La situación es surrealista en la planta sexta de Gran Vía, 32, la sede central de PRISA. No sólo por la deriva ideológica que lleva a que, por ejemplo, en el mismo día (este martes, a sólo horas de una moción de censura contra él) se le dé al presidente 'popular' extremeño José Antonio Monago una página en El País y se le abran los micrófonos de la SER en horario de máxima audiencia para que se despache contra el socialista Fernández Vara. También por las cosas que pasan en la vida diaria interna de la empresa, y que reflejan un habitat radicalmente diferente del que una vez se vivió en una compañía que se presentaba de como líder del progresismo en España.

Un 'muro' de mamparas para separar a jefes y trabajadores
La última señal de este cambio parece casi una nota de humor... Eso sí, de humor negro. Y tiene que ver con el caudillismo que Juan Luis Cebrián ha ido imponiendo en una empresa que no hace tantos años se movía con otros comportamientos.

Entrada al edificio de PRISA en Gran Vía, 32



Los detalles de la historia. Juan Luis Cebrián, según han contado a ELPLURAL.COM en fuentes de la propia empresa, había dejado de tener despacho en Gran Vía hacía tiempo y se había instalado, básicamente, en las oficinas que tiene la empresa en Tres Cantos. Pero había 'regresado' en los últimos meses y se había instalado de nuevo en la planta sexta, la planta noble del edificio.

'La pradera' se convierte en 'la T4'
La razón para su 'regreso', según nos dicen, básicamente las negociaciones con Telefónica para la venta de la participación de Sogecable. Esa planta, la Sexta, era una planta semi diáfana que se abría entre la Gran Vía y un gran patio interior. La parte externa, de despachos de los directivos máximos de la compañía, que daban a la calle. La parte interna, amplia hasta el punto de que los trabajadores le llamaban 'la pradera', era un espacio ocupado por las mesas de secretarias y otros trabajadores.

Dos semanas atrás, con motivo de la reunión del Consejo de Administración de PRISA para decidir sobre la venta de Sogecable a Telefónica, Juan Luis Cebrián decidió realizar un cambio 'en el paisaje' de esa planta: crear un pasillo, con mamparas, para que Consejeros y, claro, él mismo, pudieran dirigirse hasta la sala de Juntas 'sin ser vistos'.

El pasillo de mamparas se queda
El hecho en sí ya causó sorpresa entre los trabajadores de Gran Vía que trabajan allí, o deben acudir a esta planta. Pero la sensación ha cambiado ya a irritación cuando han comprobado que el pasillo de mamparas continúa allí, con visos de convertirse en permanente. Y esto por dos razones. Una, les aísla de luz directa y les crea una incómoda situación de 'encierro'. Pero, sobre todo, por la extrañeza con la cultura de la empresa de este clasismo en el que se busca que entre directivos y trabajadores ni siquiera se produzca un cruce en el espacio de trabajo.

Eso sí, el 'respeto' a la privacidad del pasillo ha durado poco, y secretarias y administrativos han comenzado a utilizar el pasillo, que han rebautizado como 'la T4', en honor a los largos pasillos que hay en esta terminal del aeropuerto de Barajas.