta.

Chanel ya anunció con anterioridad el cierre de sus tiendas en Rusia, decisión tomada también por otras empresas como Inditex o Ikea. Sin embargo, el boicot internacional a la ciudadanía rusa, siendo necesario no haber nacido allí para comprar uno de sus productos, es una decisión nueva y controvertida.

La portavoz de la cancillería rusa, Maria Zajarova, ha arremetido contra la marca y la ha acusado de colaborar con el nazismo alemán en el pasado y de “continuar el legado de su fundadora y unirse a la campaña rusófoba para cancelar a Rusia”.