Hemos tenido el privilegio de charlar con Jorge Barudy (Chile, 1949), neuropsiquiatra, psiquiatra infantil, terapeuta familiar y experto en historia del trauma. Después de ser encarcelado en el golpe de Estado a Salvador Allende en Chile, vivió en el exilio. En ese momento, ya era médico y estaba vinculado a movimientos de poblaciones indígenas y campesinas. Formado en psiquiatría en la Universidad de Lovaina (Bélgica), es el fundador de la primera organización del mundo que se dedica a investigar y ofrecer un método de atención a los exiliados o refugiados políticos. Es consultor y supervisor de programas de prevención del maltrato infantil en América Latina, Bélgica y el estado francés. Lleva veintidós años en Cataluña, donde la Fundación “la Caixa” le hizo el encargo de crear el contenido de un nuevo programa para trabajar la resiliencia y la prevención postraumática dirigido a los niños y familias de La Palma, afectadas por la erupción del volcán.

Pregunta- Si bien tu experiencia traumática a raíz del golpe de Estado de Pinochet, que provocó tu encarcelamiento y tu posterior exilio, te volcó en tareas solidarias, esto no era algo nuevo en tu vida. ¿Cómo fueron tu formación y esos primeros pasos?

Respuesta- Tuve la oportunidad de vivir toda la efervescencia social y esperanzadora de la década del 70, que llegaba desde la década anterior. Mi otra gran oportunidad fue la de formarme en la Universidad de Concepción. Esta universidad me formó como médico con una visión social y comunitaria de la medicina. Vi que la salud era una producción social y que las enfermedades guardaban una relación directa con las condiciones de vida de la gente. A partir de esa idea fundamental, mi compromiso como estudiante de medicina y como médico era poner mi profesión al servicio de animar y promover la aplicación de ese modelo. 

La Universidad de Concepción de Chile, en la que me formé como médico, es conocida por su compromiso social.

P- En qué consistía ese modelo comunitario?

R- Era la búsqueda de la articulación entre los recursos que tienen las personas y las comunidades para mantenerse sanas y lo que nosotros, desde del punto de vista profesional, podíamos aportar. Planteamos que la tarea en ese momento era poner nuestra profesión al servicio de los sectores más desfavorecidos. La coyuntura era positiva gracias al gobierno de Salvador Allende. Allende había sido elegido en 1970 y yo egresé en el año 1972. Fue entonces que tuve la opción de integrarme en el programa de salud rural, que ya habían iniciado egresados de mi misma facultad cuatro o cinco años antes en el sur de Chile, tanto en la zona de Temuco, que está cerca de la costa, como en la cordillera de los Andes. En la universidad nació un movimiento de izquierdas, hijo de la influencia de la Revolución Cubana y de otros movimientos que existían en América Latina, para el cambio radical de las estructuras social y política, que eran terriblemente opresivas en el continente. Grupos como los Tupamaros, en Uruguay, o el ERP, en Argentina, optaron por la lucha armada.

P- Pero vosotros optasteis por otro camino...

R- Efectivamente. Ese radicalismo tuvo una influencia en nuestro pensamiento, pero nosotros no optamos por esa vía, sino por la de cómo podíamos poner nuestros conocimientos profesionales al servicio de la organización de la comunidad, sobre todo en las poblaciones indígenas, fundamentalmente mapuches, y del campesinado, que con la Reforma Agraria de Allende estaba conociendo la esperanza de poseer tierras.

Hemos tenido la ocasión de hablar con toda una eminencia, el doctor Jorge Barudy   Foto de Unión del Consejo Nacional de la Infancia

P- ¿Dónde te pilla el golpe de Estado?

R- Yo ya era médico director de un hospital rural en la costa, y estaba junto con mi esposa de entonces, madre de mis hijos mayores, que era médico también. Teníamos pocos recursos, pero hacíamos lo que podíamos, que no era poco. Trabajábamos también en la organización de la comunidad, con este modelo tan interesante de crear agentes de salud en las comunidades indígenas. Aprendimos mucho de su conocimiento ancestral de la salud y el tratamiento de la enfermedad, que no siempre están reñidos con el conocimiento médico occidental. En ese activismo profesional, social y político estaba cuando se perpetró el golpe de Estado. El día del golpe yo estaba trabajando en Puerto Saavedra. 

P- Donde aquellos terremoto y maremoto terribles...

R- Exacto. Fue en 1960, y destruyó prácticamente la mitad del pueblo. Como consecuencia de la reconstrucción, Suecia regaló un hospital, entonces nosotros teníamos un hospital muy moderno, pero no teníamos mucho personal. Éramos toda gente que estábamos ahí por nuestras convicciones políticas. Hicimos un trabajo interesante hasta que llegó el golpe militar.

P- Vosotros, según me has dicho, no estabais ejerciendo una lucha armada, pero los golpistas no necesitan razones para reprimir, ¿no?

R- Como muchos otros compañeros médicos y personal de salud, fuimos víctimas de una redada terrible. Los militares estaban convencidos de que nosotros estábamos conectados con esa lucha armada. Bueno, la represión, como es sabido, fue indiscriminada.

Con una historia como esta, uno tiene dos alternativas: retirarse o reforzar su activismo. Mi caso fue el segundo.

P- ¿Cómo te marcó la experiencia de haber estado en la cárcel y haber sufrido torturas?

R- Me marcó en el sentido de introducir en mi conocimiento el impacto que tiene la violencia sobre la salud física y mental. Una forma de resistir al horror fue organizar clandestinamente un pequeño equipo para atender a los compañeros que volvían de las sesiones de tortura. Empezamos a aplicar una metodología totalmente empírica para sostener física y psicológicamente a la población encarcelada junto con nosotros. Yo creo que ese es el origen de mi interés por comprender el impacto de los traumas en la salud física y en la salud mental. Sobre todo, esta última. Fueron mis primeras experiencias con lo que yo llamo traumoterapia. Fueron experiencias de terreno, empíricas. Yo era médico general, rural.

P- Aprendiste de la forma más dura.

R- Sí. Éramos tres o cuatro médicos que revisábamos no solo nuestra forma de atender las heridas físicas, las fracturas que se habían provocado en las sesiones de tortura, las consecuencias del uso de la electricidad, los hematomas, sino también, sobre todo durante las noches, que era cuando podíamos hacerlo, trabajábamos en mantener una ventana de resistencia. Eso es lo que hicimos durante los tres meses que estuve en la cárcel.

Las zonas donde se trabajaba en solidaridad en Chile fueron las más golpeadas por la represión.

P- Después de esos tres meses de cárcel, ¿te invitaron a irte, te desterraron o te escapaste?

R- Me conmutaron la pena. Mi padre era un abogado muy ejemplar, muy comprometido socialmente. Él, junto con otra gente hicieron lo posible para intentar que algunos de nosotros pudiéramos salir con vida. En la zona donde yo estaba existía el compromiso social de mucha gente y eso llevó a que fuera muy golpeada por la represión. Eso explica lo que está pasando hoy con la población mapuche, porque no solamente ha sido históricamente vapuleada, sino que además, durante el golpe y durante la dictadura, su rebelión fue duramente reprimida. Muchos de los que estaban al lado de ellos, incluyendo jefes del Servicio Público de Salud, están en la lista de desaparecidos. En mi programa de salud rural hay varios torturados, luego asesinados y desaparecidos. Mi padre, que era alguien conocido, negoció y se movió muy bien para conseguir el apoyo de Amnistía Internacional y de Cruz Roja. Finalmente el acuerdo fue el destierro con papeles. Es decir, con una sentencia. 

P- Empezamos el siguiente escalón en tu historia. ¿Cómo fue tu carrera como exiliado?

R- Estuve un tiempo en Perú, también trabajando en el apoyo a la gente que salía de Chile. Después de Perú, fui a Bélgica, que fue mi país de refugio. Allí fui reconocido como refugiado político por la ONU. A partir de eso, pude tener apoyo del Estado, del lado flamenco, me otorgaron una beca para especializarme. Opté por la psiquiatría. Allí, en 1975, creamos el primer centro en el mundo especializado en la reparación del daño provocado por la represión, la tortura y el exilio. Me interesé, entonces, por todo tipo de violencia.

P- Claro, hasta ahora estamos hablando traumas provocados por violencia infligida, fundamentalmente, por razones políticas e ideológicas. Pero te volcaste también en traumas generados por un abanico mucho más amplio. ¿En qué consiste ese abanico?

R- Dirigiendo ya la ONG mencionada, que fundamos en el '75 con el apoyo de un profesor que me formó en la Universidad de Lovaina, cuando estaba terminando mi especialización, en 1980, me ofrecieron dirigir uno de los equipos de prevención y tratamiento de maltrato infantil. Entré, entonces, en el otro mundo del trauma. Trabajé simultáneamente en los dos frentes, y se fueron sumando otros, como los traumas de las mujeres víctimas de violencia de género.

P- ¿Cómo llegaste a España?

R- Fue en el año 2000. Tuve la oportunidad, que agradezco mucho, de venir a trabajar a España y abrir una segunda ONG en Barcelona. A partir de ahí, me dediqué a profundizar el trabajo en violencia hacia la mujer y hacia los niños.

Mi primer trabajo en España respecto a los traumas causados por catástrofes naturales fue para las víctimas del terremoto de Lorca.

P- ¿Fue aquí donde empezaste a trabajar en programas dirigidos a afectados por catástrofes naturales?

R- Sí. Yo vengo de Chile, que es un país catastrófico. Chile es una tierra que se mueve. Y no solo por las catástrofes que forman parte de los movimientos telúricos naturales, sino como consecuencia de la estupidez y la implantación del modelo neoliberal extremo, de los Chicago Boys, por parte de la dictadura. Destruyeron el bosque nativo y plantaron pinos y eucaliptos, lo que provocó catástrofes en forma de incendios forestales impresionantes. Entramos, entonces, en la relación de esas catástrofes naturales con los traumas. El primer material que publicamos fue en relación a un terremoto que hubo en Lorca. Se trató de un material psicoformativo para los profesionales de la salud y para los profesores de los niños de esa región. Más adelante creamos material para incendios forestales, para terremotos y tsunamis en Chile.

P- Y así llegamos al presente, a la erupción del volcán en La Palma.

R- Así es. La Fundación "la Caixa", con la que habíamos colaborado en el terremoto de Lorca, nos pidió que proveyéramos material psicoformativo para profesionales que tenían que atender a la población, fundamentalmente a la infancia, afectada por esta catástrofe natural. Cuando trabajas en trauma estás promoviendo resiliencia. El concepto, el paradigma de la resiliencia yo lo conocí a finales de la década del 90, cuando me dieron un premio en Bélgica por mi contribución al bienestar infantil. El presidente del jurado era Boris Cyrulnik. Yo había leído algunas cosas sobre resiliencia, pero mi introducción en el mundo de ese paradigma viene de este contacto, de este encuentro y de la amistad que se creó a partir de nuestra afinidad, de la misma mirada que teníamos, incluso política, porque también tenía una historia traumática. En su caso, más dura que la mía, porque él comenzó su trauma como niño judío perseguido por los nazis. Boris escapó nada menos que del exterminio perpetrado por estos.

Aunque no era de forma estructurada y a pesar de no conocer el paradigma, ya trabajábamos en resiliencia en la década del 70

P- Digamos que ya llevabas mucho tiempo trabajando en resiliencia, aunque sin conocer el concepto que la definía.

R- Claro. Estaba ya presente en los modelos comunitarios y, por supuesto, en la propia cárcel. Ahora ya tenemos una base, un paradigma.

P- ¿En un caso como el de La Palma, se trata de un programa preventivo o ya hubo que enfrentarse a una serie de hechos consumados?

R- En realidad, hacemos las dos cosas. Estamos previniendo ante la respuesta natural del niño, y también de los adultos, aunque a estos últimos les cuesta más reconocerlo. La respuesta natural es una respuesta al estrés. El cerebro, el sistema nervioso, el sistema nervioso autónomo, y otros sistemas del cuerpo tienen una capacidad de responder frente a situaciones de amenaza. La respuesta al estrés la tenemos todos, afortunadamente, y vuelve a su equilibrio cuando hay una normalización, entre comillas, y una estabilización de los factores que produjeron ese estrés. Pero hay una parte de la población que se puede quedar pegada a aquella respuesta, y entonces ya empezamos a hablar de la zona de estrés postraumático. Eso es lo que se quiere prevenir y lo hacemos con este tipo de material. Se previene primero dando información a los niños. El niño, cuanto más conocimiento tiene sobre por qué se producen estas catástrofes naturales, en este caso la erupción del volcán, mejor va a enfrentar la circunstancia. Aunque parezca increíble, primero se trata de hacerle saber que no es culpa suya. Hay un período del desarrollo en que el niño se autoatribuye la responsabilidad de lo que está pasando. Es algo muy interesante, porque esto viene del modelo adultocéntrico que domina nuestra cultura, en la que al niño se le atribuye la culpa de todas las tonterías humanas. Los niños tienden, entonces, a atribuirse las causas de las cosas que van mal.

El niño tiene que poder expresar sus emociones, aunque algunas, en principio, nos parezcan negativas, como el propio miedo.

P- Pero entonces, esta autoatribución es una construcción cultural y no algo natural.

R- La autoatribución es siempre interactiva. No se autoatribuye espontáneamente. Hay una cultura detrás. La culpa del enojo del padre o de la madre, por ejemplo, necesita de esa interacción. Uno de los objetivos de este material, como el de la formación de los profesores, es el de dar una explicación: que los volcanes erupcionan y que ellos, los niños, no tienen nada que ver con las causas. El otro elemento fundamental que viene en el material es que los niños tienen derecho a expresar a través de su cuerpo las emociones coherentes con la situación. No les vamos a pedir que aplaudan porque hay lava. Hay que normalizar esas respuestas naturales: que se asusten, que tengan miedo, que regresen, que busquen refugio en los adultos.

P- ¿Eso ya forma parte de la resiliencia?

R- Sí, lo otro que hemos aprendido, y de ahí viene también la aplicación práctica del paradigma de la resiliencia, es que cuando el niño participa en el control de las secuelas, tiene la posibilidad de manejar mejor el sentimiento de desamparo, y con ello, se disminuye la posibilidad de quedarse pegado en el trastorno o en la respuesta al estrés. Tiene más posibilidades de prevenir la aparición de lo que se conoce como trastorno de estrés postraumático.

El programa de La Palma ya está en marcha y tenemos programadas nuevas actividades para el futuro cercano

P- ¿En qué punto estamos de la aplicación de este programa concreto?

R- Ya tienen consigo todo el material, por un lado, y ya hicimos un webinar para los profesores, que ha sido muy intersante, y en el que participaron casi cien personas. Estamos por hacer el segundo webinar para las personas que no pudieron participar en el primero y que se quieren incorporar. También está planificado un webinar para los padres y las madres, en el que además de hacerlo con un lenguaje más cercano a ellos, dejamos un espacio para responder preguntas. Las inquietudes de los padres, generalmente, tienen que ver con si este tipo de experiencias va a dejar marcados a sus hijos, si los va a afectar de forma permanente. Los padres y las madres tienen muchas inquietudes, sobre todo cuando son competentes en la educación de los niños.

P- ¿Cómo suele ser la respuesta de los niños?

R- Esto es muy interesante. Las respuestas de los niños frente a este tipo de regresiones que vienen del entorno, como esta catástrofe natural, tienen mucho que ver con cómo estaban los niños antes de ella. Si los niños estaban mal cuidados, si estaban en medio de una conflictividad de pareja, si eran testigos de la violencia del hombre sobre la mujer, si estaban siendo abusados sexualmente, evidentemente, empezamos a hablar de trauma acumulativo. Por otro lado, el papel de los profesores es fundamental, y por eso los formamos de manera específica. Evitamos el que los educadores digan "a los niños no les pasa nada porque los niños se olvidan de las cosas difíciles", porque eso perjudica mucho al proceso. Cuidar a la infancia es un tarea básica si queremos vivir en una sociedad mejor, por eso también es importante, fundamentalmente en la prevención, la respuesta social, los recursos que se ponen a disposición y las políticas de salud. 

P- Si hablamos de esas políticas, en tu país se acaba de producir un cambio trascendental. De hecho, has seguido con mucho interés la toma de posesión del presidente Gabriel Boric. ¿Cuánto se juegan Chile, Latinoamérica y el mundo en esta nueva etapa?

R- Yo estoy muy esperanzado. Como él mismo dijo, parafraseando a Salvador Allende, se volvieron a abrir las alamedas. Es muy emocionante. Estamos hablando de una nueva forma de ver la política, de una ética y una estética diferente. Desgraciadamente el mundo es el mundo, y no es que le van a poner palos en la rueda, es que los palos ya están puestos. Hay que buscar nuevas formas, y ese es el desafío. Hay que buscar ruedas que puedan funcionar a pesar de los palos. Se trata de gente joven y genuina, desde el punto de vista de sus valores. Es entusiasmante. Hablábamos antes del trauma acumulativo. Pues esto es lo que estamos viviendo en una mezcla entre las catástrofes naturales y la política. La pandemia, el volcán, y ahora una guerra. Pero también había otra pandemia, que es la pandemia del dominio mundial del modelo neoliberal, que ha infiltrado todo y se ha naturalizado. La guerra actual es consecuencia de ese modelo, que se hace muy difícil de denunciar, porque se ha normalizado. La democracia ya se ha identificado con él. Después de Mujica, en Uruguay, aparece este joven de 38 años, en Chile, junto con su equipo, como profeta de una alternativa que genera esperanza. Es un cambio de paradigma, de momento, a nivel simbólico, que al fin y al cabo es lo mismo que pretendemos en nuestro campo. Tenemos alrededor de ochocientas personas ya formadas en España y América Latina, para combatir el sufrimiento y la enfermedad mental, que en más de un 90% son producidos por traumas. Es un cambio de paradigma total, que pretende terminar con el modelo descriptivo dominante que solo determina los síntomas, que te da el diagnóstico y punto. Muchas corrientes psicológicas focalizan todo en el individuo y no en la relación del individuo con el contexto. Ese es el paradigma que venimos a romper, a cambiar.