En 1917 nacía un bloque de enormes dimensiones y que aglutinaba a un centenar de nacionalidades diferentes. La URSS fue el último gran imperio en caer y lo hizo durante la Navidad de 1991, cuando el Soviet Supremo reconocía que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas era cosa del pasado.

Como casi siempre, este descenso a los infiernos fue provocado por una crisis económica de extrema gravedad que dejó en evidencia el fracaso del sistema implantado en la URSS y que erradicó, de una vez por todas, la tensión reinante durante el periodo conocido como Guerra Fría, tal y como recuerda hoy en su blog La Caixa.

El germen de la extinta URSS se encuentra en la Revolución Bolchevique del año 1917. El zar Nicolás II adbicó en febrero y los bolcheviques, un grupo dentro del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, tomaron el control del gobierno en octubre. Diseñaron un estado socialista en los territorios del Imperio ruso y en 1922 se constituyó de manera oficial la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, una vez se sumaron las repúblicas más alejadas a Rusia. Lenin era el director de orquesta de este coloso.

Rusia pasó del Antiguo Régimen – zarismo – a un régimen autoritario comunista consolidado tras la muerte de Lenin y el ascenso de Stalin al poder en 1924. Se pasó de la anhelada dictadura del proletariado a la dictadura del secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).

Prioritaria industria

Con Stalin, el Estado comenzó un control exhaustivo de la vida política, económica y social de la URSS. Se fijó la producción industrial como la prioridad máxima de la Unión y se diseñaron planes quinquenales que desembocaban en metas para cada una de las actividades de producción.

El petróleo, la siderurgia, la química, la madera y la minería eran algunos de los principales sectores de la economía de la URSS. La colectivización forzosa de las tierras precipitó la caída de la producción agropecuaria, lo que desembocaría en una profunda y aguda hambruna del pueblo.

La intervención del Estado en la economía y la centralización provocaron problemas burocráticos. Para llevar a cabo cualquier actividad en la URSS se necesitaban permisos de todo tipo, dejando patente la ineficiencia del Estado. Una de las claves de su posterior desaparición.

La economía se había estancado desde finales de la década de los 50 y esto provocó un descenso en la esperanza de vida y un aumento de la mortalidad en niños. Unas circunstancias que explicarían el colapso por el que pasó la URSS.

El comunismo se implantó en países que quedaron bajo la influencia de la URSS con el final de la II Guerra Mundial. Territorios al este de Europa, China, Corea del Norte y Cuba formaban parte del denominado bloque comunista, que desembocó en la creación de organismos como el CAME o el Pacto de Varsovia.

Se estableció un periodo de tensión entre el bloque comunista, liderado por la URSS y sus satélites, y el bloque capitalista bajo las riendas de Estados Unidos. Un enfrentamiento que perduraría durante décadas y que provocó una escalada armamentística que llevó a ambos al desgaste absoluto de sus economías, aunque la URSS fue la que salió peor parada.

La URSS cedía en la batalla financiera con Estados Unidos y Khruschev, en 1961, prometió que derrotarían a su archienemiga en la capacidad productiva nueve años después, además de asegurar que su calidad de vida superaría a cualquiera de los que conformaban el bloque occidental y lo harían en 1981.

Sin embargo, no dejaba de ser una vacua promesa para alentar al pueblo. Entre el año 61 y el 76, el producto nacional bruto alcanzó el 58% del total norteamericano y en el 81 ya había caído tres puntos debido al sobreesfuerzo que los soviéticos invertían en defensa y al bajo consumo per cápita, que no superaba un tercio del que se recogía en Estados Unidos.

El principio del fin

Este fue el comienzo de la decadencia en la URSS, no sin antes perpetrar un último intento para evitar la quiebra más absoluta. A mediados de la década de los 80 se rebajó el control del Estado sobre la economía y las vidas de los ciudadanos y se daba paso a la Perestroika.

Mihail Gorbachov llegaría al poder en el año 85 con su nombramiento como secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética. La economía del bloque oriental pasaba por un momento de graves problemas y la estructura política era ineficiente. Por este motivo, implantó una serie de reformas para salvar la URSS, pero fueron en vano.

La Perestroika y los Glasnots fueron las medidas principales que estableció Gorbachov. La primera recogía reformas para reducir el control sobre la economía de la URSS. La segunda tenía que ver más con el ámbito social. Se permitió a los periódicos publicar artículos críticos con el gobierno, se liberaron presos políticos, se instauraron elecciones legislativas a las que se podían presentar otros partidos además del PCUS.

Las reformas económicas tardaron más en llegar que las sociales. Las revoluciones de 1989 en diversos países del Pacto de Varsovia y la caída del muro de Berlín, junto a movimientos separatistas de diversas repúblicas, precipitaron la disolución de la federación.

Gorbachov sufrió una dura oposición por parte de la línea más radical de su propio partido y se intentó acabar con su gobierno en 1991. Este año sería la muerte definitiva de un sistema que dio tumbos durante toda su existencia. El presidente ruso dimitía el 25 de diciembre y un día después se certificaba la disolución de la URSS. “El antiguo sistema se derrumbó antes de que uno nuevo tuviera tiempo de funcionar”, reconoció en su discurso de despedida.