Artur
Mas quiere ser president sí o sí. Hace cuatro días decía que iba de cuatro en la lista de Junts pel Sí para no entorpecer el proceso, que no sería nunca un estorbo, que si era preciso iría el último, que la cosa no iba de nombres, que los que decían que todo giraba alrededor de él no habían entendido nada de lo que pasaba en Cataluña…

Convergencia presiona a las CUP
Pero resulta que todo gira alrededor de Mas. Josep Rull lo ha dejado clarísimo en unas recientes declaraciones: sin Mas, se convocan elecciones. Es decir, que, o aceptamos Mas como presidente, o Convergencia se lleva el Scattergoris.

Mas, que ha ido perdiendo diputados en cada elección que ha convocado, está débil. Precisa de las CUP, formación abertzale, radical, ultra izquierdista. Antonio Baños, su cabeza de lista, no se escondió a lo largo de la pasada campaña autonómica. Si ellos gobernasen, Catalunya sería declarada república de manera unilateral, se implantarían medidas marxistas extremas, se rechazaría la Unión Europea, el Euro y la OTAN, tendiendo a la construcción de una sociedad sovietizante. Una muestra de lo anteriormente dicho es que Baños, amigo personal del polémico periodista Salvador Sostres, dijo en broma acerca del mismo que, hombre, en caso de que ganasen los suyos – los de Baños, claro – él se cuidaría de salvar a Sostres antes de que le diesen el “paseo”.

Con estas gentes pretende pactar Mas. Se ha reunido con ellos prometiéndoles todo lo que está en su mano, desde cargos hasta situaciones personales de ventaja, pero no ha conseguido nada. Al momento presente de escribir esta crónica, las CUP se niegan a aceptarlo como candidato.

¿Qué pueden acabar haciendo los unos y los otros?

Una difícil elección
Las CUP han de decidir esta semana en asamblea la postura que adoptarán en el debate de investidura. Es una metodología habitual en este tipo de partidos, aunque luego acabe decidiendo el politburó, claro. Pues bien, a pesar de la machacona insistencia en rechazar a Mas, lo cierto es que a lo largo de este fin de semana se han producido reuniones discretas entre personas muy próximas al president y el núcleo duro de las CUP.

Las traídas y llevadas “soluciones imaginativas”, de las que tanto gustan alardear en CDC y que luego acaban siendo un globo que se deshincha, parece que tendrían cabida en este asunto. Los cupaires estarían dispuestos a aceptar una presidencia compartida entre tres personas, con poderes colegiados, sin ningún tipo de atribución en materia competencial como convocar elecciones, y sometida al control de una especie de órgano consultivo.

El hecho de que todo eso no lo contemple el ordenamiento jurídico vigente importa poco o nada a las CUP, que hacen de la desobediencia carta de naturaleza. Es lógico. Pero a los convergentes, a los convergentes sensatos que aún quedan, sí que les importa, y mucho. No conciben que Mas esté ofreciéndolo todo a cambio de hacerse un harakiri político como partido que ni las cortes franquistas.

A Mas le da igual, porque ya no ve ni oye ni atiende a razones. Sabe que si convoca nuevas elecciones, desaparece junto a Convergencia. Las CUP también saben que a ellos les iría mucho mejor, pudiendo ganar entre cinco y seis diputados más de los que han obtenido en las últimas. En ese terreno resbaladizo se mueven ambos. Algunos dirigentes cupaires ya dicen que si Mas lo acepta todo, van a tener muy difícil no apoyarle. ¿Cómo explicar a sus electores que alguien que te ofrece la posibilidad de socializar el capital privado, las grandes empresas y la banca, no recibe tu voto?

Es el mismo problema que tiene Mas, a la inversa. ¿Cómo le explica a los suyos que, para ser el presidente y continuar aforado, no nos engañemos, acepta cargarse la sociedad de mercado, la democracia parlamentaria, la unidad de España, la permanencia en las instituciones occidentales y la economía catalana?

En la asamblea de las CUP habrá lío. Y este lunes, en la reunión de CDC, también, porque estos matrimonios de conveniencia los carga el diablo. De conveniencia y de convergencia.