La población mundial afronta un giro demográfico sin precedentes: la tasa de fecundidad global ha disminuido de forma sostenida desde el año 2000 y amenaza ahora con desencadenar una contracción poblacional.

¿Cuáles serán las consecuencias de la caída de la fecundidad?

Esta es la conclusión central del artículo The Debate over Falling Fertility [El debate sobre la caída de la fertilidad], publicado en la revista Finance & Development [Finanzas y desarrollo] del Fondo Monetario Internacional [FMI].

El retroceso de la natalidad afecta a todo el planeta, salvo a África

Una caída imparable

Según datos del FMI, en 1950 la tasa global de fecundidad era de cinco hijos por mujer, muy por encima del umbral de los 2,1 hijos necesario para asegurar la estabilidad demográfica a largo plazo.

Gracias a mejoras en salud y mortalidad, la población mundial pasó de 2.500 millones en 1950 a 6.200 millones en el año 2000. Un cuarto de siglo más tarde, esa tasa se sitúa ya en 2,24, y se proyecta que caerá por debajo de los 2,1 en torno al año 2050.

Este descenso no es un fenómeno aislado: “Durante el período comprendido entre 2000 y 2025, las tasas de fecundidad disminuyeron en todas las regiones del mundo definidas por las Naciones Unidas y en todas las categorías de países por ingresos del Banco Mundial”. El mensaje es inequívoco: el retroceso de la natalidad afecta a todo el planeta, salvo en África y algunos países de bajos ingresos donde la fecundidad sigue por encima de cuatro hijos por mujer.

¿Hacia un mundo más pequeño?

De mantenerse esta tendencia, la población global podría alcanzar su punto máximo en torno a los 10.300 millones de personas en 2084, para luego comenzar a reducirse. Las proyecciones para 2050 oscilan entre 8.900 millones y más de 10.000 millones, dependiendo del escenario de fecundidad [entre 1,61 y 2,59 hijos por mujer].

A nivel nacional, se espera que 38 países con más de un millón de habitantes vean caer su población en los próximos 25 años, frente a los 21 que ya lo experimentaron entre 2000 y 2025. Las mayores pérdidas absolutas se pronostican en China [–155,8 millones], Japón [–18 millones], Rusia [–7,9 millones], Italia [–7,3 millones], Ucrania [–7 millones] y Corea del Sur [–6,5 millones].

En términos relativos, los descensos más acentuados se darán en Moldavia y Bosnia-Herzegovina [–0,9 % anual], seguidos de Albania, Bulgaria y Lituania [–0,8 %], y Letonia y Ucrania [–0,7 %].

Sin embargo, la caída de la fecundidad por debajo de 2,1 no garantiza siempre un declive demográfico. En seis países, pese a registrar menos nacimientos que fallecimientos entre 2000 y 2025, la inmigración ha compensado y evitado la reducción de población.

Los patrones recientes de decrecimiento poblacional difieren radicalmente de los episodios históricos como hambrunas, pandemias o guerras, que provocaban muertes masivas. En cambio, el descenso actual se debe a decisiones de fertilidad, cambios socioeconómicos y demográficos.

¿Riesgo u oportunidad?

Aunque el artículo del FMI no desarrolla este punto en profundidad, diferentes estudios complementarios [por ejemplo, en contextos de “dividendo demográfico”] apuntan a que las transformaciones demográficas pueden estar acompañadas de retos y oportunidades. La disminución de la población puede implicar una reducción de la fuerza laboral, un envejecimiento de la población y presión sobre los sistemas de pensiones y servicios sociales. Por otra parte, menos nacimientos podrían liberar recursos para inversión en I+D, mejorar el ahorro per cápita y estimular la productividad. Además, en determinadas fases de transición, un mayor porcentaje de población en edad de trabajar puede impulsar el crecimiento económico si existen políticas adecuadas

España, con una tasa de fertilidad tradicionalmente inferior al umbral de reemplazo, podría ver intensificados estos desafíos demográficos. Las políticas podrían incluir incentivos fiscales, facilidades para crianza, conciliación y natalidad, así como una estrategia migratoria coherente para compensar la pérdida poblacional.

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