La iglesia católica siempre ha estado revestida de un halo de misterio, más aún en lo concerniente a sus cuentas. Los sacerdotes de las numerosas órdenes religiosas no acuden a las sucursales para gestionar su patrimonio. Por el contrario, son los bancos privados y las gestoras de fondos financieros especializados las encargadas de gestionar dichos activos.

El ‘modus operandi’ de la Iglesia a la hora de abordar las cuestiones económicas no es muy distinto al de una gran corporación. La vastedad del patrimonio eclesiástico es por todos conocida, aunque la opacidad y el ostracismo que acompañan a los asuntos relacionados con el Vaticano hacen difícil contabilizar sus activos.

¿Cuánto dinero maneja la Iglesia?

La opacidad de las cuentas vaticanas ha sido una constante a lo largo del tiempo. Se estima que la riqueza total de la Iglesia rondaría los 2 billones de euros, solo en bienes inmuebles, es decir, sin contar el efectivo, las acciones, el patrimonio artístico… Patrimonio que choca con el mensaje de humildad, solidaridad y modestia que predica desde tiempos inmemoriales la Santa Sede.

De acuerdo con una publicación de Nasdaq, resulta muy complicado tener certezas sobre las cuentas del la Iglesia. Primeramente, por la opacidad del Banco Vaticano, escenario de numerosos escándalos relacionados con la malversación y el fraude, lo que dificulta hacer un seguimiento preciso del flujo efectivo. Y segundo, porque en numerosos países como los EEUU, los grupos religiosos no están obligados a publicar sus datos financieros.

Sin embargo, a través de diversas filtraciones, conocidas como Vatileaks, se pueden conocer contados datos sobre las cuentas eclesiásticas. En 2014 el Banco del Vaticano administraba 64 mil millones de dólares en activos en nombre de sus 17.400 clientes. Además, el Banco Vaticano posee 764 millones de dólares en capital a la par que mantiene una nada desdeñable reserva de oro almacenada en la Reserva Federal estadounidense, 20 millones de dólares.

Sin embargo, la llegada del Papa Francisco al pontificado ha supuesto un revulsivo, ya que gracias a sus políticas de “honestidad y transparencia”, la banca pontificia hizo públicas sus ganancias en el mismo 2014, ganancias que se contabilizaban por valor de 76 millones de dólares que se sumaban a los 10.000 millones de euros que el Vaticano poseía entre oro, valores y divisas.

En cuanto a la iglesia católica en España, según KPMG, la institución genera cada año la friolera de 32.500 millones de euros. Esta riqueza se explica por la potestad de la Santa Sede de administrar amplio legado arquitectónico y monumental del Estado español. Cosa que en otros países vecinos no sucede.

En España, dichos bienes culturales se encuentran en propiedad de la Iglesia que, además, gracias al Concordato con la Santa Sede, no tributan a Hacienda. En otros países como Portugal, la explotación y el usufructo de abadías, monasterios y demás patrimonio artístico y cultural, es de la Iglesia católica, sin embargo, la titularidad de estos recae en el Estado.

¿Quién gestiona el patrimonio de la Iglesia?

Lo cierto es que, en España, han surgido tres firmas que son las encargadas de gestionar el dinero que genera la Iglesia: iCapital, Altum Faithful y Portocolom. No es nuevo, el hecho de que la banca española adopta un trato preferencial a los responsables financieros de las instituciones religiosas, más conocidos como ecónomos.

“Una de las grandes preocupaciones de estas órdenes es el sostenimiento de la propia institución, y cubrir las necesidades de los frailes y monjas, que normalmente no han cotizado nada, por lo que no perciben pensiones públicas”, afirman desde A&G Banca Privada.

Por su parte, desde uno de los fondos gestores, trasladan que el patrimonio eclesiástico no pertenece a una persona concreta de la institución, y como tal, no existe una persona que pueda tomar decisiones sobre dichos activos.

La institución, por tanto, cuenta con un modelo de gobierno, de toma de decisiones, coherente con la realidad financiera, que involucra a distintas personas y órganos de gobierno, con unas directrices y limitaciones claramente definidas. Generalmente, la gestión recae sobre los ecónomos que deben reportar a una comisión económica perteneciente a la Prefectura para Asuntos Económicos de la Santa Sede.

Sin embargo, la Iglesia también se encuentra con serias dificultades a la hora de invertir. De nuevo, el Papa Francisco, haciendo valer el poder del anillo del pescador, ordenó publicar en 2017, el Economicae et pecuniariae quaestiones, una serie de consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero.

Una suerte de ‘manual de buenas prácticas’ que las órdenes religiosas han de seguir a la hora de gestionar su patrimonio. Desde uno de estos fondos de inversión aclaran que todas esas recomendaciones “cumplen en todo momento el magisterio de la Iglesia católica”, es decir; evitan alianzas con empresas que de alguna manera fomenten el matrimonio entre personas del mismo género o invertir en bonos del Estado de países con el aborto legalizado.