“La transferencia fácil de tecnología, la colaboración científica transfronteriza y las políticas que financian la investigación básica pueden fomentar el tipo de innovación que se necesita para el crecimiento a largo plazo”. Son palabras del Fondo Monetario Internacional [FMI], que asegura que “rara vez ha sido más urgente” impulsar el crecimiento a largo plazo.

Según su análisis, los factores impulsores de ese crecimiento a largo plazo son la productividad y la innovación. Esta última juega un papel clave en la primera. La organización señala que “Sorprendentemente, el crecimiento de la productividad ha disminuido durante décadas en las economías avanzadas, pese a los constantes aumentos en investigación y desarrollo (I+D), un indicador aproximado del esfuerzo en innovación”.

La investigación científica básica afecta a más sectores, a más países y durante más tiempo que la investigación aplicada

Dos tipos de innovación

Sus conclusiones apuntan a la existencia de dos tipos de I+D, en función de su composición: “Observamos que la investigación científica básica afecta a más sectores, a más países y durante más tiempo que la aplicada (I+D de las empresas con orientación comercial)”.

El papel de la aplicada es fundamental a la hora de comercializar las innovaciones. Pero la básicaamplía la base de conocimientos necesarios para el progreso científico innovador”.

Para el desarrollo de la vacuna se han utilizado décadas de conocimientos acumulados en distintos campos

El ejemplo de la COVID-19

Un ejemplo es el “desarrollo de vacunas contra la COVID-19, que, además de salvar millones de vidas, ha contribuido a adelantar la reapertura de muchas económicas, lo que potencialmente ha inyectado billones en la economía mundial”. Para conseguirlo, ha sido preciso aprovechar “décadas de conocimientos acumulados en distintos campos”.

Pero no todos los países pueden permitirse los niveles de inversión necesarios. Por ese motivo, “las economías de mercados emergentes y en desarrollo dependen mucho más de la investigación extranjera que de la investigación autóctona (básica y aplicada) para la innovación y el crecimiento”.

Según el FMI, en estos casos, “las políticas para adaptar conocimientos extranjeros a las condiciones locales pueden ser una mejor vía de desarrollo que la inversión directa en investigación básica autóctona”.

Las empresas privadas tienden a invertir insuficientemente en investigación básica

Fondos públicos

Y el liderazgo debe corresponder al dinero del estado, porque “como las empresas privadas solo pueden capturar una pequeña parte de la incierta recompensa económica de participar en investigación básica, tienden a invertir insuficientemente en ella”, lo que “es un argumento sólido para la intervención de la política pública”.

Pero definir modelos válidos no es sencillo: “Por ejemplo, financiar investigación básica solo en universidades y laboratorios públicos puede ser ineficiente. Se perderían sinergias potencialmente importantes entre el sector público y privado. También puede ser difícil separar la privada básica y aplicada en aras de subsidiar solo la primera”.

Es necesario duplicar la inversión en investigación privada e incrementar en un tercio la pública

Modelo híbrido

Por tanto, el FMI propone “una política híbrida viable que duplique los subsidios a la privada (tanto básica como aplicada) y que estimule el gasto público en investigación en un tercio”. Este planteamiento “podría incrementar 0,2 puntos porcentuales al año el crecimiento de la productividad en las economías avanzadas”.

Un impulso que podría incrementarse incluso más “con la mejora de la focalización de los subsidios hacia la investigación básica y una cooperación público‑privada más estrecha, con un costo menor para las finanzas públicas”.

En el plazo de una década, “estas inversiones empezarían a pagarse por sí solas” y podrían generar ingresos per cápita aproximadamente un 12 por ciento superiores a los actuales, si las inversiones se hubieran realizado entre 1960 y 2018.

España

En nuestro país, en julio de este año, el gobierno anunciaba una inversión de 2.406 millones de euros en ayudas para I+D+I. “La AEI, el CDTI y el ISCIII prácticamente duplican, en su conjunto, los recursos a ayudas directas. En concreto, las convocatorias de la AEI pasan de los 747 a los 1.523 millones de euros; en el CDTI, de los 335 a los 645 millones de euros, y para el ISCIII, de los 131 a los 238 millones de euros”, explicaba el Ministerio de Ciencia e Innovación.

La Agencia Estatal de Investigación, “el principal organismo público del país encargado del fomento de la investigación científica y técnica en todas las áreas del saber”, lanzaba tres nuevas convocatorias: prueba de concepto, proyectos estratégicos y transición verde y digital. Además, reforzaba, “con un importante aumento de recursos”, las relativas a equipamiento científico-técnico, de colaboración público-privada y las de contratos posdoctorales.

Por su parte, el CDTI, “principal organismo español de promoción de la innovación y el desarrollo tecnológico de las empresas españolas”, que apoya sus proyectos de I+D+I, aumentaba en un 92 por ciento sus ayudas directas respecto a 2020 (de 335 millones a 646 millones de euros).

Por último, el Instituto de Salud Carlos III, “el organismo gestor de las actividades de la Acción Estratégica en Salud (AES)”, también incrementaba sus recursos, lo que permite que “la financiación de la AES pase de 131 millones de euros en 2020 inicialmente previstos en los PEGE de 2020, a los 238 millones de euros previstos para 2021”.