Que levante la mano aquel que hoy no se ha levantado pensando en qué tendrían los encuestadores y los politólogos en la cabeza para semejante vaticinio que, con toda probabilidad, hubiera mejorado notablemente la bruja Lola o Marhuenda (oh wait). Tras el resultado la confusión fue el sentimiento principal en todas las sedes, incluso en la de los ganadores. Pero lo cierto es que si nos fijamos detenidamente en los gestos que acompañaban al discurso de los candidatos, veremos un torrente de emociones contenidas que quizás, con el estado anímico del momento, pasamos por alto. 

En ELPLURAL.COM hemos hablado con José Luis Martín Ovejero, abogado y experto en comunicación no verbal y también con Andrea Greppi, profesor de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid, con el fin de descubrir todos los secretos que nuestros cansados ojos no pudieron ver:

Pablo Iglesias y la tristeza de un país

Para Martín Ovejero, lo que más le ha llamado la atención del líder de Podemos fue "su absoluta falta de gestualidad, sus manos aferradas al atril y en consonancia con ello un ceño fruncido persistente". Según el experto, la suma de ambos datos le lleva a pensar que este comportamiento no verbal no se debe a un cabreo monumental, sino "al sobresfuerzo mental que estaba haciendo al pronunciar su discurso".

En cuanto a su liderazgo político, "Iglesias ha dado, en el tono y en la construcción del discurso, la mejor versión de sí mismo: hemos madurado", explica a ELPLURAL.COM el profesor Andrea Greppi. "Si hablara siempre así, otro gallo le cantaría. Pero si hablara siempre así, no sería Pablo Iglesias".

Pero, sin lugar a dudas, el más emocional de todos fue Iñigo Errejón, quien no trató ni tan siquiera de ocultar su frustración. "Le he visto aferrado a un imposible, atrapado en una contradicción humanamente comprensible entre el voluntarismo -el proceso es irreversible- y realidad. Un realismo algo ingenuo", matiza Greppi.

Albert Rivera y su mal control de la ira

Como buen cuñado, Rivera lanzó balones fuera. La culpa la tienen los demás, especialmente la ley electoral (y lo cierto es que razón no le falta). Nada de autocrítica ni de plantearse si su coqueteo con el PSOE habría podido cabrear a parte de su electorado, que demostró haber puesto pies en polvorosa con rumbo indeterminado. "Fue bastante agrio", reconoce Greppi. "Encajó muy mal el papel de segundón, porque sabe que va a tener que tragar con el PP. Para eso está, como siempre".

Según Martín Ovejero, "mostró una repetida expresión facial de ira al referirse a la Ley Electoral". En la parte positiva, "estuvo muy implicado con su gestualidad y coherente con el mensaje cuando describió las iniciativas que deseaba llevar a cabo en el futuro".

Pedro Sánchez y esa mirada perdida a sus zapatos

Todos esperaban la reacción del líder del PSOE, que evitó el esperado "sorpasso" en un inesperado giro de los acontecimientos, pero que a su vez también obtuvo el peor resultado de la historia del Partido Socialista. Martín Ovejero destaca por encima de todo "sus labios apretados una y otra vez, algo que solemos hacer cuando reprimimos las emociones que tratan de escapar y, de ese modo, les ponemos freno." 

Pero, ¿qué clase de emoción estaba reprimiendo Pedro? Según el experto en comportamiento no verbal, "más que ira, parecía ser tristeza, lo que también se evidenciaba al costarle levantar en muchas ocasiones la mirada".

Para Greppi, "Sánchez leyó demasiado. Mostró todas sus limitaciones en su incapacidad para salirse del guión y de la gesticulación prefabricada. Por otra parte, es un reflejo de lo que hay en su partido. Y 'Susanita' diciendo que ha salvado a España del populismo.... sin comentarios".

Mariano Rajoy, "de la casta a la caspa"

El gran ganador fue el menos esperado. Tras despistarnos entre un montón de memes y una marcada desorientación, el líder del PP ha adelantado a todos por la derecha, demostrando que detrás de Mememan hay un gran estratega que ha buscado mantener a flote a su partido y lo ha conseguido. "Rajoy, en versión de Pontevedra, está a la altura de la Europa que vota que sí al Brexit o que convierte a la Merkel en capitana del Titanic. De la España roma, con mala conciencia, que apuesta con desfachatez por o malo conocido, y a otra cosa. Ni Quijote ni Sancho, sino todo lo contrario: de la casta a la caspa" analiza Greppi.

Por su parte, Martín Ovejero ve en Rajoy a "la auténtica imagen de la felicidad: besos, sonrisas, saltos, gestos de victoria como la V con los dedos y el pulgar levantado. Lenguaje positivo: 'queridas y queridos', 'amigas y amigos', 'habéis ganado'... Y lo más importante: muy relajado y cómodo en el momento del balcón en el que mostró, al fin, una gestualidad en consonancia con sus palabras, lejos de esos gestos repetidos y en ocasiones artificiales que le suelen acompañar".