El último anuncio de la Comunidad de Madrid para fomentar el turismo en la capital ha llamado la atención de miles de madrileños por no sentirse representados en una campaña articulada sobre dos pilares: los privilegios y el consumismo. El spot inicia con una mujer joven que deja de trabajar en su Mac de Apple para tomarse un cóctel. Está hablando por teléfono y repasando su día, “a primera hora desayuno con clientes”, cuenta mientras realmente está en el Mercado, aparentemente el de San Miguel, también consumiendo y no trabajando.

“Después comida con inversores”, comenta la protagonista, cuando en realidad se encuentra comprando zapatos de tacón en una tienda exclusiva. “Solo me dio tiempo de comer algo rápido”, señala al tiempo que las imágenes muestran una comida en medio del campo. A estas alturas del anuncio todavía no está claro si es el Madrid de unos pocos o el Madrid de nadie por la imposibilidad de los planes. “Solo tuve unos minutos”, cuenta en el momento que aparece jugando al golf. “Después cena, otra vez con clientes”, dice probándose un vestido y cenando en un establecimiento con las dos personas que no está claro si son sus amigos o sus clientes. Quizás la campaña representa a la clase trabajadora que puede permitirse estar de compras y en restaurantes de lujo mientras “desempeña” sus tareas laborales, pero no a los demás.

A continuación, aparece Mario Vaquerizo, un icono elegido de manera estratégica por sus forzados esfuerzos de representar a lo que un día fue la movida madrileña. Tan forzado es ese símil de Mario Vaquerizo con la rebeldía como lo son las intercaladas muletillas madrileñas que utiliza de manera muy poco casual en su aparición, como “mazo de cosas”. No obstante, si se reflexiona sobre la trayectoria del artista, no sorprende lo más mínimo su cameo en la publicidad dirigida por Isabel Díaz Ayuso, ya que en Vaquerizismos, su libro, ya dejaba claro uno de sus mandamientos “Serás consumista”, identificando al consumo con la felicidad y el placer.

Vaquerizo, que otorga al consumismo un papel fundamental en su visión vital, es el encargado de convencer a la turista de Madrid para que se quede. Para ello, hace una rapidísima pasada por referencias culturales, a mitad del anuncio, mencionando el Museo del Prado, el Palacio Real y lugares emblemáticos como el Retiro o el Rastro de Madrid, con el que muchos madrileños sí se sienten representados. Lástima que cada plano de estos espacios dure apenas un par de segundos, otorgando un papel central al hecho de tomarse un “vino de Madrid” y consumir comida y bebida durante todo el día. El artista también repasa los lugares con naturaleza y en realidad a gran distancia de la ciudad, como la Sierra de Madrid, porque pocos árboles hay en el centro de la capital. No repasa lugares que están más cerca y que también tienen famosos parques y centros culturales, como los barrios de fuera de “la almendra” de la M-30. Algunos de ellos albergan lugares como La Quinta de los Molinos, el Matadero de Madrid, la Casa de Campo, el Parque de San Isidro o el Mirador del Cerro del Tío Pío.

Una persona, nacida en Madrid, podría echar de menos referencias a la cultura que a pesar de los barrotes de la inmediatez y del capitalismo, todavía se respira en Madrid. Los teatros que presentan no solo musicales de altos precios, sino también obras pequeñas y más íntimas inspiradas en poetas extranjeros y natales, como Lope de Vega.

Un madrileño también podría notar la ausencia del Barrio de las Letras o las referencias a los amigos que se reúnen en cafeterías madrileñas, escapando de los turnos asfixiantes de la capital. El encanto de la Latina, de Tirso de Molina o de lugares tan emblemáticos como la plaza del Dos de Mayo, que trascienden a la ideología y se enmarcan en la historia. La estación de Atocha y sus museos aledaños, como el Reina Sofía donde se encuentra el Guernica, una de las obras de arte más importantes de nuestra cultura.

“De Madrid al cielo” dice Mario Vaquerizo cerrando su speech madrileño. Lo que no cuenta es que el famoso cielo rosa de Madrid, y en ocasiones naranja, se debe a la alta contaminación con la que cuenta la capital. Tampoco se menciona ningún plan para rebajar esos niveles de baja calidad del aire, que han llegado en ocasiones a encerrar a los habitantes aconsejados por el propio Ayuntamiento para “no hacer ejercicio al aire libre”. Por no hablar de la ausencia de referencias al acceso a la vivienda en Madrid, ni a su gentrificación, ni a la imposibilidad de alquilar o comprar un piso céntrico y a la dificultad creciente de hacerlo también en la periferia.

El Madrid de todos comparte posibilidades y no solo clasismo. El Madrid de todos no es lujo, sino costumbrismo, apertura de gentes y, sobre todo mucha cultura. Al Madrid de todos le falta una sanidad pública que no sea de las más precarias en presupuesto y recursos. Al Madrid de todos le sobra publicidad y tiene, aún conservada, su autenticidad y pluralidad.

Si en algo acierta la campaña es en mostrar una vida que difícilmente puede conseguirse, una aspiración del capitalismo más intrínseco que promete que, si estás “trabajando” en realidad podrás estar disfrutando de los más absolutos privilegios.