Produce verdadero disgusto que muchos ahorradores o especuladores (como prefiera) se entreguen tan fácilmente a manos de estafadores que se acaban quedando sus ahorros. Se tropieza una y cien veces con la misma piedra de la ambición, la falta de sentido común y, en el mejor de los casos, una cierta ingenuidad. La estampita, el tocomocho, el nazareno, o el sobrino lejano son timos conocidos, pero nunca se aprende.

Ahora, ha tocado el timo con la criptomonedas. El supuesto empresario Javier Biosca prometía ganancias del 20% al 25% semanales, asegurando que el dinero captado lo invertía en criptomonedas como el bitcoin, ethereum, etcétera. Y en las primeras semanas se cumplieron los pagos. Pero las criptomonedas tan de moda son solo el pretexto para crear una nueva estafa piramidal, tan conocida y repetida que ya hasta provocan hastío. El funcionamiento es simple: con el dinero que va entrando de nuevos incautos se van pagando las promesas que se hicieron a los primeros inversores y cuando ya se consigue un volumen importante, el chiringuito cierra y el estafador se queda con el dinero.

Esto ya lo hacía doña Branca en Portugal o el propio Madoff –recientemente fallecido en la cárcel- que aseguraba a su clientela rentabilidades anuales del 7% fueran años buenos o malos para la Bolsa, los bonos, etcétera. También conocimos en España los casos de Gescartera o el no menos doloroso de los sellos de Afinsa y Fórum Filatélico que se llevó por delante el ahorro de muchas familias humildes en un mercado de sellos tan manipulado como imposible. O recordar también los generosos pagarés de Nueva Rumasa con rentabilidades de hasta el 12% y sobre los que el supervisor español avisó en numerosas ocasiones.

En el caso de las criptomonedas, la estafa se estima en 280 millones de euros, con miles de afectados, incluso con alguno pillado en 20 millones de euros. En este caso, no se puede echar la culpa al supervisor de los mercados, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que pide siempre que los inversores se cercioren de que están metiendo sus ahorros en un intermediario registrado en este organismo. Algorithmics Group era la compañía con la que Biosca y familia –también están imputados su mujer y su hijo en la presunta estafa- que, obviamente, no estaba vigilada por la CNMV y por tanto fuera del esquema de protección de 100.000 euros en caso de quiebra del intermediario.

Una estafa que vino precedida de otra realizada por la sociedad Arbistar que se cifra en 100 millones de euros con más de 32.000 afectados. Su operativa es prácticamente idéntica al montaje de los Biosca.

Tal vez, las autoridades de consumo sí deberían de estar más alerta con estos estafadores. La de Afinsa y Fórum Filatélico se gestó durante varios años con sedes públicas en numerosos pueblos y en las grandes avenidas de las ciudades más importantes. Tanto Banco de España como la CNMV echaron entonces balones fuera argumentando que no se trataba de una inversión financiera y, por tanto, quedaba al margen de su competencia. Pero después de muchos años operando nadie se molestó en ver su operativa y si aquellas rentabilidades prometidas con los timbres (eran modestas, en torno al 4%) tenían un respaldo económico.

Un grito al viento para que los ahorradores huyan de promesas de rentabilidad irreales y, sobre todo, cuando viene acompañada de la captación de dinero negro, elementos casi seguros para una estafa financiera. Saber que el intermediario está registrado y vigilado en la CNMV porque ni siquiera sirve el pasaporte comunitario de algunos intermediarios desaprensivos que operan desde otros países pequeños como Chipre. Este mismo febrero el organismo supervisor ya advertía a su colega en Chipre de la mala actuación en España de firmas ubicadas en ese país.

Pero me temo que, nuevamente, en 2022, en lo que queda de año y en los siguientes seguiremos hablando de estas estafas piramidales. La estampita, el tocomocho, el nazareno… son timos eternos. La ambición los alimenta siempre.