Si en El Telescopio todos los años nos gusta celebrar el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, este nos apetece quizá más que nunca, porque -como señala la propia ONU-, “la pandemia ha demostrado claramente el papel crucial de las investigadoras en los diferentes frentes en la lucha contra el COVID-19, desde los avances en el conocimiento del virus hasta el desarrollo de técnicas para las pruebas y las vacunas”.

Las mujeres, cada vez más presentes en la Ciencia

La pandemia ha tenido un impacto muy negativo en las mujeres científicas

Por desgracia, no tenemos buenas noticias que contar: “La pandemia ha tenido un impacto negativo muy significativo en las mujeres científicas. Ha afectado especialmente a las que se encontraban en los inicios de sus carreras; lo que ha contribuido a que se ensanche la brecha de género existente en la ciencia”, explican desde Naciones Unidas.

Disparidad de género

La organización llama la atención sobre “las disparidades de género en el sistema científico” puestas de relieve por la pandemia. Una situación que ante la que es preciso actuar: “Es necesario corregir estas disparidades mediante nuevas políticas, iniciativas y mecanismos para apoyar a las mujeres y las niñas en la ciencia”.

Las mujeres realizan menos del 30 por ciento de la investigación en todo el mundo

En la actualidad, menos del 30 por ciento de profesionales de la investigación en todo el mundo son mujeres. Según datos de la UNESCO (entre 2014 y 2016), “solo alrededor del 30 por ciento de todas las estudiantes escogen estudios superiores dentro del campo de las ciencias, la tecnología, la ingeniería y matemáticas (STEM)”.

Algo que se acusa especialmente en el campo de la tecnología de la información y las comunicaciones (TIC), con un tres por ciento; ciencias naturales, matemáticas y estadísticas, con un cinco por ciento, y en ingeniería, manufactura y construcción, con un ocho por ciento.

Los prejuicios y los estereotipos de género mantienen a las niñas y mujeres alejadas de la ciencia

Falta de modelos

Naciones Unidas hace énfasis en la falta de modelos de comportamiento para las más jóvenes: “Los prejuicios y los estereotipos de género que se arrastran desde hace mucho tiempo continúan manteniendo a las niñas y mujeres alejadas de los sectores relacionados con la ciencia”.

Es el caso del cine y las series, en los que -según un estudio realizado en 2015 por el Instituto Geena Davis titulado “Gender Bias Without Borders” (Prejuicios de género sin fronteras)- los personajes de profesionales de la ciencia se reparten de forma muy desigual: siete masculinos por cada uno femenino.

La UNESCO señala la importancia de acabar con los prejuicios. “Los estereotipos ocultan una parte significativa de la historia científica y perpetúan la desigualdad de género en el acceso a esos campos de estudio y carreras. No nos podemos permitir privarnos del talento de la mitad de la Humanidad: las mujeres hacen avanzar a la ciencia y la ciencia hace avanzar al mundo”, señala la organización.

Objetivo: que las niñas no vean límites a su futuro en la ciencia

Científicas de primer nivel

“Mi objetivo es que, cuando pregunten a un niño o adulto el nombre de un científico o ingeniero, la primera a la que mencione y visualice sea una mujer joven de éxito”, afirma Kristi Anseth, una referencia mundial en bioingeniería.

La científica, que junto a su equipo diseña biomateriales para salvar vidas humanas, asegura que “las mujeres tienen talento, son brillantes y excepcionales constructuras de comunidades. Están abiertas a ideas creativas, son respetuosas, valientes y capaces de tomar decisiones, se aseguran de que las personas reciban el reconocimiento necesario y están comprometidas con la investigación orientada a un propósito”. Y asegura que está dispuesta a hacer todo lo que esté en su mano para convertirse en un modelo y “ayudar a que las niñas no vean límites a su futuro en la ciencia”.  

Como ella, la mexicana Esperanza Martínez-Romero, asegura que “la ciencia es maravillosa y debería estar abierta a todas las personas”. Ella lleva toda una vida dedicada a mejorar los cultivos y a hacerlo de forma sostenible. En 1991 descubrió que la cepa Rizobium tropici podía generar niveles de nitrógeno más altos en las legumbres, las plantas más consumidas en todo el mundo. Gracias a sus investigaciones, muchas pequeñas y grandes explotaciones agrícolas han adoptado el uso de los biofertilizantes.

Incluso en medio de una guerra civil es posible encontrar el camino a la ciencia. La libanesa Mehio Sibai lo hizo cuando tenía lugar la de su país, entre 1975 y 1990. Según ella, la investigación realizada por mujeres es, “en primer lugar y más importante, una cuestión de justicia. Debemos alzar la voz, abogar y actuar para retar las prácticas y estereotipos de toda la vida. Y, además, es una cuestión de excelencia. La ciencia debe liberar la energía sin utilizar de las mujeres, el otro 50 por ciento de la población”.