De entrada, este acuerdo no pinta bien. Los populares de Sánchez Camacho, como no podía ser de otra manera, han cerrado filas con el Gobierno central y apuestan por poner el foco en solucionar la crisis que en fantasear sobre la falta de recursos, en palabras del ministro Montoro. Por cierto, el ministro habló en un foro empresarial y nadie criticó sus palabras, lo que ha provocado malestar en el Gobierno catalán.

El PSC tampoco está muy por la labor. Los socialistas catalanes, todavía convalecientes de sus derrotas electorales, no quieren ponérselo fácil al gobierno nacionalista. Además, su líder, Pere Navarro, considera que la cuestión no se puede plantear en términos excluyentes. Los socialistas están convencidos de que es necesario mejorar y cambiar el sistema de financiación pero no quieren servir de excusa y de justificación a un movimiento táctico del sector más nacionalista de CiU. Este sector, entre los que se encuentra el presidente de la Generalitat, cree que si Rajoy no acepta la propuesta catalana es necesario abrir el debate sobre la independencia. El propio presidente ha agitado un discurso soberanista en el que se dibuja un escenario idílico para una Catalunya independiente.

Hasta ahora Mas sólo ha conseguido en este camino el apoyo incondicional de ERC y de Solidaritat Independentista. Los socialistas no quieren dejarse enredar en este juego. Tampoco los empresarios. Todas las organizaciones empresariales apuestan por el Pacto Fiscal pero no quieren ni oír hablar de aventuras que sólo abocan a callejones sin salida.

Iniciativa per Catalunya apoya la pretensión de pacto fiscal pero tampoco está por esta labor y además exige a Mas que los réditos del Pacto Fiscal se destinen a políticas sociales, como hoy le ha dicho Joan Herrera al presidente de la Generalitat en la reunión que han mantenido en la Plaza de Sant Jaume.

Con estas cartas, Mas ha convocado la primera cumbre sobre el pacto fiscal para finales de este mes. El día 30 intentará cuadrar un sudoku que se antoja complicado. No hay dinero y en palabras del gobierno no se garantiza con los recortes que lo haya en el futuro más inmediato. De hecho, los duros recortes sólo han conseguido unas pequeñas décimas de reducción del déficit. Esta situación le hace también cada día más dependiente de las transferencias del gobierno de Rajoy que las otorga a cuentagotas. A pesar del griterío mediático, Catalunya se mostró la pasada semana en el Consejo de Política Fiscal y Financiera como un alumno aventajado. En las cuentas figuraban los pagos que el estado debe pagar a la Generalitat según marca la adicional tercera del Estatut. El gobierno no está dispuesto a pagar pero parece que reconoce la deuda. Sin embargo, Mas sabe que con esto no es suficiente. Las encuestas empeoran por momentos. Las protestas en la calle cada día son más mayoritarias y el hartazgo hace mella en su gobierno. El Pacto Fiscal se perfila como el clavo ardiendo de la política catalana. El problema es que si te aferras a un clavo ardiendo te puedes quemar.

Toni Bolaño es periodista