Corría el año 1930 cuando, tras la dictadura de Primo de Rivera, el rey Alfonso XIII nombró a Dámaso Berenguer presidente del gobierno con el fin de restablecer la paz constitucional. Lo que en principio era una solución a largo plazo acabó dando paso a la rápida destitución del general, que sería sustituido por Juan Bautista Aznar, quien convocó elecciones para abril de 1931.

Antes, en agosto de 1930, una serie de partidos republicanos se reunieron y firmaron el pacto de San Sebastián, por el que se pretendía poner fin a la monarquía de Alfonso XIII y proclamar la Segunda República. Los asistentes -Acción Catalana, Acción Republicana Catalana y Estat Català-, no llegaron a levantar acta por escrito de los temas y acuerdos tratados en la reunión, pero sí se publicó al día siguiente en el diario ‘El Sol’ una nota que hacía referencia a otros pormenores:

 

“El problema referente a Cataluña quedó resuelto en el sentido de que los reunidos aceptaban la presentación a unas Cortes Constituyentes de un estatuto redactado libremente por Cataluña para regular su vida regional y sus relaciones con el Estado español”.

La rueda comienza girar
Hasta cuatro años después de aquel momento la maquinaria no empezaría a funcionar. Eran las ocho y diez minutos de la tarde del 6 de octubre de 1934. Lluis Companys, presidente de la Generalitat, se asomaba al balcón de la plaza de Sant Jaume y gritaba: “En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del poder del Cataluña y proclamo el Estado Catalán en la República Federal Española”.

En medio del griterío de los asistentes, Companys finalizó su discurso proclamando: “¡Cada uno a su lugar y Cataluña y la República en el corazón de todos!”.

 

Justo en aquel momento quedó proclamado el Estado catalán y, antes del anochecer, Barcelona se convirtió en una lluvia de metralla, fuego y explosiones. Por un lado, Companys tomó la decisión de que entraran en su Gobierno tres ministros de la CEDA (Confederación de Derechas Autónomas) y se armó con 400 mossos, 3.200 guardias de asalto y más de 3.400 militantes armados.

Por el otro, el Gobierno español declaró el ‘estado de guerra’ y encargó al general Batet liderar el enfrentamiento en las calles de la Ciudad Condal contra los secesionistas.

Rendición
Cerca de las siete de la mañana del 7 de octubre las tropas entraron en el Palacio de la Generalitat y detuvieron a Companys, a su Gobierno y al presidente del parlamento Joan Casanovas. El presidente de la Generalitat acabaría siendo capturado por Gestapo durante su exilio en Francia y, más tarde, fusilado.

Se calcula que tras la proclamación murieron 46 personas -38 civiles y ocho militares- y que más de 3.000 personas fueron encarceladas, la mayoría de ellas en el vapor ‘Uruguay’ y puestas bajo la jurisdicción de los consejos de guerra.

Además, después de que el 23 de febrero de 1935 se dejaran en libertad provisional al alcalde de Barcelona y a los concejales detenidos, la autonomía catalana fue suspendida indefinidamente por una ley aprobada el 14 de diciembre a propuesta del Gobierno.

La Generalitat fue sustituida por un Consejo de la Generalitat, designado por el Gobierno y con Francisco Jiménez Arenas como primer presidente. Con ello, la ley de Contratos de Cultivo también fue anulada y se tramitaron casi 3.000 juicios de desahucios de aparceros y ‘rabassas’.