Hemos tenido la ocasión de hablar con María Márquez, doctora en Psicología Clínica y de la Salud, investigadora y profesora titular en el Departamento de Psicología Biológica y de la Salud de la Facultad de Psicología de la UAM. Ella colabora desde 2020 en acciones de formación y cursos de verano dirigidos a los equipos del programa de la Fundación “la Caixa” 'Siempre Acompañados'.  Entre los temas que aborda está cómo afrontar las pérdidas y las transiciones para prevenir o revertir situaciones de soledad en personas mayores. Ella arroja luz sobre cómo deberíamos comportamos y cómo debería comportarse la sociedad para evitar casos de soledad no deseada.

Pregunta- ¿En qué consiste el programa Siempre Acompañados?

Respuesta- Es un programa pionero en muchos sentidos, que tiene el objetivo de empoderar a las personas mayores para que sean agentes activos de su vida, de modo que salgan de situaciones de soledad o no caigan en ellas. Tratamiento y prevención para salir de experiencia de soledad no deseada, que como sabemos, son muy frecuentes en muchas etapas del ciclo vital, fundamentalmente en la vejez.

P- ¿Esto se ha agudizado a partir de la pandemia? ¿Hay hoy más gente en situación de soledad no deseada?

R- Me he quedado pensando en que acabo de decir "fundamentalmente en la vejez", y hoy sabemos que no es tan así. Hicimos un estudio en pandemia y resultó que los mayores estaban afrontando mucho mejor la situación que los jóvenes. La pandemia ha disparado las cifras de soledad en los adolescentes y jóvenes, en otras etapas del ciclo vital. Entre los mayores por supuesto existe, pero no ha sido tan impactante, debido a que las vidas que han cambiado más han sido las de los jóvenes. Los mayores tienen más resiliencia en muchos sentidos, aunque eso no quiere decir que entre ellos las cifras de soledad no sigan siendo alarmantes.

María Márquez, colaboradora del programa Siempre Acompañados

Más allá de agentes externos, la persona tiene que aprender a manejar diversos factores personales para evitar la soledad no deseada

P- ¿Esta soledad no deseada se va produciendo porque la gente va perdiendo su entorno, por fallecimientos, traslados, etc., o es la propia sociedad los que les va dando de lado a medida que la persona se va haciendo mayor?

R- La experiencia de soledad de la vejez puede ser el resultado de muchos factores diferentes. Una de las vías es, efectivamente, que se les va dando de lado. Muchos elementos del contexto, del ambiente en la sociedad en la que vivimos que van poniéndole difícil a las personas mayores el seguir conectados, el seguir teniendo experiencias de sentido, de sentirse enganchados con la vida. Se lo ponen más difícil. Por otro lado, las propias personas tenemos mucho que decir en ese sentido. Uno va comprando papeletas para tener la experiencia de soledad a lo largo de la vida. Son factores personales que tenemos que aprender a manejar mejor para prevenir.

P- ¿La sociedad considera un peso a los mayores?

R- La sociedad no trata igual de bien a los mayores que a los jóvenes. De alguna forma, sí, los mayores se salen del engranaje productivo y ahí se quedan, en un vacío. La sociedad te arropa, te dice por dónde hay que ir, qué recursos hay, qué se espera de ti. Hay unos roles para que tú los desarrolles. Para la vejez, la sociedad te dice "tú te lo guisas, tú  te lo comes" en muchos sentidos. Es una sociedad orientada a valores de juventud, de productividad, de competencia, de rapidez. Los mayores van por otros derroteros. Al final los abocamos a que no tengan fácil encajar.

"Los jóvenes no tienen tiempo, lo ocupan en buscar trabajo, producir, crecer, aprender, liderar. La conciliación familiar no termina de florecer, no terminamos de instalarla en la sociedad"

P- ¿Por qué se da un envejecimiento de la población en los países más desarrollados? A bote pronto, parece un contrasentido, donde se supone que la gente vive mejor, debería tener más recursos para tener niños.

R- Buena pregunta, y muy difícil de responder. Es un resultado de los parámetros de la sociedad, de cómo funcionan las sociedades occidentales, desarrolladas, capitalistas, basadas en el modelo de bienestar individual. Los jóvenes no tienen tiempo, lo ocupan en buscar trabajo, producir, crecer, aprender, liderar. La conciliación familiar no termina de florecer, no terminamos de instalarla en la sociedad.

La interacción entre las distintas generaciones es fundamental, y la segregación por edades tiene que desaparecer

P- El tiempo que no tienen los jóvenes lo tienen los mayores.

R- Efectivamente. En los mayores, este modelo no encaja. Para que los mayores se puedan sentir integrados en la sociedad, necesitamos tener una sociedad intergeneracional en la que vivamos todos juntos, no los mayores en los centros de mayores, los jóvenes en la discoteca y los adultos en su trabajo. Para poder compartir, necesitamos compartir horarios. No tenemos tiempo libre, el trabajo nos exige estar hasta tarde, quieres ver a tus hijos, las rutinas de cada día..., no hay tiempo ni para ver a tus padres, para pasar tiempo de calidad con ellos y no una visita del médico. A lo mejor ellos llevan todo el día esperando esa visita, que resultan ser diez minutos. Eso también es un producto de la sociedad de consumo. No está estructurada para la convivencia familiar entre generaciones. Necesitamos repensar de forma urgente los parámetros en los que está centrada nuestra sociedad porque no es sostenible una sociedad que no incluya a los mayores y que no incorpore la necesidad de garantizar su bienestar. 

P- ¿De qué manera actúa el programa Siempre Acompañados?

R- Se forman equipos de personas, que son trabajadores contratados por entidades, fundaciones, administraciones locales. Pueden ser psicólogos, trabajadores sociales, todas personas formadas para detectar situaciones de soledad. Hacen una evaluación de la situación, identifican las teclas que hay que tocar en cada caso y desarrollan una intervención individual. Se dan pautas y ayudas a esa persona para que tenga conciencia de lo que le está pasando, que tenga conciencia de los recursos que tiene a su alrededor y los utilice. Recursos para cambiar esa situación de desarraigo en la que está. El objetivo es empoderarla para que ella misma sea agente activo del cambio en su vida. Un cambio que va a implicar hacer actividades nuevas, tener relaciones nuevas o enfocarlas de una manera diferente. Hay multitud de posibles acciones. Es muy importante también el trabajo en red. Tanto las entidades con las que se despliega como con los servicios sociales o con los territorios tienen que hacer un proceso comunitario.

P- ¿Es importante que se junten entre ellas las personas que sufren soledad no deseada e interactúen, o más importante que nos incorporemos a sus vidas aquellos que no sufrimos soledad no deseada?

R- En la línea de lo que comentaba antes, lo que creo que hay que facilitar es que cada uno haga lo que quiera, que descubra qué es lo que le mueve, qué es lo que le merece la pena en su vida y hacia dónde quiere ir, y que sea capaz de impulsar los recursos y las vías de acción para hacerlo. En ese sentido, pueden ser de ayuda mutua grupos de personas en soledad no deseada sobre todo al principio, para cobrar más conciencia del problema, pero no es el objetivo que se queden entre ellos, sino todo lo contrario. La idea es que se integren en el curso de la vida que cada uno quiera darle a su proyecto vital. Hay que desmantelar este sistema de discriminación por edad, como por ejemplo los centros de personas mayores. Los mayores están como en un limbo, en una vida paralela. Incluso lo vimos en la pandemia, cuando tenían que pasear solo en una determinada franja horaria. Estaban segregados.

P- ¿Y qué nos puedes decir de las ciudades? ¿Son un sitio hostil para las personas mayores?

R- Los espacios de la ciudad, los espacios arquitectónicos, favorecen que los mayores estén en su casa o en centros de mayores. No pueden ni cruzar la calle porque no les da tiempo el semáforo, por ejemplo.

Antes de intentar acabar con la brecha digital tenemos que apuntar a la conexión humana. Si lo hacemos, una de las consecuencias será disminución de esa brecha

P- También entra en esa categoría el espacio tecnológico.

R- La brecha digital es una realidad, pero aunque disminuirla es importante, no es la prioridad ante muchas otras cosas. Hay que apuntar antes a la conexión humana que a la digital. No es lo mismo un WhatsApp que quedar con la persona a escucharnos, a vernos, a mirarnos a los ojos. En ese sentido, tenemos que dar un pasito atrás con la tecnología. Bajar nosotros antes de que suban ellos. Ya lo vemos en jóvenes que están juntos pero aislados, cada uno mirando a su móvil, y eso no es la mejor forma de paliar la soledad. No es negar la tecnología, que se puede usar para contactos, para descubrir cosas, oportunidades, actividades, pero como punto de partida y no de llegada. 

P- Hace tiempo era muy habitual que los abuelos convivieran con hijos y nietos. Hoy, más allá de los casos en los que necesitan atención profesional, muchos acaban en residencias. ¿Nos los estamos quitando de encima o es una imposibilidad manifiesta la de tenerles en casa?

R- Es así, a día de hoy ha cambiado muchísimo. Pero ha cambiado porque también han cambiado muchas otras cosas. Por ejemplo, la mujer antes estaba más en casa y podía cuidar de su madre. La mujer se ha incorporado al mundo laboral, como debía ser y no podía ser de otra manera. ¿Qué ha pasado? Que no hay recursos que sustituyan ese espacio. Solo dejando de trabajar se podría cuidar de los mayores en casa, con lo que eso supone a nivel económico y a nivel de autoestima. El tema de las residencias es complicado. Tiene que ver de nuevo con cómo vivimos. Vamos acelerados, no tenemos tiempo. Yo mismo me lo planteo, ¿cómo cuidaría de mi madre en casa? Pues contratando a alguien, gastándome el sueldo. Esto necesita una reflexión a gran escala. De hecho, ahora se está hablando mucho del tema de la sociedad de cuidados. Un debate que plantea la socióloga Victoria Camps. No es sostenible el sistema, no tenemos condiciones para cuidar en casa pero tampoco hay centros residenciales suficientes para acoger a todos los que los necesitan. Es una bomba de relojería que estallará si no se hiciera nada, porque sería insostenible en unos años.

P- ¿Vislumbras una solución, entonces?

R- Si no nos paramos de verdad a reflexionar, a hablar entre todos los agentes y consensuar una estrategia en condiciones para integrar el envejecimiento de las personas en nuestra sociedad, el futuro lo veo negrísimo. 

P- ¿Este problema es local o los países de nuestro entorno también lo sufren?

R- Varía. Hay otros países que tienen sistemas de garantía social más desarrollados que permiten dar acogida en cuidados de larga duración a los mayores. Es decir, hay más capacidad para atender de lo formal, además de más recursos económicos, y la gente se puede permitir pagar de forma más cómoda que aquí. En países que tienen también un problema de envejecimiento de la población, como Alemania o Países Bajos, están lidiando con él de una forma más sensata. Aquí no hay diálogo social, no hay diálogo político para buscar soluciones.

Los inmigrantes están cumpliendo una función esencial en el cuidado y acompañamiento de los mayores

P- Ante este envejecimiento de la población, ¿qué papel cumple la inmigración?

R- La inmigración está haciendo una función increíble en nuestras sociedades. El rol de cuidado formal lo están supliendo y lo están cubriendo las personas inmigrantes. La mayoría, además, lo hace estupendamente porque aunque no tengan la formación reglada, tienen muchas competencias para hacerlo y están cuidando a las personas mayores que no pueden ser cuidadas por sus hijos.

P- Se da una doble situación. Por un lado son los que cuidan a nuestros mayores, y por el otro ellos mismos tienen una familia con una estructura más parecida a las familias que había aquí y que mencionabas antes.

R- Hay países que mantienen esa otra forma de funcionamiento, más colectiva, menos individualista.

P- Particularmente tengo la percepción de que a mayor desarrollo, menos relaciones humanas, más frialdad en las relaciones sociales. ¿Es así?

R- Tiene que ver con el modelo de vida que va asociado a esta sociedad de trabajo basado en la producción. No hay una cabeza que piense en facilitar la vida de las familias, la convivencia, la conexión. No la hay. El marco productivo acaba provocando eso, que desemboca en el aislamiento personal. Buscas TU descanso, porque necesitas recuperarte tú. El individualismo está ahí. Se ha perdido progresivamente el papel de las instituciones, que antaño eran espacios de sociabilización. Yo creo que van a volver a serlo. Hoy estamos aparentemente cómodos en casa, pero así no estamos felices realmente, nos hemos quedado en la dimensión del placer, pero hay un bienestar que es mucho más importante que es el que tiene que ver con tu esencia de ser humano, con tu proyecto de vida, con tu razón de ser en el mundo. En ese campo, la colaboración, la solidaridad, el entrelazarte con los demás creo que es clave.

P- Sé que en tu trabajo recurres mucho a las metáforas, para que todo sea más fácil de entender. ¿Cuál sería una metáfora de nuestras vidas?

R- La vida como un jardín. Un jardín del cual la persona es la jardinera. Las plantas, las flores, los árboles son las cosas que le importan y que hacen que su vida merezca la pena. Son sus valores, que pueden ser relaciones con personas, pueden ser proyectos de vida, áreas de tu vida que te importan. Se trata de pensar cómo está tu jardín, qué plantas tienes, cómo las estás regando, cómo las cuidas, unas las cuidas más que otras, algunas están un poco marchitas. Se trata de reflexionar sobre eso, qué ingredientes tiene mi vida que le dan jugo, que le dan sentido, y cómo los cambios y transiciones afectan a eso, desde la muerte de un familiar que quería muchísimo y era una planta maravillosa. ¿Cómo gestiono yo esto, cómo lo integro sin perder el sentido, sin perder los valores? También podía ser el trabajo otra flor muy bonita, entonces ¿qué hago el día que me jubilo? Habrá que plantearse cómo cultivar ese valor, esa planta, de otra manera, moviéndonos en escenarios que permitan acceder a esas experiencias que nos hagan sentir útiles y valorados. Recuperar el valor que subyacía, en este caso, al trabajo. Tener esa mirada al jardín, ser conscientes de cómo lo estamos cuidando. Lo que es seguro es que si me quedo de brazos cruzados, las plantas se marchitan. Cada día hay que ejercer la jardinería.