Al igual que sucede con la historia, el mercado también tiene un carácter cíclico. Si el año comenzó con un fuerte incremento en las materias primas, ahora, salvo el de las energéticas, los precios de esos productos se desploman. Lo que a priori parece ser una buena noticia, esconde en realidad una estrepitosa caída de la demanda por temor a una inminente recesión global.

Mientras que las materias primas energéticas, como el gas o el petróleo, continuan su escalada, superando este martes los 0,51 euros el litro y 112,39 euros el barril de Brent respectivamente, las que sirven para producir bienes industriales o de consumo caen ya por encima de los dos dígitos desde principios de año. 

También están acusando con fuerza el descenso algunas materias primas agrícolas como el café, el azúcar, el algodón o el cacao, que se encuentran un 12% más baratas que en abril, dónde tocaron su máximo. La caída continúa sin freno a pesar de que China, el principal consumidor de materias primas del planeta, se esté despertando poco a poco tras el levantamiento de los cierres por la política de covid cero.

Principales productos afectados

El caso de la madera es el más significativo, cayendo su precio un 44% con respecto a inicios de año, seguido del cobre que desciende un 25%, el aluminio un 13% y el zinc un 8%.

El segundo trimestre, se postula como el peor desde el 2008 desde el punto de vista de los precios de las materias primas no energéticas. La coyuntura económica actual no ayuda a disipar el temor de una inminente crisis económica, la escalada en vertical de los precios en meses anteriores a causa del incremento de la demanda, más intensa de lo previsto después de la pandemia, los problemas logísticos y los cortes de producción y la reciente guerra de Ucrania.

El mercado de metales de Londres ha caído un 30% desde los máximos alcanzados en marzo de este año, justo después del comienzo de la invasión. Detrás de la vertiginosa caída de las materias primas se encuentran oscuras perspectivas para la economía global si tras el verano se produce una reducción significativa de los flujos de gas ruso, desencadenando una recesión y produciendo un desmesurado aumento en los precios de la energía alimentando aún más la posible recesión.

El activo refugio retrocede

Esta caída de precios resulta muy significativa ya que el coste de las materias primas se traslada de forma directa en los procesos industriales y en la producción de bienes intermedios e incluso de consumo.El precio de la onza de oro, considerado hasta la fecha como valor refugio, ha caído un 12% desde el máximo alcanzado tras la invasión: este martes cotiza a 1.748.89 dólares.

El caso del cobre es el más alarmante por su importancia en los procesos industriales, considerado en multitud de ocasiones como medidor de la situación económica por su sensibilidad a los cambios del mercado. La cotización de este material está ya por debajo de los 8.000 dólares la tonelada, cuando a comienzos de año alcanzó los 10.600 dólares por tonelada.

En el caso de España, los precios industriales ya recogen alguna mejora, aunque muestran aún precios exorbitantes debido a la inflación. El sector de la construcción ha indicado un incremento de los costes durante la primera mitad de este 2022.

Si se observa el mercado bajista, el índice de precios industriales tocó techo el pasado marzo con un incremento del 47% con respecto al año anterior. Sin embargo, ya en mayo se acusó un ligero descenso hasta el 43%. Excluyendo la energía, cuyos precios resultan más volátiles, se han estabilizado alrededor de un 15%, cifra aún muy elevada debido a la inflación.

Más ahorro pero menos consumo

En paralelo, a esta posible crisis económica se une la previsión del Banco de España que apunta a un aumento del ahorro que ha registrado porcentajes superiores al 2,6% con respecto a diciembre de 2021 y un 15% más que en 2019. Según diversos expertos, esta tendencia al ahorro se está dando por la desbocada inflación de los últimos meses y por el oscuro horizonte económico.

Asimismo, esta tendencia lleva de manera irrevocable a una desaceleración económica y a una reducción significativa del consumo, que unido a la desbocada subida de precios, pero no de los salarios, pueden producir un serio estancamiento en el mercado. A su vez, la política monetaria seguida por el Banco Central Europeo (BCE) para frenar la hiriente inflación, es la de subir de forma progresiva los tipos de interés lo que dificulta y encarece los préstamos e incrementa el proceso de desaceleración.