En la primera carta se dice: “Échale la culpa de todo a tu antecesor”. Cuando, pasada esta etapa, volviesen a surgir problemas tendría que abrir la segunda en la que puede leerse: “Di que tienes un plan que empezará a dar resultados en un tiempo prudencial” y la última, que habría de ser abierta cuando el consejo de la segunda no hubiera tenido éxito, sentencia: “Vete escribiendo tres cartas para tu sucesor”

Mariano Rajoy, del que se dice que tiene una especial y muy particular medida de los tiempos, ha actuado de forma diametralmente opuesta a la recomendada en las misivas. El consejo de la primera lo puso en práctica cuando todavía estaba en la oposición con la evidente intención, no de conservar el poder -pues no había poder que mantener-, sino para poder acceder a él. Y en este sentido, Zapatero era el culpable de todas las calamidades que pudieran ocurrir: el mundo económico-financiero internacional empezó a tambalearse y el responsable era Zapatero, tenían que ser rescatados países como, Irlanda, Portugal o Grecia y detrás de estos descalabros estaba la mano de Zapatero o si los mercados decidían castigar la prima de riesgo de Italia y España pues el culpable no andaba muy lejos, Zapatero era el que tiraba de los hilos invisibles de la codicia financiera.

Con la recomendación de la segunda carta pasó tres cuartos de lo propio. Cumplió con ella antes de tiempo pero, en este caso, con una particularidad muy especial pues, efectivamente, sí dijo que tenía un proyecto de actuación pero se calló su contenido. No obstante, cometió un fallo de manual porque enumeró todo aquello que su plan no tenía previsto hacer bajo ninguno de los conceptos. Y, en esta relación ocurrió que fue detallista hasta el extremo porque se trataba, justamente, de desprestigiar, vituperar o ningunear cualesquiera medida que pusiese en marcha el Gobierno socialista o que él intuyese que podría tomarla.

Así que juró y perjuró que su eventual Gobierno no retrocedería un ápice en la defensa y aplicación de los derechos, libertades y modos democráticos y, ahora, presenciamos, sin embargo, el asalto por las bravas de RTVE; que jamás subiría los impuestos y ¿falta alguno por incrementar o está previsto que se haga en un futuro próximo?; que nunca recortaría los presupuestos en la sanidad, la educación o la dependencia y miles de millones de euros dejarán de financiar estos servicios básicos; que perseguiría el fraude fiscal y no amnistiaría a los defraudadores que ocultasen su dinero a la Hacienda Pública y asistimos, hoy, al hecho de que con un ridículo “gravamen” del 10% se olvidan de recaudar lo que se nos debe a todos y el estafador puede aflorar sin miedos “sus activos ocultos” o, por último, -y se cita por paradigmático y hasta por un punto de cachondeo- que nunca jamás incrementaría el IVA de los chuches de los críos protagonizando, a su vez, un conato de rebelión contra la subida de este impuesto comandada por la presidenta madrileña y, para desgracia de la chiquillada, el 2013 será el año en el que empiecen a saber que cosa es esa de la conciencia fiscal.

Y en estas estamos, en tan sólo cuatro meses de Gobierno popular Mariano Rajoy ya ha dilapidado los consejos de las dos primeras cartas que le hubiesen permitido -a costa del engaño al personal- mantenerse en el poder pero, al secundarlos antes de tiempo para acceder al mismo, sólo le queda la tercera recomendación: escribir las tres misivas para quien pueda ser su sucesor.

¿Las escribirá o pensará que al no entender su propia escritura -recuerden aquello de “me ha pasado una cosa verdaderamente notable, que lo he escrito aquí y no entiendo mi letra”-  prescindirá de escribirlas y aconsejará a su sucesor, simplemente, que se comporte de forma totalmente diferente a cómo lo ha hecho él? Por el bien del país, esperemos que tome esta última decisión pues muchos españoles en muy poco tiempo se han saturado de tanto sectarismo, mentiras, cinismo y desvergüenza.

Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas