En una sala con luces sensuales en tonos rojos, rosas y azules, se sienta una pareja de mediana edad con cuerdas a sus pies. Alrededor de 15 manojos de cuerda rodean la pequeña parcela que está separada del resto de la habitación espaciosa, decorada con sofás de piel, sillas cómodas y arte. Al contrario de los estereotipos, la mazmorra está en la misma zona que la sala principal y no en un sótano oscuro y sucio; está elevada unos pocos escalones de la planta principal con cortinas de plástico que permiten, además de la visualización de lo que ocurre dentro, que los Dungeon Masters (las personas encargadas de la seguridad) estén atentos en el caso de que haya una violación de las reglas o de los acuerdos que hayan establecido los participantes con anterioridad.

Eso es lo que prima en los clubs del BDSM: el consentimiento. A pesar de que parte de la sociedad describe el BDSM como algo malo, sucio y que merece ser escondido, los que están inmersos en el mundo hacen llamamientos para que se normalicen las prácticas. Así, la seguridad y la inclusión se convierten en materia prima de los clubs. Con una palabra de seguridad para todo el club, reglas que afirman que el no significa no y la prohibición de juegos peligrosos, la protección prima en el ambiente. “Las propias siglas BDSM significan bondage, dominación, sumisión y sadomasoquismo. Puede ser una forma de vivir, una forma de sentir, una filosofía, un estilo de vida o una alternativa meramente sexual, también. Entre personas adultas, por supuesto, y todo basado en la seguridad, en la sensatez y en el consentimiento. Y con sumo respeto”, explica Odín, fundador de La Nueva Pastelería, el primer club de BDSM en Madrid.

El BDSM es una práctica con creciente popularidad y visibilidad, especialmente a raíz de películas cuyas tramas se centran en relaciones BDSM o kink -50 sombras de grey, The Secretary, etc.-. Pese a que hayan recibido críticas por la representación errónea de la comunidad, algunos defienden que ha tenido efectos positivos sobre la comunidad. “Al principio, yo sí que había pensado decir que había perjudicado un poco porque daba una imagen un poco engañosa”, contó Odín. “Pero, luego dije que sí, que estaban bien”, explicó, porque “si ha habido alguna persona que, a través de ello [las películas], le haya puesto nombre a lo que sentía, me vale”. Al mismo tiempo, otros educadores están de acuerdo con esta visión, pero advierten que las películas dan una visión excesivamente tramposa para los que entran en el mundo a través de ellas.

La privacidad es otra materia prima en la mayoría de los clubs de BDSM. Generalmente, se prohíben las fotos, algunas personas no utilizan su nombre legal y no se suele compartir detalles sobre las personas que uno ha visto en el local para proteger su identidad. Personas de alto standing, famosos y gente normal pasan por las puertas de clubs como La Nueva Pastelería en búsqueda de comunidad y de personas que comparten la misma filosofía de vida.

Un juego de cuerdas

A eso de las 12 de la noche, una pareja empieza a colocar alfombrillas esponjosas sobre el suelo de una parcela delimitada con cuerdas para proteger las rodillas de la sumisa del suelo frío y rugoso. El dominante coge uno de los manojos de su alrededor para atar las manos de su pareja, dejando casi dos metros de la cuerda sobrante en manos de una amiga de la pareja que se sienta en el sofá opuesto. Otros sofás de piel rodean la parcela para visualizar el primer evento de bondage de la noche con parejas o individuos sentados, bebida en mano, mirando atentamente. Música cinematográfica toca al fondo para ayudar a bloquear las conversaciones de los socios en la zona de fumadores y para ambientar la escena.

La sumisa mira hacia arriba brevemente para ver el soporte de bambú de la que estará colgada en poco tiempo, pero en poco tiempo sus piernas son atadas con cuerda y nudos intricados. El dominante la inmoviliza y le tapa los ojos, pero ella asienta la cabeza en confianza. Empieza conectando su pierna izquierda al soporte del bambú que cuelga desde la estructura superior hasta estar seguro de que no se puede desatar y sigue con la siguiente pierna; su pareja está colgada por completo, pero expresa su placer para asegurarle a su pareja que ella está bien.

Al final de la canción, el dominante desata a la mujer delicadamente y la coge en sus brazos para tranquilizar a los dos. Odín les acerca botellas de agua para ayudar con el aftercare (término empleado que describe la atención y el cuidado que se lleva a cabo después de una escena) y la pareja empieza a recoger las cuerdas hasta unirse con sus amigos para comentar la escena.

Uno de los socios por un día explicó que hay pequeñas diferencias entre las prácticas del bondage entre países. Al comparar Francia con España, ambos países en los que la socia había atendido clases, explicó que la diferencia principal es la seriedad empleada al practicar diferentes ataduras. “En España, creo que lo que importa más es la conexión con la persona”, cuenta. Al preguntarle a Odín sobre estas diferencias, matizó que “en teoría no debería haberlas”, pero el “enfoque” es donde se perciben ligeras divergencias. “El enfoque quizás es más serio, más formal, fuera de España”, explica, citando a Alemania y a Estados Unidos como ejemplos.

Cómo entrar en el mundo del BDSM

Una de las principales preguntas que ronda la cabeza si uno está interesado en el BDSM es: ¿cómo se aborda el BDSM si no se sabe por dónde empezar?

Al preguntárselo a Odín, destacó que lo primordial es la comunicación y la sinceridad. Si uno tiene pareja y quiere abordar el tema, es importante ser sincero e informarse sobre lo que le interesa, pero también poder comunicarlo. La información y la educación es un elemento esencial en la comunidad para asegurar que las personas están siendo seguros: “Aconsejo ir a un sitio como este [un club de BDSM], públicamente, porque la seguridad va a ser infinita […] vas a ver cómo funciona todo”. “Infórmate siempre de asuntos” resalta.

El BDSM y el kink son prácticas que se están empezando a aceptar en la esfera pública y registra cada vez más participantes. En un estudio publicado en el Journal of Sex Research en 2020, más de 40% de las personas encuestadas dijeron que habían tenido una fantasía sexual relacionado con el BDSM mientras que otro 20% afirmaron que habían practicado el BDSM.

“Es una forma de vivir cada uno, su sociabilidad, sus relaciones, su forma de sentir”, expresa el fundador de La Nueva Pastelería, explicando que el BDSM va más allá de las relaciones sexuales. Pese a que uno no suele divulgar detalles sobre su vida íntima entre conocidos o amigos, Odín anima a que las personas interesadas en el mundo del BDSM lo comparta con amigos: “Normalmente no se cuenta [la vida íntima], ¿no? Pero yo animo que sí, de alguna manera. Yo no tengo nada que ocultar, no tengo nada que esconder, todo lo contrario. Nos sentimos orgullosos de haber dado un paso más y de ser así de sinceros, de abiertos y de disfrutones”.

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