En los años noventa, pocos rostros eran tan habituales en la televisión española como el de Andoni Ferreño. Vizcaíno de nacimiento (Ermua, 1960) y madrileño de adopción, Ferreño fue uno de los presentadores más prolíficos de aquella década dorada de la televisión, llegando a conducir hasta trece programas distintos en un tiempo récord. Su presencia era constante: concursos, espacios de variedades, programas de verano o especiales de prime time. Una sobreexposición que lo convirtió en uno de los nombres más reconocibles de la pequeña pantalla y en un referente del entretenimiento televisivo. Sin embargo, aquel ascenso meteórico se apagó de golpe, obligándolo a cruzar el charco.

Su formación comenzó en Madrid, donde estudió Arte Dramático antes de dar el salto a la televisión. La oportunidad de ponerse frente a las cámaras le llegó de la mano de Telecinco, cadena en la que debutó como presentador en el Telecupón junto a Carmen Sevilla, un formato diario que lo situó en el centro de todas las miradas. Su estilo cercano, su sonrisa y su elegancia calaron en el público, que pronto lo identificó como uno de los presentadores estrella de la cadena.

Ese primer éxito fue el inicio de una carrera imparable. Telecinco confió en él para programas como Vivan los novios, Bellezas al agua o La ruleta de la fortuna, en los que consolidó su imagen de galán simpático y solvente. Su versatilidad también lo llevó a Antena 3, donde condujo espacios como Verano 3 o Doble y más. A nivel autonómico, fue también figura destacada en Telemadrid, con programas como Entre amigos y Noche sensacional. En apenas una década, acumuló más de una docena de formatos distintos, lo que lo convirtió en uno de los presentadores más prolíficos y omnipresentes de aquella época.

El fenómeno Ferreño tenía, sin embargo, un reverso inesperado. A finales de los noventa, las ofertas comenzaron a disminuir y, poco a poco, su presencia en televisión se diluyó. Este 2025, el presentador ha hablado sobre aquella etapa con Sonsoles Ónega en el formato que lidera en Antena 3: "Encendías la tele y ahí estaba yo. Pero un día todo cambió. El teléfono dejó de sonar y me encontré en casa, sin proyectos, sin llamadas. Fue un mazazo enorme”. Confesión que ilustraba lo abrupto de su desaparición mediática tras haber sido uno de los grandes nombres de la década.

Ante la falta de oportunidades en España, Ferreño decidió cruzar el charco y probar suerte en Latinoamérica, donde encontró en la ficción una nueva vía profesional. En Colombia participó en telenovelas como La Pola (2010), lo que le permitió reconvertirse en actor y demostrar una faceta diferente a la que el público español estaba acostumbrado. Aquella experiencia la recuerda como una auténtica salvación: “Cuando aquí parecía que ya nadie me quería, en Colombia encontré un lugar donde podía seguir trabajando como actor”, contaba. 

Su regreso a España lo llevó a centrarse en el teatro, un ámbito en el que ha consolidado su segunda vida profesional. A lo largo de los últimos quince años ha protagonizado obras como Trampa para un hombre solo, El clan de las divorciadas o Hay que deshacer la casa, compartiendo escenarios con figuras como Arturo Fernández, a quien reconoce como clave en su crecimiento artístico. “Arturo me abrió las puertas del teatro, y aquí sigo”, ha explicado en varias ocasiones.

El cine también ha contado con él, aunque de manera más puntual. Ferreño ha trabajado en títulos como La piel que habito (2011), de Pedro Almodóvar, y El crack cero (2019), de José Luis Garci, que le permitieron seguir vinculado a la interpretación. En 2024 estrenó Una noche con ella, de Juan Luis Iborra, y en 2025 ha vuelto a los escenarios con Se alquila, una comedia escrita por su hijo Gonzalo. En ella comparte tablas con otro presentador de su quinta, Agustín Bravo, lo que ha despertado una ola de nostalgia entre el público que los recuerda de sus días dorados en televisión.

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