Esta semana, junto a otros artistas españoles, denuncié el conflicto en Gaza, instando a todos los Gobiernos a intervenir en esta crisis que no deja de intensificarse. Mi firma solo pretendía ser un llamamiento para la paz. La destrucción y el odio solo generan más odio y destrucción.

Aunque me mostré crítico con la respuesta militar israelí, siento un gran respeto por la gente de Israel y una gran compasión por sus pérdidas. Ahora algunos me etiquetan como antisemita, igual que a mi esposa, lo cual es la antítesis de lo que somos como personas. Odiamos el antisemitismo tanto como detestamos las horribles y dolorosas consecuencias de la guerra.

Me educaron para estar en contra de cualquier acto violento, y el consecuente sufrimiento para la humanidad, sin importar la religión, las etnias o las fronteras. Demasiadas madres inocentes palestinas han perdido a sus hijos en este conflicto. Demasiadas madres israelíes comparten el mismo dolor. No debería haber ninguna razón política que justifique un sufrimiento tan enorme en ambas partes. Espero que los líderes involucrados en este complicado conflicto escuchen el llamamiento del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon: "En nombre de la humanidad, la violencia debe parar".

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