Las materias primas están siendo las protagonistas del año. Ya lo fueron el pasado ejercicio con fuertes revalorizaciones apoyadas en los problemas de la cadena de abastecimiento, el brusco rebote del petróleo y su capacidad de contagiar y afectar al resto de commodities, y en la propia escasez tras la vuelta a despertar del consumo. Desde el inicio de la invasión a Ucrania, el petróleo ha subido 20 dólares el barril y ya se mueve en los 113 dólares en su modalidad Brent. Pero además de las tristes circunstancias actuales, la nueva economía precisa de minerales y metales para su expansión. La minería –contrariamente a los que se podría pensar- está de moda en el mundo.

El analista de Wisdom Tree ha elaborado un análisis sobre las mayores exigencias de metales que resulta sorprendente. La más llamativa es que un automóvil eléctrico requiere seis veces más de minerales que un automóvil convencional. Además, una central eólica terrestre típica requiere nueve veces más de recursos minerales que una central eléctrica alimentada por gas. Desde 2010, la cantidad promedio de minerales necesarios para una nueva planta de generación de energía ha aumentado en un 50% a medida que crece la participación de las energías renovables. Y es posible que para 2040, la demanda de litio aumente unas 40 veces, mientras que la demanda de grafito, cobalto y níquel podría crecer entre 20 y 25 veces.

En este contexto, el mundo está más centrado en la reducción de las emisiones de carbono que en cualquier otro momento de la historia reciente, y podría conducir a ciertas acciones, como un crecimiento masivo de la demanda de vehículos eléctricos. Un mega crecimiento de la demanda de vehículos eléctricos conduce a un crecimiento masivo de la demanda de baterías, las cuales requieren muchas materias primas. Si como sociedad global, vamos a buscar más de estas materias primas, se requerirán nuevas técnicas, de manera similar a como se requirió en la perforación horizontal de shale (fracking) para encontrar más recursos de combustibles fósiles.

Las mineras han indicado que se tendrán que encontrar nuevos depósitos mucho más profundos en la corteza terrestre para que el mundo pueda estar en condiciones de satisfacer sus necesidades de energía verde en el futuro. Cabría la posibilidad de que ciertos patrones se ubiquen en las capas superiores de la corteza, lo cual podrían indicar la presencia potencial de ciertos minerales dentro de las capas inferiores.

Las nuevas minas pueden tardar más de diez años en estar operativas después de que las empresas reciben diferentes derechos y permisos. Descubrir el mejor lugar posible para explorar también puede tomar un período de tiempo significativo. La mayoría de los depósitos de alto grado fácilmente identificables ya se han encontrado y la inversión en exploración ha ido disminuyendo. Una regla general aproximada es que, por cada 100 sitios evaluados, uno generará un depósito de mineral rentable. Pero también es posible que, en los últimos años, la cifra real se acerque a uno en mil.

Así, el sector minero cobrará un especial protagonismo en los próximos años y precisará de técnicas de la llamada Inteligencia Artificial (IA) para encontrar esos recursos que una economía más verde exige. Como hemos vivido en esta nueva crisis energética, ahora agudizada por la situación bélica en Ucrania, el traspaso de la economía basada en el C02 a la libre de emisiones tiene un coste elevado que, en gran medida, serán los propios usuarios los que la tengan que asumir. Esta idea de la energía que –en momentos como el actual- se salda con precios máximos históricos en el megavatio hora se trasladará hacia el mundo de los metales necesarios para hacer ese trasvase.