La capital del país del fado es escenario hoy de una cita histórica. Parece haber sido elegido a propósito, que todo estaba preparado, porque la contienda lo merece y rompe estadísticas y modelos de lo que se ha vivido hasta ahora, o eso nos cuentan. Sin embargo, la realidad demuestra que los dirigentes del fútbol moderno ni siquiera se han planteado que esa música es expresión de los malos momentos de la vida. Esos mandamases son incapaces de hacer una correlación futbolístico musical de ese tipo. El sentimiento no les alcanza el cerebro, se queda en sus bolsillos porque a ellos no parecen golpear los reveses de la cotidianidad.

Decenas de miles de madrileños y no madrileños se acercan este sábado a Lisboa para ver al equipo de sus amores. Ellos sí transportan toneladas de sentimiento. Desde casa, millones de aficionados observarán a Cholo y Carlo. Serán sus alter ego. Se encargarán, cerveza en ristre, de transmitirles en voz muy alta la solución táctica para los momentos complicados.

Los responsables políticos españoles nunca habrían soñado esta jugada maestra. Es la excusa perfecta para la abstención de mañana. Es jornada de reflexión que si no les veríamos entregando propaganda electoral en las inmediaciones del estadio. Este es un país donde el fútbol va más a allá de la pasión, para convertirse en religión ¡Y cuánto manda la Iglesia en España!

Vivimos el balompié de otra manera. Los medios de comunicación dedican días y semanas a tratar todos los aspectos relacionados con la final… antes de que se dispute. No sé ya cuántas veces he visto la noticia sobre los hoteles enExtremadura o el precio de la gasolina. Ni el mejor director de marketing extremeño habría soñado nunca con esta promoción gratuita.

Después de la cita futbolística apenas quedarán un par de días para comentar las celebraciones porque tras ellas… la nada, o mejor dicho, la siguiente temporada.

Decía Fernando Pessoa (que con un apellido que se desliza al pronunciarlo podría haber sido un delantero centro de esos finos, finos) a finales de los años 20 que el fado “no es alegre ni triste. Es un episodio de intervalo. Lo formó el alma portuguesa cuando no existía y deseaba todo sin tener fuerza para desearlo. El fado es el cansancio del alma fuerte, la mirada de desprecio de Portugal al Dios en que creyó y también lo abandonó”.

Mañana, cuando se produzca el regreso victorioso de unos y apesadumbrado de otros, la definición de Pessoa adquirirá todo su esplendor. Durante las celebraciones y las lamentaciones. Simeone yAncelotti serán la personificación del fado según la definición del genial poeta luso.

Y esta noche, a la hora del partido, en aquellas tierras lejanas de oriente, elsentimiento nacionalista quedará en suspenso. Allí, los independentistas se unirán a sus contrarios por un sentimiento futbolero que les llevará a respaldar al equipo que viste de rayas, para que no gane el otro. Hoy toca eso. Mañana, los de su club también de rayas que no disputa la final, seguirán con el frenesí de presentar entrenadores, jugadores, y la madre que los parió. Todo sea por lograr un imposible: robar protagonismo a los protagonistas. Florentino es un maestro en esto.

Esta noche, a lo mejor, en la ciudad del equipo de rayas que hoy no juega, puede gestarse una especie de baby boom, como sucediera tras el iniestazo contra el Chelsea en Stamford Bridge en 2009. Donde lo habrá, seguro, es en Madrid, gane quien gane.

Por cierto ¿Sabrán los dirigentes de la UEFA quién era Pessoa? Por favor, la duda ofende.

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