El novio de Isabel Díaz Ayuso, Alberto González Amador, llegaba el pasado lunes a los juzgados de Plaza de Castilla e igual que vino se fue. Bueno, igual no, y es que antes de abandonar la sede judicial ofreció a todos un numerito digno desde el punto de vista teatral, pero, por encima de todo, un ejercicio de ilusionismo que a punto estuvo de cumplir su prometido. De hecho, lo consiguió durante buena parte del día.

Al más puro estilo Ayuso, como cuando a esta le rodea un escándalo y suelta un exabrupto para que se hable del disparate y no, por ejemplo, de la posible corrupción, el compañero sentimental de la presidenta llegaba dispuesto a declarar por dos delitos de fraude fiscal y un tercero de falsedad documental y terminó desviando la atención por todos lados a través de una actitud absolutamente histriónica, subiéndose a ascensores que no conducían a ninguna parte, escondiéndose en los baños, esperando tres horas dentro de la sala para que los periodistas que se agolpaban fuera desistieran de su espera y con un cambio de look radical, ¿para que nadie le reconociera, o sencillamente para que solo se hablara de ello? La duda, ahí queda. Las sospechas, son más que lícitas.

Lo que el pasado lunes hizo González Amador obedece al típico truco de magia en el que la solución la tienes delante, pero eres incapaz de verla. La de siempre, pero que siempre picas. Y en este caso con el añadido de que nadie, a pesar de todo, se lo esperaba. Porque nadie podía suponer que el novio de Ayuso se dejara ver rapado, se atrincherara en los juzgados y saliera corriendo y sobreactuara incluso una vez dentro del taxi.

Lo que el pasado lunes hizo González Amador obedece al típico truco de magia en el que la solución la tienes delante, pero eres incapaz de verla. La de siempre, pero que siempre picas

Otra vez, más protagonista que la obra en sí lo fue el escenario que la rodea. Repito, como cuando Ayuso parece que, esta vez sí, tendrá que rendir cuentas por algún escándalo y de repente se saca un as de la manga para acusar al presidente del Gobierno a la oposición de algo o, sencillamente, para victimizarse. Qué fácil es pasar de verdugo a víctima en el arte de la guerra. De primero de propaganda.

Y pocos como el jefe de prensa de la líder regional, Miguel Ángel Rodríguez (MAR), para escribir un nuevo capítulo. Se le pueden echar muchas cosas en cara, nunca que es un gran estratega, aunque a veces esa estrategia pase por formas de dudosa ética. En este medio, como en muchos otros, sabemos de respuestas quizá no tanto falsas (que a veces también) como de verdades a medias basadas en medias tintas que acaban por no decir nada.

Ayer MAR elevó el nivel sacándose de la chistera no un conejo, sino una peluca, y es que son muchos los que le sitúan como máximo baluarte de una presunta filtración que acabó corriendo como la pólvora y abriendo noticias.

Tanto este como el conjunto de accesorios que dibujaron (o desdibujaron) al personaje que se personó en los juzgados madrileños le supusieron un soplo de aire fresco, ganar tiempo -hasta el próximo 24 de junio concretamente- y, sobre todo, que no se hablase de lo realmente importante: que el novio de la responsable de Sol había reconocido los delitos antes de que todo esto pasara.

Reconoce dos delitos fiscales

El novio de Ayuso admite ante la Justicia haber cometido delitos fiscales para evitar la cárcel. Este es el titular que debería haber ocupado las portadas de los periódicos, independientemente de la realidad de los otros hechos, desde luego menos importante. Hora de entonar el mea culpa y de reconocer que el ejercicio de ilusionismo funcionó.

Eso sí, durante un tiempo, porque a los mejores también se les quita el balón (el éxito primero de González Amador fue esquivar la maraña de periodistas, como cuando Messi se iba de cinco jugadores en una baldosa), y porque en la magia existe esa probabilidad de que el truco, máxime cuando se conoce al mago y lo repite asiduamente, no termine de salir. Y ahora se sabe que Alberto González busca alcanzar un pacto con la Fiscalía para evitar su ingreso en prisión.

En concreto, los abogados del compañero sentimental de la presidenta informaron verbalmente a la jueza que le investiga por sus delitos, María Inmaculada Iglesias Sánchez, de que Alberto González pretende ese acuerdo para escapar a la cárcel.

El aplazamiento beneficia a la pareja de Ayuso

Entretanto, lo que sí consiguió Alberto González fue que la declaración se suspendiera hasta dentro de más de un mes. Por problemas informáticos, sí. No será un servidor quien siembre dudas sobre lo que puede ser pura casuística, aunque entiende a quienes, a estas alturas, duden de todo

Sea como fuere, el aplazamiento de la declaración beneficia claramente el novio de Ayuso, ya que podría suponer una nulidad del caso de la mano del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM). Que siga el juego. Que no acabe la magia.