Los alumnos con necesidades específicas de apoyo educativo [NEAE], que son más o menos un 12% de la población estudiantil, tienen el doble de riesgo de ser víctima de ciberacoso.

A esa conclusión llega una investigación llevada a cabo por Àngels Esteller-Cano, Albert Flexas, Eva Aguilar-Mediavilla y Daniel Adrover-Roig, del Institut de Recerca i Innovació Educativa (IRIE) de la Universitat de les Illes Balears.

La investigación, impulsada por la Fundación “la Caixa” y publicada en su Observatorio Social, pone de manifiesto que este problema es mayor de lo que podría parecer a simple vista.

En cada aula hay uno o dos como mínimo que están siendo ciberacosados

Más grave de lo que parece

Es preocupante de verdad”, afirma Esteller-Cano. Esta doctora en Psicología destaca la calidad de la muestra del estudio, con 2.400 participantes de toda la geografía española. Por tanto, el problema “no es algo localizado”.

“Analizamos a jóvenes entre 12 y 17 años, con ratios de 25-30 alumnos. Es decir, en cada aula hay uno o dos como mínimo que están siendo ciberacosados. Es una locura si lo piensas así”, afirma.

Lo tienen muy complicado

Repetición

El primer dato preocupante es que la mitad indican que han sufrido un acoso en los últimos dos meses. Una cifra que ya de por sí “es elevada”, según Esteller-Cano.

La realidad más profunda es que “atendiendo al criterio de repetición -que se dé al menos una o dos veces cada mes- el 10% de la muestra como mínimo había sido ciberacosada”.

Entre las conductas consideradas como ciberacoso, “la más común es insultar a otro o decirle palabras hirientes por chat, redes sociales, etc. También hay cosas, como excluir a alguien de un grupo, de su grupo social, por WhatsApp o Instagram. Y hay otras, como hacerse pasar por alguien en internet o retocar una foto, que pueden ser más hirientes”.

Las víctimas tienen peor salud mental y psicosocial

Ciberacoso y salud mental

Sin embargo, el verdadero problema bien para los jóvenes NEAE: “Pensemos que es un alumnado que está diagnosticado con alguna necesidad. Es decir, tiene las dificultades que tiene en el contexto educativo para adaptarse y seguir el ritmo del grupo y, además, tiene que enfrentarse al ciberacoso en el doble de proporción. Lo tienen muy complicado”.

“Además, las víctimas con NEAE tienen peores indicadores de salud mental, precisamente por esto, por sus necesidades para enfrentarse al mundo escolar y además sus dificultades par enfrentarse al ciberacoso”, afirma la investigadora.

Pero no solo para ellos tiene consecuencias negativas: “Hemos visto que las víctimas de ciberacoso tienen mayor sintomatología asociada a la depresión, estrés, ansiedad; y también menor satisfacción con la vida. Es decir, las víctimas tienen peor salud mental y peores indicadores de salud psicosocial”.

Solo 1 de cada 5 se reconoce como víctima

No son conscientes del acoso

“Lo que hicimos en el estudio era preguntarles por conductas que les hacían por medios tecnológicos”, detalla Esteller-Cano. “Si las conductas eran repetitivas, veíamos si una persona era víctima o no. Lo curioso es que luego, si les preguntábamos de forma directa, de cada cinco, solo una se identificaba como víctima”.

Un dato que sorprendió al equipo de investigadores: “Es curioso, no sabemos los mecanismos que hay detrás, pero parece que quizá minimizan la situación, lo entienden como algo que es habitual o quizá no se perciben tan mal como creen que debería estar una víctima”.

Pedir ayuda es una de las mejores estrategias de afrontamiento

Pedir ayuda

Este hecho complica todavía más las cosas, porque “pedir ayuda es una de las mejores estrategias de afrontamiento”. Además, no ser consciente de ser víctima provoca que “no hagan otras cosas que podrían hacer si supieran que lo están siendo”.

Según otros estudios utilizados para la investigación, “la estrategia más relevante era la búsqueda de apoyo social: decírselo a alguien, sean amigos, compañeros, familia o equipo docente. En primer lugar, porque esas personas pueden actuar para que la situación cese o se disminuya; y también porque emocionalmente te sientes más acompañado”.

Sin embargo, el dato no es tan sorprendente: “Ya en otros estudios se veía que las víctimas no suelen contarlo y que las familias y los docentes no suelen ser conscientes de lo que pasa. Entre su grupo de iguales, que muchas veces sí que ven lo que ocurre, no reaccionan, entienden que son conductas de jóvenes más o menos habituales y no paran la situación o no dan ayuda a la persona que lo necesita”.

Prevención contra el ciberacoso

Aunque esta investigación en concreto no se ha centrado en la prevención, Esteller-Cano explica que “lo que sí sabemos de otros estudios es que es importante que los colegios cuenten con un protocolo contra el acoso y el ciberacoso; que haya las medidas de notificación, intervención y prevención. Y trabajar el tema de habilidades sociales, respeto… cosas que a veces pensamos que son secundarias, pero están en una etapa de desarrollo muy importante, en la que se está forjando cómo se vinculan con los otros y, por tanto, es fundamental todo esto”.

La investigadora señala que “en general, podemos decir que se ve un aumento de la conciencia sobre el acoso y algunos estudios también indican que se ha incrementado entre los jóvenes”. Pero del dicho al hecho, hay un gran trecho: “El acoso se mantiene. Las cifras bajan muy poco a poco o no bajan”.

Además, las redes sociales tienen una peculiaridad: “Es muy fácil insultar a alguien o hacerle algo que le puede herir y tú no ves la reacción de esa persona, no ves su expresión facial, no se puede defender. No imaginas el dolor que estás causando a la otra persona”.