No ha sido un 23J, pero la sensación no es buena para el Partido Popular. Ni para María Guardiola, ni tampoco para Alberto Núñez Feijóo, aunque con matices. Génova preparó el primer asalto del nuevo ciclo electoral – que a su vez lo afrontó como un plebiscito contra Pedro Sánchez – con la convicción de una mayoría absoluta que le permitiera soltar amarras con Vox. La realidad, sin embargo, es más cruda. El órdago le ha salido al revés a la presidenta en funciones de Extremadura, que se queda por debajo incluso de las expectativas que se marcaban en el rush finale de la campaña. La ultraderecha, sin un candidato potente, pero con el viento a favor de la ola global reaccionaria, se ha disparado hasta los 11 escaños. Es decir, seis más de los actuales que ponen a la baronesa popular bajo la espada de Damocles. Severo correctivo que, además, converge con la debacle de un PSOE que pierde diez parlamentarios.

El escenario no podría ser más favorable para el Partido Popular. El PSOE ha naufragado en este 21D y confirma las sensaciones que destilaba la campaña. La candidatura de Miguel Ángel Gallardo se ha estrellado, cediendo una cantidad de terreno inusitada, pero María Guardiola no ha sabido recoger los frutos de esa debacle. Un resultado que el propio dirigente socialista ha calificado como “muy malo”, pero queda descafeinado entre el crecimiento estratosférico de Vox. La ultraderecha le ha visto el órdago al PP y seguirá condicionando la política extremeña, con mucha más fuerza. Un nuevo terreno de juego que deja tocada a la presidenta de la Junta en funciones, que se hace con la victoria electoral, pero seguirá maniatada a una ultraderecha con mucho más poder.

Fracaso de Guardiola

La presidenta de la Junta adelantó elecciones para no depender de Vox y el revés no ha podido ser mayor. El Partido Popular sólo ha logrado un escaño más de lo que tenía hasta hoy. El runrún del debate público orbita ahora sobre “para qué han servido” unos comicios anticipados. Las cuentas de la lechera situaban a su papeleta en la mayoría absoluta. Unos cálculos que pivotaban en la horquilla de los 30-33 escaños. Al menos así lo era hasta la última semana de campaña, donde la acumulación de escándalos para Guardiola ha sido letal. Sin contar, claro está, el mensaje trumpista - que apenas duró 48 horas – del pucherazo que no tardaron en matizar al conocerse que fueron dos cacos los que robaron más de 120 votos.

Los de Santiago Abascal se han quedado a un milímetro del 17% de los votos y se consolida como tercera fuerza política. Eso se traduce en que la dependencia del PP de la ultraderecha es aún mayor, con seis diputados más (11) que los que sentaba ahora en la Cámara regional. El futuro de Guardiola y de los populares ahora es incierto, habida cuenta de las malas relaciones con los de Óscar Fernández. Todo está en el aire y el órdago de Extremadura, como han señalado desde la izquierda, ha quedado reducido a un “experimento” fallido. También un mensaje al resto de territorios conservadores, amén de a la séptima planta de Génova, haciéndole saber a Feijóo que la ultraderecha no es una simple marejadilla, sino que amenaza con ser un tsunami.

Zozobra en la izquierda

Más allá del fracaso del Partido Popular, se abren diversos melones en la izquierda. Por un lado, en el Partido Socialista saltan las alarmas. La candidatura de Miguel Ángel Gallardo ha desplomado las siglas del puño y la rosa. La brecha con los conservadores se ensancha tras pasar de los 28 a los 19 parlamentarios. O dicho de otra manera: 14 puntos porcentuales menos que en 2023. En resumen, el peor resultado de la histórica en su propio feudo, donde ha gobernado en 37 de los últimos 42 años. El propio dirigente lo ha reconocido en la comparecencia posterior ante los periodistas, aunque ha rehuido la dimisión. Al menos por el momento. Gallardo ha optado por dejar el archivo en el cajón y no tomar la decisión en caliente, a pesar de lo dramático de la situación para los socialistas extremeños.

La fortuna, al menos en clave en nacional, es que el Partido Popular no sólo seguirá atado a Vox, sino que su poder de influencia sobre los conservadores es aún mayor. De hecho, el propio Gallardo ha dejado claro que a Guardiola no le ha salido bien la estrategia, cuestionándose el fin de este adelanto electoral que no ha servido sino para “convertir Extremadura en un experimento de laboratorio”.

A la izquierda del PSOE, el melón que se abre es aún más suculento. Unidas por Extremadura (Podemos, Izquierda Unida y Alianza Verde), ha doblado sus resultados en términos de votos cosechados. Los morados, capitaneados por Irene de Miguel, han conseguido 53.696 sufragios (cerca de 20.000 más que en 2023) y mandan un mensaje claro al espacio de la “izquierda transformadora”: Podemos suma sin Sumar y dejan tocados a los de Yolanda Díaz. De hecho, la propia candidata ha situado a sus siglas como el epítome de la “esperanza y la luz” del espacio progresista. Cortita y al pie. No obstante, los magentas han hecho oídos sordos y su reflexión de este 21D se circunscribe a la debacle del Partido Socialista, a quienes ponen deberes para las próximas citas electorales.

Noticia en ampliación...

Síguenos en Google Discover y no te pierdas las noticias, vídeos y artículos más interesantes

Síguenos en Google Discover