JxCat, la formación política sucesora de aquella histórica CDC fundada y presidida durante tantos años por Jordi Pujol, marcó perfil radical con su voto negativo a la nueva ampliación del estado de alarma, en la sesión plenaria del Congreso de Diputados.

¿Quién nos iba a decir que la sucesora de la pujoliana CDC, componedora de tantos acuerdos parlamentarios con la ya extinta UCD de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo, y más tarde tanto con el PSOE de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero como con el PP de José María Aznar y Mariano Rajoy, llegaría a votar igual que la ultraderecha de Vox y la ultraizquierda de las CUP, dos formaciones extremistas y antisistémicas? ¿A qué responde este posicionamiento tan radical?

A mi modo de ver es la consecuencia directa de la doble guerra planteada desde su residencia de Waterloo por el ex-presidente de la Generalitat Carles Puigdemont, que su sucesor-vicario en el cargo, Quim Torra, ejecuta de forma siempre obediente, sumisa y disciplinada, con la colaboración entusiasta de los representantes de JxCat en su gobierno de coalición con ERC, así como en el Parlamento de Cataluña, el Congreso de Diputados y el Senado. Se trata de una doble guerra política: contra el Gobierno de España presidido por Pedro Sánchez y también contra su propio socio de coalición en la Generalitat, la ya mencionada ERC.

JxCat y ERC andan a la greña desde hace ya mucho tiempo. Pugnan por el liderazgo del independentismo catalán. Para mantenerlo, en el caso de JxCat, y para ganarlo, en el caso de ERC. Todas las encuestas conocidas vaticinan una victoria de ERC en las próximas elecciones autonómicas. Pero esto no es una novedad: antes de los últimos comicios catalanes casi todos los sondeos apuntaban al triunfo de ERC, pero a la hora de la verdad fue JxCat quien se hizo con la victoria; lo mismo sucedió con las elecciones al Parlamento Europeo, en las que la candidatura de JxCat, encabezada por el fugado Carles Puigdemont se impuso a la de ERC, liderada por el preso Oriol Junqueras.

Las disputas entre ambas formaciones políticas son evidentes en el Gobierno de la Generalitat que sigue presidiendo todavía Quim Torra, a pesar incluso de su inhabilitación. El hecho de que los dos departamentos más directamente afectados por la grave crisis del Covid-19 estén en manos de representantes de ERC -Alba Vergés en Salud y Chakir El Homrani en Trabajo, Asuntos Sociales y Familias-, ha hecho que JxCat les responsabilice, no sin razón, por sus evidentes errores de gestión.

Quim Torra desautorizó públicamente a su consejero El Homrani, hasta el punto de criticar con dureza su gestión de las residencias geriátricas, donde han fallecido tantos residentes, aunque Torra se olvidó de recordar que muchos de estos centros son de titularidad privada y están en manos de empresas con propietarios vinculados a la ya desaparecida CDC pujoliana, antecesora del actual JxCat. El traspaso al Departamento de Salud del control de la gestión de las residencias de ancianos, medida sin duda alguna más que razonable, no ha hecho más que concentrar en la persona de Alba Vergés, y por tanto en ERC, casi todas las responsabilidades políticas ante esta terrible crisis sanitaria.

El enfrentamiento entre JxCat y ERC se ha trasladado también a nivel local. El acuerdo alcanzado en el Ayuntamiento de Barcelona entre los Comuns de Ada Colau y el PSC, con el apoyo de Manuel Valls, impidió que Ernest Maragall, de ERC, se hiciera con la alcaldía. En la Diputación de Barcelona el PSC pactó con JxCat, dejando a ERC en la oposición. La hábil política de pactos poselectorales del PSC -diseñada y ejecutada por Salvador Illa poco antes de ser nombrado ministro de Sanidad, como secretario de Organización del PSC-, tanto con ERC como con JxCat, ha contribuido a agravar la confrontación entre estos partidos en muchos municipios y consejos comarcales.

Ahora, con su voto negativo a la nueva ampliación temporal del estado de alarma, JxCat ha querido marcar perfil y territorio propios en su enfrentamiento con el  Gobierno de coalición progresista presidido por Pedro Sánchez. Es una manera de diferenciarse de ERC, de acentuar de manera pública su confrontación con aquello a lo que el inefable consejero de Interior, Miquel Buch, de JxCat, suele referirse como “Gobierno del Reino de España”. Mientras, la consejera portavoz del Gobierno de la Generalitat, Meritxell Budó, también de JxCat, suelta una y otra vez escupitajos de hispanofobia verbal como que “en una Cataluña independiente no habría habido tantos muertos”.

Mientras, la alargada sombra de la antigua CDC de Jordi Pujol sigue planeando sobre JxCat. Una docena de antiguos altos cargos del partido -entre ellos cuatro ex consejeros de la Generalitat tan relevantes como Felip Puig, Irene Rigau, Pere Macias y Jordi Jané-han sido imputados por el juez de la Audiencia Nacional José de la Mata, en la causa instruida por el célebre “caso del 3%”.