La Fundación “la Caixa” lleva a cabo el programa Siempre Acompañados, que tiene como objetivo dar respuesta al reto de la soledad. Existen tantos tipos de soledad como personas que la sufren, y el programa pretende dar respuesta a todas teniendo en cuenta esas diferencias. El director científico del Programa de Personas Mayores de la Fundación “la Caixa”, en el que está incluido Siempre Acompañados, tiene como director científico a Javier Yanguas, con quien hemos tenido el gusto de charlar.

Pregunta- ¿En que consiste el programa Siempre Acompañados de la Fundación "la Caixa"?

Respuesta- Es un programa que se ha formulado para disminuir la soledad, para trabajar sobre ella en personas mayores. El programa tiene tres niveles distintos de intervención: una intervención con la persona en situación de soledad, una intervención comunitaria y una intervención de ciudadanía. Esta última pretende sensibilizar a las personas sobre la importancia de las relaciones y sobre la problemática de la soledad. Yo tengo un hijo joven y otro adolescente, y el nivel que tienen de sensibilización respecto al reciclaje, por ejemplo, hace veinte o treinta años era impensable. Lo que pretendemos es que seamos sensibles con esa misma intensidad a la hora de valorar la importancia de las relaciones, la importancia de la interdependencia entre las personas, y lo mala que es la soledad.

Rehacer las relaciones y enriquecerlas es parte de la prevención primaria para poder gestionar la soledad"

P- ¿Y en el nivel comunitario?

R- En este nivel se trata de generar vínculos, de construir comunidad y arquitectura comunitaria. Necesitamos no solo infraestructura social, sino también comunitaria, y más en estos tiempos de Covid. Tejer y entretejer nuestras relaciones, trabajar el sentimiento de pertenencia, ofrecer recursos para la participación social y para la gestión de las emociones. Todo esto sería la parte de prevención primaria, y luego trabajamos con grupos de riesgo: personas que tienen pérdidas, transiciones, problemas de salud, problemas con los recursos personales, etc. Lo que buscamos es que no caigan en soledad, que tengan herramientas para aprender a gestionarla.

P- Nos queda el tercer nivel.

R- Sí, es el nivel más personal. Por un lado, lo que intentamos es acompañar a las personas que están en situación de soledad, pero por otro, y esta es una particularidad del programa, que las personas se empoderen. Esa es una de las cosas más importantes. Asumimos que la soledad no es un tsunami, ni una epidemia, ni una de las plagas de Egipto. Lo que entendemos es que todos en la vida pasamos por situaciones de soledad, y que tenemos que tener herramientas para hacer frente a esas situaciones. Esto a veces necesita de una intervención más profesionalizada, sobre todo en personas de mucha vulnerabilidad.

P- ¿Cómo se implementa esa intervención?

R- El programa busca, a través de voluntarios y a través de la colaboración con otras entidades, que la persona tenga herramientas personales. No desde una visión neoliberal, ni que cada palo aguante su vela, ni nada de eso. Se trata de madurez personal. 

P- ¿Detectáis esas necesidades con campañas como Llama a la puerta, que tuvo lugar durante el mes de octubre?

R- Eso es lo que pretendemos. Llama a la puerta tiene que ver con esa imagen de que detrás de la puerta del vecino tuyo, o del de enfrente, puede haber una persona en situación de soledad, y tú tienes que dar un primer paso. Llama la puerta es eso, alentar a invertir un poco de tiempo en preguntar cómo estás, en saber cómo te encuentras. En realidad, nada que no hubiera en nuestras culturas latinas, y que hemos ido perdiendo. Es retejer esa relación.

Pese a la mayor posibilidad contacto personal, la realidad muestra que las relaciones se debilitan paulatinamente"

P- Parece que el mayor desarrollo lleva a mayor distancia personal entre los ciudadanos. Quienes tenemos algunos años vemos que, aunque muy poco a poco, vamos adoptando esa característica que nos acerca a vivir las relaciones como en países que antes considerábamos fríos.

R- Sí, da esa sensación. Vivimos un momento paradójico, por varios motivos. Nunca jamás hemos podido convivir tanto tiempo con nuestros hijos, con nuestros hermanos, con nuestros padres, pero a la vez, más débiles parecen nuestras relaciones. Somos más individualistas. Tenemos la oportunidad, pero algo está fallando. En la pandemia se ha visto bien. Se ha visto una situación en la que al principio tuvimos conexiones sociales, pero también hay cierto fracaso de la tecnología, en términos de que la conexión social que nos ofrece no es suficiente, cuando estamos hablando de soledad. Necesitamos algo más profundo, necesitamos el contacto físico. 

Javier Yanguas

P- ¿Cuánto afectó la pandemia a un programa que, como decías, tiene mucho de contacto físico, además, teniendo en cuenta que, para peor, son las personas mayores las más alejadas del manejo de instrumentos informáticos?

R- La pandemia afectó mucho al programa. Cuando estuvimos encerrados, sobre todo al principio, intentamos acompañar a la gente con llamadas telefónicas, tablets, y otros artilugios, sabiendo y siendo conscientes de la brecha digital. Durante ese período de la pandemia todos estuvimos confinados, pero las consecuencias en las personas fueron muy diversas. Los que más sufrían más sufrieron. Los que más desconectados estaban menos conectados estuvieron. Fue fundamental intentar acompañar a las personas cambiando, siendo conscientes de que era necesario no solo conectar, sino tener una conversación. Como decía Gabriel García Márquez, teniendo intercambio de tiempo de relación con contenido emocional. No solo preguntar qué tal estás, sino poder mantener esa conversación. Desarrollamos, entonces, algunos instrumentos que nos ayudaron a esto, y nos dimos cuenta de algo obvio: de la necesidad de más recursos personales para la gestión emocional. Lo que ha sido relevante es que cuando nos hemos enfrentado a la vida sin aderezos, cuando no podíamos salir, no podíamos hacer actividades, no podíamos ir al teatro, ni al cine, ni al gimnasio, etc., o nos teníamos a nosotros mismos o estábamos en mayores problemas. Por eso esos recursos personales son tan importantes, para poder enfrentar una vida sin todo los elementos con los que solemos llenarla.

En un país en el que la infraestructura física parece gozar de buena salud, la infraestructura social adolece de falta de desarrollo"

P- Supongo que así como hubo personas más afectadas por su situación particular, también tiene que haber habido sectores geográficos en los que el impacto fue diferente.

R- Claro. En aquellos lugares en donde existía más arquitectura comunitaria, más proyectos, más recursos, más historias compartidas, las cosas han ido mejor. Es otro de los efectos de la pandemia, la evidencia de que necesitamos invertir en infraestructura social. Aquí en este país se nos llena mucho la boca con la infraestructura física, pero también hay otras que son muy importantes, como lo es esa infraestructura social. A mí me parece que estos índices de aislamiento y de soledad son indicadores de la salud moral de una sociedad. Tener tanta gente olvidada no es, precisamente, un buen indicador. Nos hemos centrado mucho en el yo, en nuestra vida personal, y nos hemos olvidado de los demás. Hay que recuperar esa relación que teníamos con el otro y apostar por la interdependencia.

P- Al principio me hablabas de tres niveles de intervención. Entiendo que estos diferentes niveles se retroalimentan. ¿Qué pasa después de un tiempo? ¿Las personas empoderadas ya pueden "volar" solas, hay un seguimiento, o la propia retroalimentación es la que hace el trabajo?

R- Es muy difícil porque cada persona tiene un recorrido muy individual. Imaginemos un período de dos años, por ejemplo, desde que empezamos a trabajar con la persona. Necesitamos su compromiso, necesitamos el compromiso de la comunidad para que se vaya integrando, y ofrecemos recursos personales, siempre teniendo en cuenta las capacidades y recursos individuales de cada una. A veces la soledad es social, otras veces es de intimidad, a veces es de falta de proyecto personal, otras tiene que ver con las pérdidas. Distintas soledades tienen que ver con distintas cuestiones. Lo que buscamos es que la persona vaya trabajando y vaya teniendo recursos para ir sabiendo gestionar la soledad, no necesariamente extinguiéndola. Lo que buscamos es que esa persona se integre en una red comunitaria, que se vincule con ella, que participe en proyectos con los demás. Nos gustaría que eso se pudiera hacer en un trabajo de un par de años, lo que pasa es que a veces la soledad es muy complicada. Puede tener que ver con problemas de salud y en la vejez, cuando la vulnerabilidad aumenta, hay veces que necesitamos más tiempo para acompañar esto.

P- En la información sobre el programa Siempre Acompañados de la Fundación "la Caixa" se menciona algún caso en el que la persona empezó a no salir de su casa por problemas físicos y eso la fue alejando poco a poco de la vida social, hasta llegar a niveles muy profundos de una soledad que siempre iba a más. ¿El problema de la soledad es exponencial?

R- La soledad es dura. El sentimiento surge de dentro. A veces, por factores externos, como dejar de trabajar, por ejemplo, o emigrar de un sitio a otro. Son circunstancias que nos obligan a rehacer nuestra red social. A veces, la soledad tiene que ver con las pérdidas personales en cualquiera de sus formas. Pero en la vejez suelen aparecer nuevos factores, como problemas de salud, de dependencia, de accesibilidad a sus propias casas, de cuidado de la pareja, etc. Como consecuencia, aparece la soledad. Intentamos buscar una forma compleja de trabajar. En esta parte de la intervención comunitaria, generamos un grupo de acción social, en el que se integran diferentes entidades, servicios públicos y privados que pueden colaborar en hacer frente a esta complejidad. Tenemos una mesa de acogida donde se tratan los distintos casos. 

P- Mencionabas el caso del cuidado de la pareja. Si uno de los dos sufre algún tipo de demencia senil o Alzheimer, ¿se da la paradoja de sentirse solo pese a compartir espacio con el compañero o la compañera de vida?

R- Esa es una típica situación compleja. En esos casos, intentamos en esa mesa de acogida de la que te hablaba, que es una mesa en la que hay distintos profesionales del programa Siempre Acompañados, pero también de los servicios de salud, de los servicios sociales, de asociaciones, etc. trabajar ese caso desde su globalidad. Trabajamos la parte de la soledad, que es específica en los cuidados, y a la vez intentamos que los servicios sociales aporten, que los servicios sanitarios aporten, y dar una solución o un acompañamiento desde diferentes puntos de vista. Buscamos la coordinación. Por nuestra parte, damos herramientas para el cuidado, que es muy común que produzca mucha soledad como bien decías, y sentimientos de ambivalencia. Ayudamos a que tengan recursos para manejar esos pensamientos. Para que tengan tiempo libre, ponemos voluntarios que les permitan, al menos, una hora para salir a dar una vuelta. Les damos estrategias para que puedan hacer frente a sus emociones. Los servicios sociales y sanitarios, a su vez, aportan desde su función. Son problemas muy complejos.

Las personas mayores tienen la necesidad, que va en aumento, de llenar su vida de contenido"

P- Veo que también tenéis en cuenta lo que viene, y estudiáis la pirámide poblacional, que ha dejado de tener forma de pirámide, ya que todo indica que España será un país más y más envejecido. La gente mayor de 65 años representa hoy el 20% de la población y en poco tiempo llegará a representar el 25%.

R- Sí, al 25% llegarán en 2030. Esos son los datos. Lo que aumenta no es solo el tiempo de vida, aumenta también la necesidad de llenar esa vida de contenido. La jubilación antes duraba 5 o 10 años, y ahora puede durar 20, 25 o 30 años. Aumenta mucho el número de mayores, pero sobre todo sube el número de muy mayores, de personas que tienen más de 85 años. A la vez, se fragilizan nuestras relaciones. Tenemos menos hijos, por lo cual, cuando llegamos a mayores tenemos menos apoyo, pero hay otro dato no menor: el mayor número de divorcios se da entre las personas mayores, de 60 a 70 años en este momento. Eso está muy bien si uno se quiere divorciar, pero tiene consecuencias en el cuidado y en una vida futura. Vivimos en una época bastante paradójica en este sentido.

P- Esa sobrevida respecto al pasado, también trae buenas noticias, como la de llegar mejor a edades avanzadas. Al menos yo percibo hoy a una persona de 80 años como más joven que una de 70 años hace 30 años.

R- Así es, es una de las cosas que está pasando, y en eso la evidencia empírica y de investigación te da la razón. Los estudios de cortes, esos que comparan cómo son ahora los que tienen 70 con cómo eran los que hace 25 años tenían 70, nos revelan que hay ni punto de comparación. Ahora uno de 70, cognitivamente, es más o menos como uno de 62 de hace 15 o 20 años. A la misma edad, cada vez estamos mejor. No solo vivimos más, cada vez vivimos mejor, por eso hay que atacar los factores que atentan contra la posibilidad de esa mejor vida, y la soledad es uno de los más importantes.