Mucho se habla estos días de la compra de votos, chusca y propia de una serie cómica inclasificable por su cutrerío. Curiosamente, desde algunos medios y grupos de comunicación se centra el asunto en el Partido Socialista, obviando lo que ocurre con el PP en diferentes lugares del Estado, a lo que también contribuyen las decisiones de ciertos tribunales que, como poco, son sospechosamente rápidas a apenas unas horas de las elecciones.

Desde Galicia se observan estos episodios desde la incredulidad y la mente limpia de años de fraguismo seguido de otros tantos años feijoonianos.

En estas tierras nunca se ha vivido algo así... Aquí las cosas se hacen bien y la democracia se escribe con mayúsculas, rumores de que alguien, en algún momento y en algunas elecciones vio autobuses, furgonetas o coches particulares conducidos por monjas o ejerciendo estas de 'guías turísticas' de usuarios de centros de mayores a los que daban el sobre con el voto antes de entrar al colegio electoral -ni siquiera era fructífero el voto por correo-; o romerías en las que los votos se cambiaban por peculio, al estilo del cambio de cromos en el recreo.

Lo dicho, rumores, al igual que aquel chisme infundado del pago de 50 dólares en las Casas de Galicia en Latinoamérica (que si fueran catalanas serían embajadas) por votar por un partido determinado, el de don Manuel. Mamandurrias.

En Galicia estas cosas no han pasaron, no ocurren ahora mismo y, es evidente, que tampoco sucederán en el futuro.

¡Cuánto esfuerzo han tenido que hacer desde el PP para contar las verdades y desmentir las falsedades de los rojos! Por decirse, se decía que, incluso, hay una Consellería en Santiago de Compostela en la que predomina entre el funcionariado el apellido Fraga. Hombre, por dios, eso seguro que es mentira; habrá también otros como Feijóo, Baltar o Puy. Garcías no porque siempre los apellidos de familias prominentes tienen mejor encaje y no suelen ser García (don Manuel dixit).

Esta tierra en la que la libertad de prensa es la mayor garante de la democracia, con medios libres y, lo que es más importante, informando en libertad, sin represalias por parte del Gobierno de turno -en este caso del PP siempre salvo el mandato del bipartito-, está limpia de polvo y paja de prácticas de compra de votos y cosas así. Pero si incluso la radio y tele galegas son paradigma de libertad de información.

Que no miren a Galicia quienes buscan más casos de los que ahora se hablan en el resto de España.

Ahora solo faltaría que dijesen que la aspirante del PP a la alcaldía de Lugo fue la que, en realidad, llevó anónimos de supuesta corrupción ante la justicia sobre el actual delegado del Gobierno, José Ramón Gómez Besteiro, cuando se postulaba para enfrentarse a Feijóo. Es como si acusasen al único presidente de Diputación provincial gallega del PP de conducir al estilo Fast and furious un coche oficial, cuando todo el mundo se imagina que sería la mujer o la hija de su chófer o algo así.

Galicia es un ejemplo de región desde todos los puntos de vista. También el político y si no basta con observar todos los representantes públicos de primer nivel que esta autonomía ha exportado a Madrid, como Rajoy o las vicepresidentas Calviño y Díaz, por citar solo tres casos. Y el último, Alberto Núñez Feijóo, que apunta tras su exitoso paso por estas tierras a llevar las riendas del Estado ¡Ahora solo faltaría que dijeran que se fue de vacaciones varias veces con un narcotraficante y contrabandista condenado! Por favor, el futuro presidente, reunido en Bruselas con Macron, Von der Leyen o Scholz y con un rumor de ese tipo pululando sobre su cabeza.

Galicia es sitio distinto, como decía la canción, pero lo es porque es muy verde, llueve mucho -a veces- y tiene el mejor marisco, pescado y carne del mundo. Nada más.