Lleva toda una vida siendo su propia marca y su propia empresa. Habla sin pelos en la lengua, con la jerga del rocanrol y el desparpajo de quien lleva toda la vida haciendo lo contrario de lo que marcan los cánones y la corriente de la masa. Es violinista de conservatorio, pero lleva años sacando a bailar a Vivaldi por garitos, con guitarras distorsionadas, en lugar de tenerlo encerrado en el foso de la orquesta.  

Su séptimo disco, “El alma de un violín”, ha supuesto una mirada atrás en su carrera 

Se llama Judith Mateo y la mejor prueba de la integridad y solvencia de su carrera es el respeto que levanta en la profesión. Te mira a los ojos y sabes que no solo no te va a mentir, sino que te va a decir toda la verdad, pase lo que pase. Lleva con alegría los dolores [físicos y de los otros] que provoca un instrumento que es casi una tortura.  

Podría haberse quedado con su grupo de Cuenca, en el que no le dejaban casi ni tocar, como recuerda entre risas. Pero le dio por buscar su propio destino en solitario. Su séptimo disco, “El alma de un violín”, ha supuesto una mirada atrás en su carrera y al futuro, con seis temas nuevos.  

Emprendimiento  

El emprendimiento forma parte de su ADN. “Siempre he sido mi propia empresa, siempre he sido Judith Mateo. Es muy satisfactorio personalmente. Porque no te das cuenta de que vas creciendo, vas poquito a poco y te parece que no ha pasado nada. Pero cuando echas la vista atrás... Es algo para lo que me ha servido este disco, para darme cuenta de que tengo siete discos. Si me hubieran dicho que yo, violinista, iba a tenerlos...”. 

El camino no ha sido fácil. “Ser mujer instrumentista en este país es complicado. Sobre todo, si no cantas. Parece que todas las mujeres instrumentistas tenemos que cantar”. Pero asegura no necesitar “que venga alguien a ponerme una medalla como a un caballo. Mi vida no consiste en esto, consiste en trabajar y poder hacer lo que me gusta, eso creo que es el éxito”. 

No necesito que venga alguien a ponerme una medalla como a un caballo 

Tecnología 

Reconoce tener sentimientos encontrados en cuanto a la tecnología: “Ahora cualquiera puede grabarse un disco, porque te pones dos aplicaciones y retocas. Casi todos los que están saliendo son gente que se coge cuatro loops prefabricados, los juntan, cantan encima en casa. Son producciones muy malas y las lanzan a las redes. Esto es un sálvese quien pueda, todo el mundo es artista”. 

Algo parecido le sucede con las redes sociales. “No sé si han venido a ayudar o a quitar. Las uso porque me ayudan a expandir mis trabajos. Pero tengo mis pros y mis contras. De repente, sale un artista al que no conoce nadie y le han comprado no sé cuántos mil seguidores y te venden nuevo artista, nuevo talento”, explica.  

Cualquiera que lance ahora su proyecto personal, tiene que ser un artista 360, tienes que estar un poco encima de todo lo tuyo: las redes sociales, un poco de psicólogos para entender qué les gusta a tus fans, un poco de tocar en directo. Desgasta mucho más ahora que antes. Y ahora hay mucha más sobrexposición que antes. 

Cualquiera que lance ahora su proyecto personal, tiene que ser un artista 360 

Nuevo disco 

El alma de un violín tenía que haber salido justo cuando empezó el confinamiento. “Estaba fabricado y las fechas confirmadas”. Pero la pandemia lo paró todo. Al final “iban  pasando los meses y decidimos Warner y yo que lo sacábamos en septiembre”.  

Un impacto, que se ha dejado sentir en todos los actores del mercado: “Estamos tan afectados, tanto el negocio de la música, como el de los medios. Nos ha pillado en una evolución en la que no sabemos todavía dónde estará el negocio musical ni el de los medios. Esta transición que estamos viviendo no la entienden bien ni la industria, ni los artistas -que también probamos un poco de todo-, ni nadie hasta que esto no se asiente en unos años”. 

Tenemos que entender que la música es un negocio 

Negocio 

Ella asegura tener suerte, porque trabaja y además tiene su programa de radio. Además, desde el confinamiento está dando clases de violín por videoconferencia, con unos resultados que hasta a ella misma la sorprenden. Pero insiste en que “tenemos que entender que la música es un negocio, una apuesta en la que hay dinero detrás. Y tienen que ganar todas las partes”.  

Como cualquier profesional de la música, está deseando volver a los escenarios: “La finalidad de todo artista es dar conciertos en directo”. Y tiene dudas sobre el modelo de negocio de los nuevos canales: “Spotify no está pagando bien a los artistas, porque los contratos los firman las multinacionales con las plataformas, no los artistas”. Su conclusión es que “lo que más nos ayuda es que compren el disco. Es donde nos llega algo a nosotros”.  

Cree que las nuevas ideas tienen que apuntar a otras fórmulas: “Ahora me estoy grabando vídeos en casa, que antes no lo hacía. Estuvimos haciendo unos shows en directo durante quince días. Desde la pandemia me estoy grabando vídeos que jamás habría hecho: Piratas del Caribe y va como un tiro; Palomitas de maíz, dos mil reproducciones. Qué frikada”, ríe. 

Siempre he sido muy de aquí y ahora, como todos los músicos 

Creer en ti 

Su fórmula para el emprendimiento es la que ha utilizado toda la vida: “Tú eres tu empresa y crees en ti misma. Eso es lo importante, la cabezonería o la creencia en ti misma y seguir tu camino”. 

Su pragmatismo la lleva a centrarse en el presente: “Nunca he sido una persona de futuro. Siempre he sido muy de aquí y ahora, como todos los músicos. Estamos acostumbrados a eso. El verano pinta bien y luego resulta que no se firman los contratos, se caen las fechas y es lo contrario, que te tienes que ir de vacaciones obligada” 

Su última reflexión se refiere a la desaparición de los presupuestos “que estaban destinados para la cultura? ¿Cómo han podido desaparecer?”. Y añade: “Creo que nuestro sector ha quedado muy abandonado, que las primeras ayudas nos vinieron muy bien pero deberían seguir existiendo porque hay mucha gente que lo está pasando fatal”. 

No puede ser que en un avión se quiten las mascarillas para comer y tú no te puedas ir al teatro 

En la calle 

Su propuesta es “empezar a hacer proyectos -pequeñitos, pero muchos-, para que la cultura se empiece a mover. Porque se ha demostrado que la cultura es segura y se pueden hacer muchas cosas en recintos pequeños y controlados. No puede ser que en un avión toda la gente se quite las mascarillas porque pasan un vending y se ponen a comer y tú no te puedas meter en un teatro o ir a un concierto al aire libre”.  

“Hay que sacar las cosas a la calle ya. Y contratar a la gente. No te puedes atascar. Hay que pensar muy rápido. Todos estamos pagando nuestro IVA, nuestros autónomos, la calefacción de casa y la comida”, concluye rotunda.