Hemos tenido la ocasión de entrevistar a Javier Yanguas, director científico del Programa de Personas Mayores de la Fundación “la Caixa”. Uno de los objetivos es el de dar respuesta al reto de la soledad, y para ello han creado el programa Siempre Acompañados. Con Yanguas hemos analizado la situación actual, que podríamos calificar de postpandemia, ya que aunque el virus sigue aquí, la peor parte parece haber quedado atrás.

Pregunta- De una pandemia a un volcán, de un volcán a una guerra. Vivimos tiempos convulsos en los que aumenta el sentimiento de inseguridad. ¿Cómo afecta esto a la gente en general y a aquellos que interactúan con vosotros en el programa Siempre Acompañados?

Respuesta- La sensación que tengo es que llueve sobre mojado. Creo que para mucha gente había una pandemia que no estaba superada, o que estaba más o menos superada, pero que ha dejado un reguero de secuelas. La depresión se ha multiplicado por tres, la ansiedad por cuatro y el estrés postraumático por cinco, según una encuesta del CIS sobre el año pasado. Hay mucha más vulnerabilidad, más malestar psicológico, porque había un poso enorme, que no estaba resuelto. La guerra de Ucrania viene a traer todavía más sensación de vulnerabilidad.

Para Javier Yanguas la pandemia nos ha dejado muchos aprendizajes

P- Vivimos en un mundo en el que parece que siempre tiene que haber guerra en algún sitio, pero el hecho de que esta guerra sea cercana nos da un baño de realidad, que debería servirnos para ser conscientes de que una guerra es dolorosa se dé donde se dé.

R- Lo tenemos más próximo, es verdad. Si esto hubiera sido en África, pues a la mayoría de la gente le habría mportado poco. Cuando era en Siria, parecía que aquello estaba muy lejos. Evidentemente son una visión y una reacción equivocadas. Suele pasar en todos los conflictos, lamentablemente. 

Necesitamos justo lo contrario a lo que está sucediendo, necesitamos dar tranquilidad y seguridad

P- Esto se tiene que notar mucho en la gente que sufre la soledad. 

R- Estamos en una época complicada. En nuestro programa de soledad de la Fundación "la Caixa" nos encontramos cada vez con mayor cantidad de casos, y cada vez más complejos. En muchos casos se debe a que esto se ha convertido en algo más emocional ligado al cercenamiento de un proyecto de vida. Se trata ya de una soledad existencial, más ligada a la pérdida, más ligada a la vulnerabilidad, a sentirnos indefensos. Percibo que cada vez hay más soledades de este tipo. Tienen esos componentes que son más asistenciales. Creo que tiene que ver con todo lo que estamos viviendo, con cómo está el mundo (con todo lo que ya hemos mencionado), las subidas de los precios, la huelga del transporte, etc. Ante los retos necesitamos tranquilidad, ir dando ciertas seguridades o por lo menos ir aprendiendo a manejar esta situación

P- ¿Qué balance se puede hacer hoy, si aceptamos que ya estamos en un período postpandemia? ¿La gente que tratáis tiene nuevas necesidades, ha perdido capacidades, las ha ganado? ¿En qué punto estaríamos?

R- En general está cambiando la demanda. Las características de las personas que vemos sufren una soledad cada vez más compleja, es una soledad más ligada a ese proyecto de vida. Nos hemos dado cuenta de varias cosas. Nos hemos dado cuenta de que la soledad es mucho más profunda y que no se va con contactos sociales o con una llamada de WhatsApp. Mucha gente, sobre todo los mayores más vulnerables, ha vivido esta situación de cierto abandono. Se han sentido indefensos. Tuvimos una mirada demasiado edadista. Todos deberíamos hacer autocrítica, incluidos, sobre todo, los medios de comunicación. No se puede esparcir miedo. No fuimos capaces de ver la trasversalidad del virus. Llegamos a creer que solo afectaba a los mayores, por eso no fuimos capaces de hacer frente a ese virus edadista. Es real que se ha cebado más con personas mayores, pero esa es solo una parte de la realidad. No fuimos capaces de luchar contra ese edadismo. Los datos que tenemos ahora nos cuentan que tenemos que cambiar nuestro modo de pensar. 

De nada sirve curar la salud física si para hacerlo se potencia la soledad

P- ¿Hemos actuado para prevenir y curar lo físico y no hemos tenido en cuenta lo emocional?

R- Precisamente. Se ha publicado un estudio sobre 15.000 residencias en Estados Unidos, sobre los programas públicos federales. Las residencias de mayores están calificadas como los hoteles, de una a cinco estrellas. Cuando analizan los datos de la mortalidad entre marzo y octubre de 2020, ven hubo alrededor de un 15% menos de mortalidad en las de cinco estrellas respecto a las de una. Esto fue porque aplicaron bien las medidas de aislamiento, tenían más EPIs, tenían más mascarillas, tenían más sitios donde aislarse, más habitaciones individuales, etc. Pero cuando en 2021 se volvieron a analizar los datos de mortalidad entre marzo y octubre, resulta que se igualaban las de cinco estrellas con las de una estrella. ¿Por qué? Pues porque en aquellas residencias que fueron más rigoristas en la aplicación de los protocolos contra el Covid, el aislamiento provocó más muertes en la segunda etapa. Cuanto más rigorista era la residencia, más mortalidad sobrevenidas sufría. De esto surgen dos aprendizajes: que a veces, la prevención excesiva mata, y que solo pensar en términos de salvar vidas no es suficiente. La seguridad no es un valor absoluto, por lo tanto, en el vivir, tomar riesgos es algo relevante. Creo que es un buen aprendizaje porque muchas de esas personas han muerto de soledad.

P- Me ha venido la imagen de los malabaristas de circo que tienen que mantener platos girando sobre palos. Muchos frentes abiertos, y si nos dedicamos demasiado a uno, en el otro extremo caerá un plato.

R- Buena imagen. Nos hemos centrado en impedir la transmisión del virus solamente basados en el paradigma de la seguridad. No nos hemos dado cuenta de la importancia de las relaciones en nuestra vida, del hecho de que la soledad mata, y de que deberíamos haber sido más flexibles. Yo creo que esto es lo relevante y que la vida, en términos de valores, es para tomar algunos riesgos. Moderados, sí, pero riesgos al fin. Tampoco se les dejó a las personas decidir. Si yo estoy en una residencia podré decidir sobre mi vida, ¿no? Es el cumplimiento de un derecho.

Es tiempo aplicar las enseñanzas que nos ha dejado la errática lucha contra la pandemia para no volver a cometer los mismos errores

P- ¿Esto ha sido un problema solo aquí?

R- Para darte una idea, en Escocia acaban de aprobar una ley que avala el derecho de poder recibir visitas en las residencias de mayores en cualquier circunstancia. Es solo una de las reacciones a todo esto. Hay que ir tomando decisiones que nos ayuden en la siguiente, que es probable que tengamos.

P- Uno de los niveles de intervención del programa Siempre Acompañados es el de la ciudadanía. Es decir, aquel que pretende sensibilizar a las personas sobre la importancia de las relaciones y sobre la problemática de la soledad. Dado que los cambios son cada vez más veloces, ¿en qué punto estamos y qué expectativas hay para el futuro cercano? 

R- Yo tengo una sensación contrapuesta. Digo sensación, porque no sé si las cosas están así ahora. Creo que nos hemos dado cuenta de la importancia de las relaciones y hemos echado de menos a personas, pero por otro lado muchas personas mayores se quejan de cierto abandono. Esperaban más de las relaciones con sus hijos, esperaban estar más acompañados. Por eso digo lo de la sensación contrapuesta. Por otro lado, también nos hemos dado cuenta de que necesitamos las relaciones presenciales. Es decir, que la soledad es algo más profundo y no es suficiente con hablar por teléfono. La tecnología, en cierta manera, nos daba la oportunidad, pero no teníamos el contenido, no sabíamos de qué hablar. Por decirlo en términos de García Márquez, teníamos que retomar la conversación inacabada. Se plantea la necesidad de un cambio en la manera de entender lo que es el buen envejecer. El buen envejecer creíamos que consistía en hacer cosas, hacer actividades, y resulta que tenemos que pensar más en el proyecto de vida personal, en el ser que en el hacer, hacer y hacer. Cuando el hacer no es posible, por ejemplo como en la pandemia, resulta que mucha gente no sabía cómo pasar el día. Tenemos que pensar en que tenemos que aprender a vivir en situaciones de este tipo y centrarnos más en tener recursos personales para hacer frente a esta situaciones.

P- En casos particulares en los que con vuestro programa habíais logrado vínculos, ¿hay vínculos que se han roto y todavía no se han vuelto a reconstruir, o se ha logrado que se retomaran de una manera fluida?

R- Tenemos de todo. No podría ser muy taxativo. Aunque sea una minoría tenemos gente que todavía tiene miedos y no quiere salir de casa. Afortunadamente, tenemos también lo contrario, gente con un ansia de retomar su vida.