Anfield no es solo un estadio. El templo red es una extensión del alma de Liverpool, un lugar en el que nunca se camina solo y donde todo es posible. Cada partido vivido en dicho estadio se convierte en algo casi litúrgico, resuenan los cánticos y ondean las bufandas. El conjunto inglés guarda una relación especial con su afición, que hace las veces de jugador 12 en cada encuentro como local. Bien lo sabe el Real Madrid, que en los últimos años ha visto como el duelo ante el Liverpool se ha convertido en todo un clásico de la UEFA Champions League. Desde la temporada 2020/21, tan solo en la 2023/24 no se han cruzado los caminos de ambos equipos en la máxima competición europea de clubes. Un duelo cargado de sentimentalismo en el que, tan solo en dos ocasiones, el Liverpool ha hecho valer su localía, la última de ellas la campaña pasada.

Ahora, el Real Madrid regresa a uno de los templos del fútbol europeo dirigido por un técnico que conoce de primera mano esa especial relación entre el cuadro inglés y sus seguidores. Xabi Alonso fue jugador de los red desde 2004 a 2009, siendo muy valorado entre dicha afición y partícipe en la UEFA Champions League de 2005. En la rueda de prensa previa al encuentro de este martes, el de Tolosa expresó su intención de que “las emociones” no le puedan: “Intento que las emociones no me puedan demasiado, quiero estar concentrado en el partido y enfocarlo como el resto, que no cambie la preparación y la conexión con los jugadores. Luego, lo que tenga que pasar, pasará, pero intento distanciarme de la emocionalidad que tienen estos partidos cuando voy a Anoeta o Anfield, estadios donde tienes conexión”.

Hillsborough, el desastre que cambió el fútbol británico

Pero para entender realmente el vínculo que une al Liverpool con su gente, hay que mirar más allá del fútbol. Porque este club no se define solo por los trofeos, sino por la manera en que su afición ha sabido transformar la tragedia en identidad. El 15 de abril de 1989, en el estadio de Hillsborough, en Sheffield, lo que debía ser una tarde de ilusión terminó convirtiéndose en una de las mayores catástrofes del fútbol británico. Durante la semifinal de la FA Cup ante el Nottingham Forest, una combinación de errores policiales, mala gestión de accesos y falta de control en la seguridad provocó una avalancha humana en las gradas de Leppings Lane. Noventa y siete aficionados del Liverpool perdieron la vida aplastados contra las vallas, muchos de ellos jóvenes que solo habían ido a ver jugar a su equipo.

El suceso ocurrió se dio finales de los años 80, cuando el fútbol atravesaba un periodo en el que el hooliganismo estaba en auge. Los episodios de violencia en los estadios habían llevado a las autoridades a tratar a los aficionados como potenciales delincuentes antes que como espectadores. Los campos eran fríos y peligrosos, las gradas estaban valladas como jaulas y el control policial se basaba más en la contención que en la seguridad. Una tormenta perfecta que acabó derivando en tragedia: la policía abrió las puertas equivocadas para aliviar la presión fuera del estadio, provocando una avalancha dentro. Minutos después, la catástrofe ya era inevitable.

La respuesta institucional fue tan dolorosa como el propio suceso. En lugar de asumir errores, las autoridades y parte de la prensa culparon a los hinchas, amparándose en la imagen vilipendiada del hooligan para justificar la tragedia. Fue la afición del Liverpool, junto a las familias de las víctimas, la que durante décadas sostuvo una lucha incansable por la verdad y la justicia, demostrando que aquel desastre no fue el resultado del desorden, sino de la negligencia. The Post indicó en 1991 que el jurado cerró el caso sin responsabilidad penal. Sin embargo, tras años de batallas legales, un nuevo veredicto en 2016 confirmó que los aficionados red fueron asesinados ilegalmente, eximiéndoles de culpa alguna.

Cada vez que suena el famoso You’ll Never Walk Alone, el estadio entero se detiene y canta al unísono. No hay diferencias de clase ni de procedencia, solo una misma voz que atraviesa generaciones. Anfield se ilumina con la certeza de que, pese a los años, los 97 siguen presentes. Este martes, cuando el Real Madrid vuelva a pisar ese césped, lo hará ante un equipo que representa más que un club y ante una afición que carga consigo una historia que no se puede separar del balón. Porque en Liverpool el fútbol no se juega solo: se siente, se hereda y se recuerda.

Un legado que se convierte en ley

Más de tres décadas después, la lucha de las familias de Hillsborough sigue marcando la conciencia del Reino Unido. El pasado lunes, el Parlamento británico debatió por primera vez la llamada Ley de Hillsborough, un proyecto impulsado por el Gobierno laborista que busca garantizar la responsabilidad penal de las autoridades en casos de desastres con participación estatal. La norma —también conocida como Ley de Responsabilidad de los Funcionarios Públicosnace del esfuerzo de décadas de familiares y supervivientes que se negaron a aceptar el silencio oficial. Su objetivo principal es establecer un deber legal de sinceridad: que los funcionarios públicos digan siempre la verdad o enfrenten sanciones penales, evitando así que tragedias como Hillsborough, Grenfell o el escándalo de la sangre infectada queden impunes.

La ministra para las Víctimas, Alex Davies-Jones, ha subrayado que mantener firme esta ley es la mejor forma de honrar a las 97 personas fallecidas aquel 15 de abril de 1989. “Liverpool le ha mostrado al país lo que significa el coraje”, declaró. El proyecto también prevé ampliar la asistencia jurídica gratuita para las familias en duelo y establecer nuevas directrices que obliguen al Estado a actuar con transparencia. Nada podrá devolver las vidas perdidas, pero este paso legislativo busca convertir el dolor en legado, asegurando que ninguna familia vuelva a caminar sola.

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