La guerra contra Rusia se libra en muchos ámbitos y muy diferentes. Uno de ellos es el de los suministros tecnológicos. El gobierno Putin lo ha intentado todo para paliar su impacto, “pero sin éxito”, señalan Grzegorczyk, M., Marcus, J.S., Poitiers, N. y P. Weil en The decoupling of Russia: high-tech goods and components [La desconexión de Rusia: bienes de alta tecnología y componentes], publicado en el blog de Bruegel esta misma semana.

Este grupo de investigadores señala que “los productos de alta tecnología se desarrollan a partir de contribuciones procedentes de muchos países, pero pocos pueden funcionar sin las de la Unión Europea y Estados Unidos”. La consecuencia, según afirman, es que “una economía por sí misma no puede replicar las capacidades de una red global”.  

La población rusa altamente cualificada ya se está marchando

Sanciones que se hacen notar

El efecto de estas sanciones, que ya se está dejando notar, “afectarán de forma severa a las perspectivas de crecimiento” del país a largo plazo. Y no solo eso, sino que esta guerra supondrá que “deje de ser una economía moderna. La población rusa altamente cualificada ya se está marchando, lo que refuerza el efecto de las sanciones”. 

Aun así, apuntan a que “las restricciones deberán tener en cuenta las obligaciones humanitarias con el público ruso, además de los beneficios pragmáticos de asegurar que el flujo de información hacia él se mantiene”. 

Vladimir Putin no lo tiene fácil: “Rusia es altamente dependiente de las importaciones de bienes de alta tecnología”. Sus cifras indican que el montante total de estas es de 19.000 millones al año. De ellos, un 45% proceden de la Unión Europea, un 21% de Estados Unidos, un 11% de China y un 2% del Reino Unido. Además, la tecnología para energía nuclear, biotecnología y electrónica -entre otros aspectos- también procede en su mayor parte de Europa. 

Las sanciones occidentales no han empujado a Rusia al abismo económico todavía

¿Qué hará China?

Esto supone un reto para China. Como explica Alicia Garcia Herrero, economista jefa para Asia-Pacífico de Natixis, “las sanciones sin precedentes impuestas a Rusia con motivo de su invasión de Ucrania devastarán su economía, pero cómo de mal se pondrán las cosas dependerá de China y de cuánta ayuda económica Beijing esté preparada para extender a Moscú”. 

Según esta experta, a corto plazo, el incremento de precios de las materias primas puede paliar el coste de 1.000 millones de dólares al día que tiene esta guerra para Putin. Es decir que “las sanciones occidentales, pese a ser draconianas, no han empujado a Rusia al abismo económico todavía”. 

Su análisis señala que “queda un buen montón de incertidumbre sobre cómo de preparada está China realmente para ofrecer apoyo inmediato a la economía rusa”. Y, en caso de que la respuesta fuese positiva, “la verdadera pregunta que hay que contestar es ¿cuánto puede Beijing realmente hacer?

Como explica García Herrero, Rusia no puede esperar que China quiera comprar todos los combustibles fósiles que occidente ya no acepta, en especial en el caso del gas, que requiere una infraestructura con la que no está conectada. 

El papel de las multinacionales

Además, la decisión de 300 multinacionales de no vender productos a Rusia puede pesar en la decisión de Beijing, puesto que a largo plazo, las inversiones occidentales podrían perder interés en el país. 

Por su parte, ​​Marcus, J.S., Poitiers, N. y P. Weil publican otro post en Bruegel, titulado The decoupling of Russia: software, media and online services [La desconexión de Rusia: software, medios y servicios online], en el que señalan que “un buen número de empresas en países de la OTAN, incluidas Microsoft, SAP, Amazon, Google y Apple han anunciado medidas restrictivas voluntarias en la venta o uso de su software en Rusia”.

Ucrania ha pedido al gobierno estadounidense que multe a las compañías que siguen suministrando y actualizando el software en el país enemigo, algo que todavía no se ha producido. Una medida como esta “podría tener un impacto dramático a medio y largo plazo en la capacidad de las empresas y las personas”, pero sin embargo “no sería necesariamente inmediato”.

Por otro lado, dejar a la ciudadanía de un país sin actualizaciones, supone hacerla más vulnerable a los ciberataques, lo que “podría generar cuestiones prácticas y morales” con respecto al “daño colateral que la población civil sufriría”. 

Las redes sociales “no parecen estar directamente sujetas de momento a las sanciones de Europa o Estados Unidos”. Las compañías que han tomado medidas, lo han hecho de forma voluntaria. Por motivos “que todavía no están claros, Rusia inicialmente impuso restricciones solo a Facebook y Twitter”, a pesar de que en el país cuentan con poco alcance relativo, en comparación YouTube, WhatsApp e Instagram. Esas limitaciones se han ido haciendo más duras. Finalmente, tanto Facebook como Instagram han sido bloqueados.

Entre las compañías que han decidido no seguir operando se encuentra Google, que ha suspendido todos sus servicios de pago y de publicidad, aunque mantiene los gratuitos, como el buscador, el correo electrónico y YouTube, aunque en este último ha eliminado la monetización de los visionados rusos.